“Juguetes rotos”, “estrellas que dejan de brillar”
Muchos jugadores fracasan cuando fichan por equipos importantes. Suponen inversiones millonarias y ruinosas. En una competencia feroz por fichar “talento” de forma precoz se produce una inflación del chico que “apunta maneras”, decían antes, o parece ser “jugador diferente”, dicen ahora. ¿Siendo tan jóvenes puede hablarse de talento?, ¿porqué no triunfan?, ¿qué lleva a que se destruya un talento precoz?, ¿qué es de ellos cuando se vuelven “inservibles” o no cumplen las expectativas?
Talento precoz, mal llamado “talento” y “precoz”
Se le llama talento a cualquier atisbo de habilidad. Todo el mundo, madres, padres, agentes, clubes… cree tener un talento en casa. No es cierto. Eso que en fútbol llaman talento es solo es una buena coordinación visomotora que se expresa en una buena calidad técnica. Esto no es talento, simplemente se trata de una buena predisposición sobre la que ir construyendo o desarrollando un talento de futuro. No suscribo el “talento innato”, creo más en el “desarrollo del talento” a partir del esfuerzo, el aprendizaje, el trabajo y la preparación continuada. El talento es la consecuencia de sumar a una buena predisposición mucho trabajo, aprendizaje y entrenamiento.
Puede ser una auténtica desgracia que a un chico le señalen a muy corta edad como “jugador de talento”, porque a partir de ahí le están arruinando su desarrollo deportivo o carrera profesional y amenazando, incluso, su desarrollo personal. ¿Quién cuida de estos chicos señalados como “talentos” de forma muy precoz?, ¿quién y cómo se prepara al “talento precoz” para gestionar las situaciones que se encontrarán en un futuro?
Sobreprotección y adulación que no ayudan
Los mal llamados “talentos precoces” generan unas expectativas desproporcionadas en su entorno que se vuelven en contra de los propios chicos. Se perciben por todos como futuras estrellas cuando solo apuntan algo diferente; padres y madres los consideran una oportunidad para la economía familiar y un estandarte para alardear, presumir y ser alguien a nivel social; los agentes se los disputan en una espiral de promesas irrenunciables; los clubes creen tener a la “perla de la cantera” que un día jugará en el primer equipo o sobre el que se podrá obtener un gran beneficio económico; los medios de comunicación los ensalzan antes de tiempo y los convierten en estrellas que aún no brillan…
Los “talentos precoces” dejan de ser niños o jóvenes, solo son futbolistas. Los padres dejan de tener un hijo y pasan a tener un futbolista. Se presentan con “soy el padre de fulanito” como única credencial. Algunos de estos chicos tienen una ficha o ingresos con 16 años que sostiene la economía familiar. Algunos padres dejan de trabajar confiando en el futuro de su hijo futbolista. El chico se convierte en el rey de la casa y gira todo en torno a él, se siente el centro del universo, se le consiente, se le adula, se le corrige solo en aquello que ponga en riesgo el futuro deportivo, se le permite dejar de estudiar… A la par las expectativas se disparan, la ilusión de la familia se va convirtiendo en exigencia y obligación para el chico, no puede fallar.
Los agentes asesoran en las tomas de decisión deportivas de futuro, aconsejan, orientan, pero no corrigen por temor a que el chico o la familia prescindan de ellos.
Algunos clubes van estando preocupados y ocupados por apoyar adecuadamente a estos chicos que muestran “talento” de forma temprana. Van siendo conscientes de la importancia del desarrollo integral sobre el desarrollo deportivo. Pero aún queda mucho por hacer, se les consiente y se les protege por temor a que el chico quiera irse a otro club. En etapas de formación se ha normalizado la figura del psicólogo como garante del desarrollo personal de los chicos. Pero no es responsabilidad única de este profesional sino de todo el entorno deportivo (entrenador, técnicos, responsables de la Escuela de Fútbol…)
El fútbol supone una gran exigencia emocional
Llegar a ser futbolista profesional exige saber gestionar una gran exigencia emocional, es como una carrera de obstáculos. No llegan los “mejores”, sino aquéllos que mejor superan las dificultades.
Observando el fútbol de máximo nivel comprobamos que el juego está evolucionando hacia una mayor exigencia emocional. Jugar en ese escenario exige intensidad-activación, máxima concentración, jugar a uno o dos toques, decidir rápido o antes de hacer el control, autoconfianza, entender el error, gestionar la exigencia, la frustración, trabajar en equipo… Jugar al máximo nivel supone una dificultad enorme desde la exigencia emocional.
Además, exige hábitos, valores y competencias emocionales, como trabajar desde el máximo esfuerzo, tener una cultura de trabajo y entrenamiento, estar abierto a aprender y mejorar permanentemente, adquirir unos hábitos de vida saludable (alimentación, descanso, ocio y tiempo libre…), gestionar el éxito y el fracaso, superar las dificultades, alinear los intereses personales con los objetivos del equipo…
Llegar al máximo nivel, tanto en deporte como en cualquier otro ámbito de la vida, exige una mentalidad de aprendiz, ser insaciable en el afán de aprender y mejorar, de ser mejor cada día, de desarrollar el propio talento.
¿Puede estar preparado quien ha vivido en una burbuja artificial de consentimiento, sobreprotección, adulación, no teniendo que afrontar dificultades porque su entorno se lo ha dado todo resuelto? “Tener talento” no se puede confundir con “estar preparado”.
El “talento”, mal llamado por no serlo aún, es inútil si no es resolutivo, si no se expresa en las situaciones adversas, si no es solidario o al servicio del equipo, si no es resiliente o fuerte ante las dificultades, si no es proactivo, atrevido, emprendedor…
Razones que llevan al fracaso de “talentos precoces”
Desarrollar el talento es una labor que encuentra dificultades objetivas. A continuación, voy a identificar aquellas que en mi opinión surgen en el proceso de formación de los jóvenes futbolistas y les puede alejar de su sueño de llegar a ser futbolistas profesionales.
Las dificultades habituales que se encuentra cualquier chico/a en su proceso de formación como futbolista son las siguientes:
Dificultades relacionadas con la tarea.
Ser habilidoso, tener una buena calidad técnica, no es suficiente para jugar al fútbol. Hay que entender y dominar el juego (dominio táctico) desde la posición en la que se juega. El aprendizaje se produce de forma progresiva a través de las diferentes etapas formativas. El objetivo es preparase para dominar el juego en su nivel más complejo, lo que también supone una gran exigencia emocional relacionada con la concentración (lectura del juego), activación o intensidad, tomas de decisión (decidir rápido, antes del control), autoconfianza, gestión eficaz de la exigencia y la frustración, resiliencia (superar dificultades), autonomía emocional, convivencia y trabajo en equipo…
Hay que entrenar para elevar el nivel de dificultad al que se es capaz de jugar, cuando se consigue hay que seguir trabajando duro para volver a elevar el nivel. Siempre hay que tratar de ascender en la complejidad de la tarea o del juego. Es necesario comprender y dominar el juego en la posición en que se juega, estar abierto a dominar también el trabajo en posiciones afines (jugador polivalente), dominar el juego por líneas y el juego colectivo (equipo). Es un aprendizaje continuo en el que cada entrenador introduce matices.
Es un error pensar que uno tiene buenas condiciones (óptima coordinación) para jugar al fútbol y no darle importancia a aprender y dominar el juego.
Dificultades relacionadas con el proceso de aprendizaje.
Para aprender y mejorar hay que querer hacerlo. No aprende quien no quiere aprender o no ve la necesidad de aprender. Los jóvenes futbolistas, en su mayoría, están orientados en su motivación a superar a los demás, a ser titular, a jugar con continuidad, a promocionar a equipos de mayor nivel, a poder vivir del fútbol… Imperan las motivaciones relacionadas con la obtención de éxito o satisfacción del ego. Cuando las expectativas no se cumplen, se produce frustración.
En el joven futbolista hay que abrir la curiosidad y la inquietud por aprender y mejorar, por aprender y dominar el juego, por hacerlo hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy, por ir siendo más competente en la comprensión y dominio del juego y por ser mejor en todos los aspectos (desarrollo integral).
Desde la perspectiva del aprendizaje entrenar es un proceso de enseñanza-aprendizaje. El entrenador enseña y el futbolista aprende. En dicho proceso se produce el error: hay que entenderlo y saberlo gestionar. El entrenador corrige, vuelve a corregir, muchas veces delante de los compañeros… Hay que saber gestionar el aprendizaje permanente, la exigencia, las correcciones, la frustración, el enfado, el desánimo… No es fácil.
El entrenador debe responder a un perfil de educador, ha de involucrar al chico/a en su aprendizaje y mejora permanente, pero el chico/a debe querer aprender y ha de comprometerse con su propio proceso de aprendizaje, formación y desarrollo.
Dificultades relacionadas con el entorno.
El entorno muchas veces, más de las deseadas, se convierte en un obstáculo para la formación y desarrollo de los jóvenes futbolistas. Por entorno se entiende, familia (madre-padre), amigos, agente o representante, patrocinios, redes sociales…
El entorno ejerce un efecto bipolar, de extremos. Por un lado, se tiende a sobreproteger y adular de forma que el chico/a vive en una burbuja que nada tiene que ver con la realidad; por otro lado, se generan unas expectativas muy elevadas y de forma prematura que el joven futbolista malinterpreta (“tengo mucho talento”) y hace suyas (“el entrenador me tiene que valorar”, “no puedo fallar”, “necesito demostrar”). Resulta difícil que los padres se abstraigan de la posibilidad de tener un recorrido largo en el fútbol y traten a su hijo como lo que es, un joven en proceso de aprender a ser persona, y que necesita que le pongan los pies en el suelo cuando sea preciso.
Todos sabemos el poder del grupo de iguales (amigos/as) en la etapa adolescente o de juventud. Es necesario que la relación con los amigos no genere una disonancia o entre en conflicto con el estilo de vida de un deportista saludable. Con jóvenes que no tienen formado su carácter, su personalidad o un tanto desorientados, el grupo de amigos puede convertirse en un anclaje emocional en una dirección opuesta a la de un deportista saludable. El grupo de “amigos” puede llegar a chantajear esa amistad interesada jugando con el vínculo afectivo.
El agente es un recurso necesario en el fútbol actual pero no puede sustituir jamás a los padres o al propio futbolista en las tomas de decisiones referidas al futuro deportivo. El joven futbolista es material altamente sensible que requiere un trabajo riguroso, adaptado a la singularidad de cada caso (edad, carácter, vínculos afectivos, sociabilidad…)
Dificultades relacionadas con uno mismo.
El rival más exigente, más difícil, suele ser uno mismo. El desarrollo personal dota al joven futbolista de recursos o competencias emocionales que le preparan para la gestión eficaz de situaciones que vive y vivirá en el fútbol y fuera del fútbol. Las competencias emocionales ayudan a ser mejor futbolista, mejor profesional cuando no se llega a vivir del fútbol, y siempre garantizan equilibrio y bienestar emocional.
Nadie nace enseñado a nivel emocional. Todo se enseña, se aprende y se entrena hasta interiorizarlo e incorporarlo a la forma de ser. A ningún chico/a se le puede pedir que sepa gestionar situaciones que nunca ha vivido, las vive por primera vez. Ser muy habilidoso, tener una buena proyección deportiva, tener “talento” no se puede confundir con “estar preparado”.
Muchos son los aprendizajes emocionales que debe ir realizando el joven futbolista en las diferentes etapas para ir subiendo su nivel o ir desarrollando su talento. ¿Quién enseña? ¿Cómo se aprende a estar abierto siempre a aprender y mejorar, a estar centrado en el proceso de mejora, a entender el error, a gestionar la frustración, a superar las dificultades, a poner el talento al servicio del equipo, a desarrollar una óptima convivencia con los compañeros y miembros del cuerpo técnico, a gestionar los propios conflictos, a tener una sólida autoconfianza, a estar motivado siempre, a gestionar la exigencia, ansiedad, estrés, a estar concentrado, a disfrutar en la máxima exigencia y dificultad? No se puede dejar al libre albedrío, al azar, ni confiar exclusivamente en el socorrido “talento”. Sin competencias emocionales no hay talento. Debería incorporarse a la formación del futbolista y trabajarse de forma transversal por los entrenadores en entrenamientos, partidos, convivencia, desplazamientos…
Dificultades relacionadas con las lesiones deportivas.
Aunque existe un trabajo de tipo preventivo para evitar lesiones, hay que aceptar que la lesión también es un accidente que forma parte del juego. En algunos casos la lesión ha supuesto la retirada del fútbol a edades tempranas.
El joven futbolista debe dar valor al trabajo físico y preventivo, a cuidarse, a descansar lo necesario, a alimentarse de forma saludable, a gestionar bien el ocio y tiempo libre.
Las expectativas desproporcionadas nunca están justificadas, pero sabiendo que el riesgo de lesión está ahí no tienen sentido.
Soluciones para optimizar o rentabilizar el “talento precoz”
A modo de conclusión quiero señalar soluciones y recursos que ayudan a desarrollar y rentabilizar el talento.
- La formación del futbolista debe perseguir el desarrollo integral. Sin competencias emocionales no hay talento o no será resolutivo ni eficaz. El futbolista necesita de la persona para expresar y desarrollar su talento.
- No tiene sentido un culto al talento o al jugador “diferente” en edades tempranas. En etapas de formación no hablemos de talento sino de desarrollo del talento. En edades tempranas queda mucho para poder hablar de talento, queda mucho trabajo, aprendizaje y entrenamiento hasta dar forma a un talento resolutivo o efectivo.
- Dar valor al perfil personal y contexto sociofamiliar en la selección de los futbolistas. No se debe fichar exclusivamente atendiendo al mal llamado “talento precoz”. La preparación psicológica en un equipo profesional comienza eligiendo bien al futbolista en cuanto a su perfil personal. Preparación psicológica es sinónimo de la existencia de competencias emocionales y de un entorno favorecedor.
- Asesorar a madres y padres sobre cómo pueden apoyar de forma efectiva el desarrollo deportivo y personal de sus hijos deportistas. Los clubes deben apostar por las Escuelas de Padres.
- Potenciar una cultura del esfuerzo, trabajo, aprendizaje y desarrollo. No existe desarrollo del talento sin esfuerzo, trabajo y aprendizaje. Aceptaría que talento es un nivel óptimo de competencia resultado del buen trabajo de enseñanza-aprendizaje.
- Atender a la lógica de los méritos o a que se pueda acceder a situaciones de cierto privilegio exclusivamente como consecuencia del trabajo bien hecho. No tiene sentido que un niño lo juegue todo apelando a su talento, proyección, ficha o temor a que se enfade y se marche a otro club. Desde un enfoque educativo, así no se le ayuda, más bien se educa a un pequeño tirano que, a medida que crezca, se convertirá en un profesional caprichoso y egoísta, difícil de sobrevivir en un contexto de trabajo o vestuario exigente.
- Incorporar a profesionales de la psicología del deporte tanto en la formación de los jóvenes futbolistas como en los equipos profesionales. Cuando se adquiere cualquier maquinaria, se contrata un servicio de mantenimiento. En ocasiones se ficha a jugadores que suponen un elevadísimo coste económico, una inversión de riesgo, y no está previsto el apoyo personal o emocional. Resulta incomprensible.
- La competencia entre clubes no debería traducirse en una inflación económica del talento. El valor de un futbolista viene dado más por el interés o mercado que por sus condiciones.
- Se ha de llegar a que en los contratos haya alguna cláusula que obligue al profesional a comprometerse con el orden o disciplina profesional y personal, acorde al de un deportista.
- Es necesario arbitrar soluciones para que se eviten más “juguetes rotos” o “estrellas que dejan de brillar”, no solo por rentabilizar mejor la inversión económica en el fichaje del “joven talento”, sino porque se trata de personas que fracasan y arrastrarán secuelas el resto de su vida. Sabemos de los chicos que llegan y triunfan. ¿Cuántos se quedaron por el camino?, ¿qué ha sido de ellos? Es responsabilidad del fútbol y de la sociedad evitar el desastre personal.
A MODO DE CONCLUSIÓN
No debe hablarse de talento cuando no existe, mucho menos generar unas expectativas sobre algo incipiente que apunta pero que aún está por desarrollar, por formar, por preparar. El talento “maduro” o formado es un talento trabajado y desarrollado, que ha ido añadiendo a una buena predisposición o habilidad previa el valor del esfuerzo, una actitud de aprendizaje, una cultura de trabajo y entrenamiento, generosidad para ponerlo al servicio del equipo, resiliencia para superar dificultades, disfrute en la exigencia máxima, desarrollo personal para gestionar y dar sentido al “talento”… Hablar de talento de forma temprana es engañar al chico y conducirlo hacia el precipicio personal, es estrellarlo contra un fracaso del que será difícil levantarse.