Pasaron los días de confinamiento, se hizo muy largo especialmente para los niños/as. Las personas responsables, que son la inmensa mayoría, permanecieron en sus casas, en familia. Un colectivo especial en esta pandemia es la infancia, no porque sean susceptibles de contagiarse, sino porque viven una situación nueva, diferente, que muchos no llegan a comprender bien, como los más pequeños.
Se ha roto su rutina cotidiana. Han dejado de ir al colegio, no tienen contacto con sus amiguitos si no es a través de plataformas online, sus padres en su mayoría han dejado de ir a trabajar o son los únicos que siguen trabajando, el espacio de convivencia se queda pequeño, disminuye el interés por los juegos y juguetes cansados de jugar a lo mismo todos los días, con el devenir de los días aumenta su hastío, aburrimiento, surgen enfados, peleas con los hermanos, reprimendas por parte de los padres…
Proteger y educar es mejor que consentir o malcriar
Lo primero, siempre, es proteger a los niños porque se trata de un material muy sensible. No solo hay que protegerlos respecto al virus, sino protegerlos en su desarrollo para que esta etapa sea una etapa más en su desarrollo evolutivo y no deje en ellos secuelas de ningún tipo. Los niños tienen necesidades básicas que evidentemente hay que atender, como alimentación, cuidado, aseo o higiene, afecto, juego, iniciarse en las relaciones con sus iguales… Atender y satisfacer las necesidades de los niños no puede derivar en consentirles y malcriarles cayendo en un proteccionismo exagerado guiado más por la comodidad de los padres, para que no lloren y no den problemas.
La pandemia, etapa de estar más en casa, ofrece una buena oportunidad de educación y aprendizaje mutuo, padres-hijos. Si los padres nos dejamos llevar por un sentimiento de compasión hacia ellos por tener que estar en casa sin salir o por la comodidad inmediata de que no den problemas, el confinamiento puede convertirse en una etapa de desaprendizaje respecto a los buenos hábitos o de mal aprendizaje de actitudes egoístas y tiranas. En esta situación los niños pueden desorganizarse, alterar los horarios, mostrar actitudes caprichosas, pueden activarse en exceso, abusar de las nuevas tecnologías, acostarse a deshoras y levantarse tarde… Es una tendencia natural. Ante ello los padres pueden dejarse llevar hasta que termine la pandemia o pueden hacer justo lo contrario, enfrentase a la situación siendo conscientes del importante papel que tienen como educadores y así que sus hijos aprendan algo positivo de ella.
También es una oportunidad de aprendizaje para los propios padres. En una sociedad del cambio, diversa y tecnológica, muchos padres y madres trabajan, queda poco tiempo para convivir con los hijos. La convivencia obligada por el confinamiento también es una oportunidad para que muchos padres tomen conciencia de la responsabilidad que tienen como educadores.
Ordenar rutinas, potenciar hábitos
Ahora los más pequeños van al colegio, los mayores lo hacen de forma semipresencial. No deja de ser una situación especial o diferente para todas las edades en etapa escolar.
Aunque se resistan, los niños agradecen tener orden. Por tanto, la primera sugerencia es ordenar las rutinas del día mediante un horario en el que quede muy claro qué hacer en cada momento del día, a qué hora levantarse, cuándo realizar las tareas escolares y estudiar, cuando jugar, cuando ver la televisión, cuando conectarse con internet, cuánto tiempo dedicar a hablar con los amigos/as, a jugar online, a qué hora se come y se cena, cuándo es la ducha… No disponer de un horario se traduce en improvisar, negociar, regatear, ceder, reprender, discutir, lo que supone mucho desgaste para todos, padres e hijos.
En el horario también se deben contemplar las tareas domésticas que cada uno asume en casa, como hacer la cama, mantener ordenada la habitación, poner o quitar la mesa, llenar o vaciar el lavavajillas… En el horario también se debe especificar el tiempo de descanso, por ejemplo, después de comer o antes de acostarse.
El horario debe hacerse conjuntamente, es deseable que el primer borrador sea propuesto por el niño o niña, debiendo los padres ajustarlo simplemente. No se debe imponer de forma taxativa, conviene justificar su necesidad, alentar a que la propuesta de horario se haga y buscar un consenso para su cumplimiento. El horario debe estar a la vista y puede ir acompañado de un seguimiento con posits o pegatinas de colores que indiquen “cumplido” o “no cumplido”.
Lo ideal es que ambos padres participen, también elaboren su horario en el que incluir sus obligaciones, entre las que reflejarás sus obligaciones laborales (teletrabajo). A los padres no les va a costar hacerse un horario que seguramente cumplen con creces. Que los padres hagan su horario refuerza la idea de una táctica común en casa por parte de todos, en la que ellos tratan de dar ejemplo.
El orden ayuda, desde el orden es más fácil mantener y potenciar hábitos saludables, se favorece la convivencia, se reducen los problemas de conducta, se genera mejor ambiente en casa, se discute menos. El desorden activa y genera dispersión. Los niños prefieren el desorden, pero sufren mucho en él.
Generar un clima afectivo, evitar reprimendas, enfados y castigos
Cualquier persona, no solo los niños, responde mejor a una manifestación de cariño que a un grito o enfado. Si hay cierto orden, un plan para el día, simplemente hay que animar a hacerlo y reforzarle, si lo intenta o lo hace, mediante alabanzas, gestos, manifestaciones de alegría, aunque no esté perfectamente realizado. Las personas crecemos a partir de lo bien hecho. El halago y el reconocimiento nos impulsan, nos llevan a volverlo a intentar, a mantener nuestro comportamiento, aumentan nuestra motivación y autoconfianza, y mejoran las relaciones personales. Nunca es peligroso alabar, halagar, mostrar alegría, hacer gestos de aprobación, en exceso.
Hay que evitar sermonear, reprender, hacer reproches continuos, dejarse llevar por los nervios, enfadarse, gritar, castigar… Deterioran mucho el clima afectivo y de convivencia, pueden generar distancia, poner a la defensiva, buscar mecanismos de escape (mentiras) y hasta llegar a acostumbrarse… Si uno reprende más que alaba, debe hacérselo mirar, es una táctica ineficaz que tiene efectos secundarios.
Todos tenemos un umbral de aceptación de críticas y reproches. Cuando superan ese umbral, nos ponemos a la defensiva y no escuchamos, lo vivimos como una agresión. Entonces pierde sentido seguir haciendo reproches, correcciones, reprimendas. No convirtamos el hogar en un infierno.
¿Qué hacer cuando el niño/a no cumple con el plan previsto? Si se está utilizando como estrategia reforzar el comportamiento correcto, bastará con una táctica muy simple, poner cara seria, mostrar un enfado sereno y no permitir que el niño/a acceda a hacer aquello que más le gusta. No es castigo, simplemente es una actividad que no merece realizar por no haber cumplido el compromiso pactado, ha renunciado con su comportamiento a lo acordado. Por ello conviene colocar en el horario las actividades de juego o de ocio al final de la mañana y de la tarde. Si no se ha cumplido con lo pactado, no debe haber sermón, reproche, menos aún enfado, simplemente no accede a su actividad de juego, sin más. Al día siguiente podrá hacerlo si colabora y cumple lo acordado.
Lo que sugiero es un comportamiento lógico, sereno y afectivo por parte de los padres, que pretende ordenar un poco la convivencia y ayuda a seguir educando a sus hijos.
Apoyar el estudio, realizar tareas escolares
Si no se puede ir a la escuela de forma habitual nunca es tiempo de vacaciones. El curso sigue, aunque ha cambiado radicalmente la metodología de trabajo para los estudiantes. No asisten al colegio, estudian desde casa. Deben mantener contacto periódico, mejor semanal, con sus maestros/as o profesores/as. No hay excusa para no hacer nada, menos aún “no tengo nada que hacer”. Tienen el curso iniciado y han de finalizarlo con evaluaciones positivas. No vale excusa alguna para suspender, ni siquiera esta situación excepcional. Las excusas son para los vagos. Sólo si se está enfermo es posible descansar.
En el horario semanal deben estar prevista la dedicación semanal al estudio, cinco días de estudio y deberes, de lunes a viernes. La dedicación correcta para las tareas escolares dependerá del nivel educativo. Sugiero el siguiente tiempo:
- Primaria: dos periodos de 1:30h/día, uno por la mañana y otro por la tarde
- ESO: dos periodos de 2h/día, también uno por la mañana y otro por la tarde
- Bachiller: dos periodos de 3h/día, lo mismo, uno por la mañana y otro por la tarde.
Algunas recomendaciones básicas para apoyar el estudio por parte de madres y padres son las siguientes:
- Se debe estudiar siempre en el mismo sitio. Lo ideal es habilitar un espacio de estudio-trabajo, preferentemente en la habitación.
- No se puede disponer de teléfono móvil ni internet mientras se estudia, salvo que sea necesario para consultar.
- La habitación no puede permanecer cerrada. Alguno de los padres observará si se aprovecha el tiempo de estudio.
- Alguno de los padres ayudará al hijo/a si tiene dudas o encuentra dificultades en el desarrollo de las tareas. Debe hacerse responsable de ayudar al estudio, no el que tenga mayor nivel educativo, sino aquel que tenga más paciencia y sea mejor pedagogo.
- Evitar levantarse repetidas veces con diferentes excusas, lo que interrumpe, rompe la concentración y hace muy difícil el estudio efectivo.
Para los estudiantes más mayores (ESO, Bachiller, Universidad) la cuarentena es una buena oportunidad para constatar que el protagonista y el verdadero motor de su formación es el propio estudiante, es uno mismo, no son los profesores. Si uno no tiene interés en su formación académica, no puede esperar que los demás le enseñen. También es una buena oportunidad para comprobar que se aprende más haciendo que escuchando, es decir leyendo, consultando en internet, resolviendo ejercicios y problemas, realizando tareas, compartiendo dudas con compañeros… mucho más que escuchando una explicación tras otra, como muchas veces les sucede en el colegio.
Convivir con la imperfección
La pandemia debe ser una etapa de paciencia y no puede convertirse en un momento para ser estrictos, taxativos, exigentes y perfeccionistas. Aquellas personas que son demasiado organizadas, muy ordenadas, un poco rígidas tienen la oportunidad de aprender a ser un poco más flexibles. Si no lo hacen lo van a pasar mal.
Es necesario rebajar el nivel de exigencia respecto al orden, respeto, silencio, convivencia tranquila… Con todos en casa no es posible. No se puede aspirar a que la casa esté limpia como una patena, pulcramente ordenada y sea un rincón de paz. Esto será después de la cuarentena.
Tampoco hay que caer en el extremo opuesto, dejar que arda Troya. De ahí las orientaciones dirigidas a ordenar responsabilidades, rutinas y horarios, aunque con cierta flexibilidad.
Realizar tareas o actividades juntos
Es aconsejable planificar a lo largo del día alguna actividad para realizarla juntos, en familia. Se trata de compartir tiempo, acción, objetivo, calidad de vida familiar.
Se puede estar juntos, pero cada uno metido en su mundo virtual, más cerca de personas que viven a miles de kilómetros que de tus padres y hermanos que están sentados a tu lado, o bien juntos, pero discutiendo. No tiene sentido. También es absurdo vivir recluido en la habitación si contacto con poco el resto de la casa, vivir como si estuvieras contagiado sin estarlo.
Es posible hacer familia durante estos días. Hay que elegir una actividad, preferentemente de ocio o lúdica, y un tiempo para coincidir todos juntos. Por ejemplo, jugar a juegos de mesa, ver y comentar una serie… Ha de ser una actividad que resulte de interés para todos. No os sorprendáis si hay poco en común, puede ser un buen momento para buscar y encontrar más afinidades.
No confundir esta orientación con estar todo el día juntos. Los más pequeños demandan atención permanente. Es lógico, pero agotador. No caigáis en el chantaje emocional de ser el centro de atención. La situación de confinamiento es una buena oportunidad para que los niños pequeños vayan aprendiendo a jugar o entretenerse en algún momento solos y que también han de respetar el tiempo de sus padres. Es una oportunidad para educar en una autonomía incipiente de los más peques.
Ante la socorrida queja “me aburro”, no se debe claudicar, no hay que rendirse. Si diariamente se comparte un tiempo y alguna actividad se realiza con los hijos/as, si se le ha ayudado en sus tareas escolares, gestionar y resolver su aburrimiento es su problema. Ante dicha queja cabe una respuesta, ¿qué vas a hacer tú para no aburrirte?, tú verás lo que haces. No se debe generar una dependencia de los hijos/as respecto a los padres cuando, además, están perfectamente atendidos.
Observar, preguntar y dar respuestas que tranquilicen
¿Cómo están viviendo los niños esta situación a nivel emocional? Cada uno lo vive a su manera, según su carácter. Hay niños que son más reservados, reflexivos, poco expresivos, viven en su mundo, les cuesta expresar sus emociones… Cualquier niño/a es sensible, impresionable, emotivo, aunque no lo aparente.
Muchos niños se pueden sentir extraños, diferentes a nivel emocional, no como antes. Les resultará difícil entender qué les sucede, notarán cambios imprevistos en su estado de ánimo. A alguno le puede costar conciliar el sueño.
Hablar continuamente del coronavirus y la pandemia, estar expuesto todo el día a las noticias de los diferentes medios de comunicación, es angustioso para los adultos, mucho más para los niños. No se puede consumir información del coronavirus durante veinticuatro horas. Se ha de dar normalidad a las conversaciones y lo que se ve en la televisión. Después, el adulto puede consultar en internet los medios de comunicación para mantenerse informado, pero no debe hacerlo delante de los niños, mucho menos comentándolo con ellos.
Se va a alargar la pandemia. Cuanto antes se aprenda a vivir con normalidad en la nueva situación mejor será para los niños. Sin duda, esta etapa dejará secuelas a nivel emocional en niños y adultos. Los psicólogos lo sabemos bien. Se trata de actuar con sensatez y eficacia para reducir dificultades que pueden surgir posteriormente, cuando se supere la situación.
A pesar de actuar de una forma lógica y coherente, cada hijo lo vivirá de diferente manera. Hay que observar a los hijos sin que se den cuenta, sin que se sientan invadidos, sin trasladarles o proyectar sobre ellos los miedos de los padres. Si se perciben cambios en el comportamiento habitual o a nivel anímico es conveniente preguntar abiertamente, no esperar a que el niño/a exprese sus emociones. Las respuestas deben ser replicadas con nuevas preguntas, de forma que se sienta escuchado, comprendido y ayude a obtener una información amplia sobre cómo es su sentimiento.
Las respuestas no pueden ser vagas, inespecíficas, técnicas, más allá de la comprensión de cada edad, mucho menos irónicas. No se puede rehuir ninguna pregunta. Las respuestas deben ser concretas, apoyadas en un lenguaje operativo, referido a hechos, y no ambiguo o abstracto, apoyado en conceptos genéricos. Se debe responder a las dudas planteadas, siempre desde la serenidad, apelando a que ya se está haciendo en casa todo lo que se debe hacer para seguir bien, a que debe sentirse seguro y protegido porque ahí están sus padres para cuidarlo, y se ha de fomentar el optimismo.
Sugiero a los padres enseñar ejercicios de relajación a los hijos/as más pequeños y realizarlos con ellos en forma de juego. Si observan que están demasiado activados deben hacerse. Son ejercicios que duran poco tiempo y se deben realizar una o dos veces al día. En internet hay una buena muestra de ejercicios. Tienen un efecto muy positivo en diferentes sentidos.
Descubrir y entender la muerte
Los niños oyen hablar de víctimas, de muertos por el coronavirus. Puede ser que hayan vivido de cerca la muerte de un familiar o persona conocida. Es posible que el niño/a pregunte “¿nos vamos a morir?”. La respuesta no puede ser evasiva o simplemente sonreír. El niño puede tener dudas, sentir temor. No veamos a los niños desde nuestra mentalidad de adultos. Nosotros lo tenemos bastante claro, ellos no.
Los niños/as descubren la muerte sobre los 6 o 7 años y les entra miedo a que se pueda morir su papá o mamá. Es un suceso evolutivo lógico que el niño resuelve de forma lógica con sus padres, tal como surge. Puede ser que esta situación haga que surja la idea de la muerte por primera vez. En otros casos, deseo que los menos, pueden vivir la desgracia de que se muera algún abuelo suyo o de algún amiguito/a.
Los padres no deben tomar la iniciativa y hablar de la muerte, porque sí. No es eso. Pero deben estar preparados y entender que puede darse alguna pregunta en este sentido. Deben abordarlo de manera serena y lógica, desde el ciclo vital, y siempre tratando de reducir el temor. Si se pregunta, es que hay miedo, puede ser que habiéndolo no se exprese.
Se puede hablar abiertamente y con naturalidad de la muerte como un suceso del ciclo vital del ser humano. Todos nacemos y morimos. La inmensa mayoría de personas vive hasta muy mayores, los 85 años. El virus está haciendo que enfermen personas mayores, los abuelos, pero la mayoría se van a curar, también muchos abuelos. Aquellos a los que les pilla más débiles se pueden morir. Por eso estamos todos más en casa, para protegernos del virus y sobre todo proteger a nuestros abuelos. Luego ya cada uno puede apelar a sus creencias.
Sentido común, conciliar, acercar posturas
Un porcentaje amplio de niños/as son hijos de padres separados o divorciados. Es una realidad que no se puede ignorar. Solo quiero trasladar una reflexión en favor del menor, niño/a.
Bastante difícil es la situación actual para todos, más para los niños, no la hagamos más difícil los adultos. A ambos padres les quiero recordar que no es momento de disputas, rencores y venganzas que seguro se van a volver en contra y va a sufrir en primera persona el niño/a. Debe prevalecer la salud, la protección y la salud emocional del menor. El único enemigo común es el COVID-19.
A modo de conclusión:
A nivel familiar, la pandemia supone un auténtico desafío. Esta situación está generando muchos inconvenientes dentro de casa, pero también abre muchas oportunidades que no se deben dejar pasar. Aprovechar la situación para educar y aprender todos juntos, poder superarla unidos, es un desafío común, colectivo, que ayudará a crecer a la familia y a cada uno de sus miembros. Se puede salir de esta cuarentena orgullosos como familia, más unidos que nunca, o se puede recordar como una dura etapa dura que casi acabó en guerra civil.
Este artículo corresponde a la serie de artículos que se han redactado durante el confinamiento por el COVID-19.
Artículos publicados:
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- Cómo sobrellevar la cuarentena con niños
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