Para hablar de malas dinámicas o de malos momentos, es importante que tengamos claro el punto de partida, el cual tiene una premisa fundamental: un deportista, entrenador/a, un familiar e incluso cualquiera de nosotros, sea del ámbito que sea o se dedique a la profesión que se dedique, atraviesa por buenos momentos y por malos momentos. Por lo tanto, considero importante partir de que no tenemos que evitar tener malos momentos, sino más bien disponer de herramientas para gestionarlos cuando ocurran si ocurren, que ocurrirán. Hay que ser capaces de utilizar las dinámicas negativas o malos momentos de manera eficaz, tratar de minimizarlos y gestionarlos de la mejor manera posible. Para ello, en este artículo vamos a compartir una serie de reflexiones sobre cómo poder gestionar los malos momentos de una manera más eficaz.
Indefensión aprendida
El hecho de cometer errores y, que estos sean repetidos o consecutivos en un periodo de tiempo determinado no debe hacer que entremos en una dinámica negativa. En este sentido, será necesario valorar si tenemos la percepción de ser capaces de sobreponernos a la situación o si, por el contrario, la indefensión es la sensación más agudizada. La indefensión aparece en las personas tras haber obtenido resultados negativos o ver que sus expectativas no se cumplen, cuando consideran que hagan lo que hagan, van a seguir fracasando. Cuando se concatenan malos resultados, es bastante fácil caer en una indefensión caracterizada por un estado de duda “permanente” sobre las propias capacidades, lo que activa estados de ansiedad y estrés. Esto debilita, a su vez, la autoconfianza lo que influencia negativamente en el rendimiento y la obtención de resultados. Se trata de un círculo vicioso que se retroalimenta: surgen las derrotas, la confianza se resiente, aparece la inseguridad y la siguiente vez que me enfrente a la situación, lo haré con muchas dudas, lo que aumentará la probabilidad de volver a fallar y alejarme más aún del rendimiento óptimo. Esta es la característica más importante de las malas rachas o dinámica negativa de resultados.
Sin embargo, es diferente cuando nos replanteamos si lo que estamos haciendo va encaminado a conseguir buenos resultados y a cuestionarnos los posibles errores que pudiera haber dentro del proceso, tanto en términos psicológicos como de otras variables que puedan influenciar en el rendimiento, ya que todo está interrelacionado, valorándolo desde un enfoque sistémico. Desde un análisis exhaustivo del proceso, es más fácil introducir ajustes o encontrar aspectos a mejorar, lo que evita caer en una respuesta emocional de indefensión.
En una dinámica negativa de resultados son muchos las variables psicológicas que pudieran estar afectando y que, por lo tanto, debemos considerar y tratar de mejorar:
- Pensamientos negativos
- Confianza del grupo o individual
- Motivación
- Cambio en las dinámicas grupales
El primer paso para revertir una mala dinámica comienza por un análisis exhaustivo de la situación.
En un primer momento debemos aceptar que tenemos un problema. Una vez aceptado… ¡Querer afrontarlo! El primer paso para solucionar un problema es admitir y ser consciente de que tenemos un problema. A veces se tiene la idea de que hablar sobre la situación o verbalizarla va a magnificar el problema. Se teme que admitir tener un problema pueda hacernos sentir vulnerables, atentando contra nuestra autoestima, como admitir que tener una debilidad genera inseguridad. Por ello, en esta primera fase es muy común evitar aceptar el problema buscando excusas o razones en causas externas, es decir, que no dependan de nosotros. Es común comentarios del tipo “no quiero hablarlo para que no se obsesionen”, “no vamos a decir nada a ver si lo vamos a convertir en un problema”. Son formas de pensar que evidencian un miedo a afrontar una situación que de por sí es normal y natural. Muchos deportistas, entrenadores/as se escudan en utilizar la falsa tranquilidad de que estamos bien para no entrar en “pánico”. Pep Marí comenta en varios de sus libros (equipos campeones o aprender de los campeones) que es fundamental aceptar la dinámica negativa de resultados. Marí habla de trabajar la humildad para poder admitir que estamos pasando una mala racha. Cuanto antes admitamos que estamos en un mal momento, antes estaremos en el camino de ponerle soluciones y, sobre todo, para darle normalidad a la situación, concepto del que hablaremos más adelante.
También es bastante frecuente que nos encontremos ante pensamientos pesimistas, anticipatorios de dificultades, incluso catastrofistas, autodiálogos como “no vamos a ser capaces”, “no levantamos cabeza” “nos vamos al pozo seguro”. Ello hace que nuestra autoestima también se vea afectada, porque supone aceptar que no somos capaces de sobreponernos. Tener un vestuario, deportista, técnico o persona con estos pensamientos y estas emociones hace que el nivel de confianza disminuya, sin capacidad para asumir retos, viviendo cada situación como una amenaza, interpretar la situación como negativa.
Realizar un análisis exhaustivo de las posibles causas
Una vez que hemos sido capaces de aceptar que estamos en un mal momento, todos nuestros esfuerzos tienen que ir encaminados a hacer un análisis exhaustivo de las causas. Tenemos que ser analíticos con la situación. Una estrategia que podemos utilizar en el análisis es a través de preguntas que hagan reflexionar. Estas preguntas pueden ser del tipo, ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Cuáles son mis puntos fuertes y cómo les puedo sacar partido? ¿Qué han hecho otros equipos o deportistas en estas situaciones? ¿Cómo afronto los partidos? ¿Qué estrategias puedo utilizar para mejorar mi rendimiento? Este tipo de preguntas son interesantes para valorar el nivel de activación que tengo a la hora de enfrentarme y también para valorar qué es lo que más me está afectando a la confianza, un análisis de nuestro estado fisiológico. También resulta eficaz en el análisis utilizar autorregistros de pensamientos para ver qué distorsiones o pensamientos automáticos están limitando mi rendimiento. Un ejemplo podría ser el de apuntar todas aquellas situaciones en las que tengamos un pensamiento que me haga sentir mal (triste, ansioso, dubitativo, culpable, frustrado…).
El primer paso para superar una mala racha es saber qué me limita a la hora de afrontar.
SITUACIÓN | PENSAMIENTO | EMOCIÓN |
---|---|---|
Una vez analizados esos pensamientos y saber qué es lo que me limita, tengo que empezar a cuestionar. ¿Por qué cuestionar? Muchos de esos pensamientos negativos (no voy a ser capaz, así es imposible, no lo voy a hacer nunca) tienden a limitarnos y es muy importante que les demos la vuelta, que seamos capaces de orientarlos hacia la acción, pensamientos proactivos por encima de pensamientos que me limitan. Los pensamientos negativos tienen el poder de hacerme creer que estoy en un pozo, en un bucle y para ello necesito darles ese matiz proactivo del que hablemos, en función a 3 parámetros.
Relativizar, normalizar, buscar excepciones, potenciar la autoconfianza…
Relativizar consiste en darle la importancia que realmente tiene, no más importancia de la que tiene, mucho menos anticipar dificultades o hacer catastrofismo. Ser capaz de ser lo más objetivo posible, muchos pensamientos tienen una carga emocional muy alta y a veces nos ponemos en lo peor. El hecho de no hacer una buena relativización nos coloca en una situación en la que percibimos que no tenemos salida, que estamos en un bucle y lo más importante de todo, tenemos la sensación de que hemos perdido el control de la situación por completo. Es importante relativizar el éxito y el fracaso, la victoria y la derrota o el acierto y el error. Hay que tener claro por qué hemos ganado o perdido y relacionarlo con lo que hemos hecho o no y qué podemos hacer que dependa de nosotros.
En muchas ocasiones, cuando estamos inmersos en una mala racha, tendemos a dramatizar y no ser capaces de valorar aspectos positivos que se hayan dado. Nos centramos, únicamente, en lo negativo. Relativizar en este caso, implicaría preguntarme, a pesar de no haber conseguido el resultado propuesto, ¿qué acciones hemos hecho bien y debemos seguir haciendo? Ser capaz de valorar aspectos positivos, por mínimos que sean, va a ayudar a nuestra autoconfianza.
Normalizar las situaciones es entender las situaciones desde la lógica y darles normalidad. Aunque no lo creamos, el hecho de que pensemos en una situación como algo excepcional, hace que esa situación adquiera una dimensión, también, excepcional. Hemos partido de la base de que es normal tener malas rachas y de que, tanto en la vida como en el deporte, lo lógico es acertar y fallar. Por lo que, si no dramatizamos el fallo, el error, lo normalizaremos. Hay que aceptar que es parte del juego, (¡hasta los mejores fallan y se equivocan!) Cuanto más normalicemos, menos importancia tendrá y menos poder le daremos. Si somos capaces de hacerlo, nuestro proceso, nuestro rendimiento irá orientado al proceso y no tanto a si sale bien o sale mal, ya que esto último hace que vivamos evaluándonos y eso suele generar problemas a nivel de confianza y añade estrés a nuestro rendimiento.
Buscar excepciones es algo muy eficaz en una mala racha. En qué nos vamos a focalizar, en qué vamos a centrarnos es fundamental para poder hacerle frente a una mala dinámica. Si fijamos nuestra atención y nuestros esfuerzos en lo que ha salido mal, seguramente no veamos salida. Si estamos pendientes de los errores o de lo que no podemos controlar, incluso querer controlarlo todo, es posible que nos cueste ver estrategias de afrontamiento y seamos reactivos. Sin embargo, lo que buscamos es ser proactivos, anticiparnos. Para ello es bueno que busquemos en qué momentos nos fue bien, en qué somos buenos y qué podemos hacer para gestionarlo. Se trata de que nos centremos en lo que podemos controlar y en lo que hemos hecho otras veces que hemos estado en estas situaciones y que nos ha servido. Es hora de buscar fortalezas y potenciar eso, enfocarnos en esos aspectos positivos.
SITUACIÓN | PENSAMIENTO | EMOCIÓN | PENSAMIENTO ALTERNATIVO | EMOCIÓN ALTERNATIVA |
---|---|---|---|---|
Fallo un golpeo | ¡No voy a dar un pase bien nunca! | Triste, nervioso | Sí, no ha sido buen golpeo, pero he hecho buenos golpeos hoy, voy a centrarme en lo que sé y lo que se me da bien, soy capaz, es normal fallar, a por la siguiente | Predispuesto, animado, proactivo |
Potenciar la autoconfianza
Otra herramienta para redirigir los pensamientos que nos puede resultar útil y que debemos reforzar es la autoconfianza, centrándonos en aquello que hacemos bien, en todas esas conductas, normas y ejercicios que el equipo admite como positivos y que gustan. Debemos hacer conscientes a los jugadores de qué cualidades tienen positivas y qué aportan al equipo para que sean participes de ese cambio de confianza. Debemos hacer que el jugador tenga percepción de control de la situación, ya que en una mala racha muchas veces creemos que no podemos hacer nada, o que hagamos lo que hagamos va a dar igual, ya que el resultado negativo se va a volver a dar.
Un ejercicio que podemos plantear es dividir el partido por franjas de 10 minutos y decir qué hemos hecho bien en cada parte y potenciarlo, ya que un partido consta de muchas fases y es importante ver que en cada fase hacemos cosas positivas. Las preguntas que debo hacerme son ¿Qué he hecho bien? y ¿En qué minuto? El objetivo es focalizar la atención es cosas que hacemos de forma positiva, en intentar que no nos centremos en el fallo y recuperar esa percepción de control que quizás hemos perdido por el resultado y centrarnos en conductas exitosas.
Establecimiento de objetivos
Una vez que hemos aprendido que los pensamientos tienen influencia totalmente directa sobre cómo vamos a afrontar una situación y que cambiar ese pensamiento o aceptarlo nos va a ayudar, vamos a ver cómo, desde una perspectiva de motivación, podemos orientarnos también a la acción y podemos elevar el nivel de atención en lo que realmente importa. Para ello, lo que os proponemos es el establecimiento de objetivos. Es una herramienta muy útil para poder orientar el rendimiento, debido a que marcarse una serie de pautas nos ayuda a orientar el camino por que queremos ir. También es muy interesante conocer cuáles son los objetivos del equipo. Este es un trabajo que hay que hacerlo de manera individual y colectivo ya que de esta situación vamos a tener que salir unidos y en la misma dirección. ¡Juntos!
¿Qué objetivos tiene esta técnica?
- El hecho de que nos fijemos objetivos incrementa la cantidad y la calidad de lo entrenos y del rendimiento si lo comparamos con aquellos deportistas o equipos que no los tiene fijados.
- Cambiar el foco del que antes hablábamos. El concepto o la idea de éxito no va a verse reducido a si pierdo o gano, sino a cumplir con los objetivos fijados. Es un matiz importante ya que, como hemos hablado antes, tenemos que asumir que la victoria no depende solo de nosotros, intervienen muchos más factores en ello. Proceso antes que el resultado, como ya comentamos.
- El aumento de la motivación ya que hacemos consciente al deportista de que cada día y cada tarea tiene un objetivo que perseguir y una meta que realizar. Aumentamos el compromiso y fijamos el foco de atención hacia el proceso.
¿Cómo deben de ser los objetivos?
- Lo más importante a destacar es que los objetivos tienen que ser formulados en positivo, deben de ser realistas y suponer un desafío. Es decir, deben ser lo suficientemente desafiantes como para motivarte, pero sin pasarse, para no generar frustración por ser considerados muy complejos de alcanzar. En un momento de mala racha, la confianza puede estar dañada, por eso es importante empezar por objetivos de dificultad progresiva.
- Es fundamental que los objetivos sean consensuados, no impuestos. Se puede hablar con el deportista para concienciarle de qué puede ser lo mejor y establecer una función de asesoramiento, pero lo ideal y para generar adherencia, es que se lo ponga el propio deportista o persona.
- Una vez hecho esto, y si estamos en un contexto de superar un mal momento, es muy valioso el hecho de que se expresen públicamente los compromisos fijados para que la adherencia sea también colaborativa.
- Es interesante que podamos evaluarnos teniendo para ello herramientas para poder ir generando un feedback sobre el nivel de cumplimento de los objetivos.
Estas pautas nos pueden ayudar a plantearnos unos objetivos que nos faciliten centrarnos en el proceso y no tanto en el resultado, lo que hará más fácil salir del bache en el que podemos encontrarnos.
Hablando más profundamente sobre el trabajo por objetivos, podemos matizar una parte individual y otra colectiva.
En la parte colectiva, quizás las expectativas que tiene el equipo influyen en su rendimiento. Si son desmedidas influirán para mal. Los objetivos que deben plantearse deben ser cortos, tal vez semanales, centrados en la tarea, y que puedan ser cuantificables.
Para este apartado podemos plantear otra tarea, utilizar el poder de los valores.
- ¿Qué tipo de equipo somos?, ¿Qué tipo de equipo queremos ser? Los valores está bien trabajarlos, pero lo que realmente es eficaz es, una vez definidos los valores, establecer conductas, lo más concretas posibles (cuanto más, mejor) y utilizar esos comportamientos para ir acercándose a esos valores. Eso nos dará identidad colectiva y objetivos comunes. Y esos comportamientos serán específicos, por ejemplo, si quiero ser un equipo que trabaje el valor del compromiso, puedo valorar comportamientos tales como recoger el material y hacerme responsable de él después de cada tarea, ir a los entrenos de manera habitual, chocar la mano cada vez que salga o entre del campo, animar a mi compañero tras un error… Todos estos comportamientos nos van a servir para trabajar estos valores y pueden ser desarrollados en diferentes dinámicas grupales.
A nivel individual, podemos trabajar con los jugadores en torno a 5 puntos:
- Valoración del jugador. Darles un listado de cualidades asociadas a su deporte y que vayan eligiendo 2 cada mes, que será consensuada con nosotros.
- Entrevista con el jugador. Desmigar los objetivos a conductas muy concretas y conocer fortalezas y debilidades.
- Elección de objetivos. Ponerlo por escrito para poder ir evaluándolo cada día o cada semana.
- Preparar tareas analíticas globales o de vídeo para que nos veamos cómo desempeñamos esos objetivos y podamos desarrollarlos.
- Reevaluación de cada objetivo.
Conclusión
Es importante que en una situación como es la de una mala racha sepamos aceptar que estamos en ella y trabajemos esos pensamientos de una manera práctica. Una vez tengamos eso, podemos ir planteando objetivos – bien colectivos o bien individuales (o ambos) – para poder ir construyendo sobre una base solida centrada en el proceso y minimizando la importancia del resultado. De las malas rachas se sale. Hay que tener paciencia, hay que trabajar herramientas psicológicas y gestionar frustraciones e inseguridades, pero todo pasará y nuestro rendimiento volverá al nivel que queremos e incluso, en algunas situaciones, volveremos más fuertes.