Entrenar la resiliencia: cómo superar las dificultades

José Carrascosa
Entrenar la resiliencia: cómo superar las dificultades

Sobradamente preparados, pero “blanditos”

Los jóvenes de ahora son la generación que posiblemente esté más preparada de la historia de la humanidad. Muchos acumulan varias titulaciones universitarias, hablan varios idiomas, manejan las nuevas tecnologías, están muy viajados (erasmus, intercambios…), tienen amigos por todo el mundo, viven abiertos en este mundo global. Pero ¿qué les sucede a estos jóvenes tan preparados cuando encuentran dificultades? Pues, suelen agachar la cabeza, se desaniman, unos se agobian, otros se enfadan, otros abandonan. Suelen gestionar mal las dificultades.

La explicación está en mecanismos propios de la sociedad actual, en cómo se vive y cómo se educa… A los jóvenes se les da casi todo hecho, se les facilita en exceso la gestión y resolución de situaciones, se les sobreprotege, madres y padres les consienten por evitar el conflicto, maestros y profesores les dan mil oportunidades, se lo ponen fácil, hasta rebajar la exigencia. Me sorprende ver que los padres acompañan a los alumnos a la prueba de selectividad, les hacen la matrícula en la universidad, se disgustan más que sus hijos ante un suspenso, se les regala el coche o la moto sin que les cueste esfuerzo ni dinero, se les cocina en casa a la carta, regresan de fiesta a la hora que sea aun siendo demasiado jóvenes, con diez años todos disponen de teléfono móvil con internet… Existe una cultura de mimo y protección innecesaria, de atención excesiva, para que no se frustren, para que no sufran… Vivimos en una cultura de allanar el camino, de retirar las piedras para que los jóvenes no tropiecen y caigan.

Este proceder genera un producto educativo: jóvenes poco resilientes, que no saben afrontar y gestionar las dificultades, los cambios, las adversidades, los imprevistos, la elevada exigencia, las correcciones…  No saben gestionar la frustración, no entienden un NO: “no puede ser”, “no me ha salido como esperaba”, “no lo has hecho bien”. Esa intolerancia a que no se cumplan las propias expectativas, ese no saber gestionar la frustración, lleva en algunos casos a la tiranía emocional o a exigirlo por las bravas, especialmente a sus padres.

Este perfil de “blanditos” es común en todos los ámbitos: como estudiantes, deportistas, hijos, en las relaciones afectivas y de amistad… Ante las dificultades, el patrón de respuesta es muy similar. Entre los jóvenes actuales son pocos los que dan un paso al frente y afrontan las dificultades con entereza, sabiendo estar, buscando soluciones e insistiendo hasta superarlas o resolverlas. Son tan pocos que llaman la atención, siendo muy valorados porque no abundan. Entre tanta preparación, ser resiliente puede marcar la diferencia.

Sobreprotección, escasa competencia, poca resiliencia

Existe unanimidad en que nuestra sociedad sobreprotege a los niños y jóvenes, se les facilita y les ayuda en exceso, evitando que tropiecen y caigan, que se frustren, sufran… Madres y padres tienden a justificar a sus hijos, a poner en duda a quien osa corregir a su hijo, cuestionan a profesores, a entrenadores… “¿Eso ha hecho mi hijo? Imposible” dicen a menudo. Se les allana el camino en exceso, se les da casi todo hecho, se les arrebatan sus problemas haciéndolos suyos los padres, profesores y entrenadores. El resultado de este enfoque educativo es la escasa competencia para afrontar y superar las dificultades. Los jóvenes pueden ser brillantes en cuanto a su formación académica, pero son poco competentes ante la dificultad, disponen de pocos recursos para afrontar y superar las dificultades. Ante tanta sobreprotección no tienen apenas experiencia en afrontar problemas y dificultades, sin haber tenido la oportunidad de entrenar la resiliencia de manera natural, a través de experiencias vitales. No coincido con esa aspiración de “es una suerte no tener problemas”. Más bien pienso lo contrario, es una desgracia vivir en una burbuja sin estar expuesto a las dificultades porque la vida fácil lleva a ser un perfecto “inútil”.

¿Qué es la RESILIENCIA?

La resiliencia es una competencia emocional relacionada con la gestión eficaz de situaciones adversas, que consiste en adaptarse positivamente o saber resolver con eficacia las dificultades, conflictos, cambios, imprevistos, contratiempos, adversidades… A nivel físico y químico la resiliencia es la capacidad de un material para recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y a pesar de los esfuerzos que se puedan hacer para deformarlos. En el ámbito psicológico, resiliencia se refiere a sufrir situaciones estresantes y no verse afectado emocionalmente por ello.

Podemos concretar la resiliencia en actitudes, comportamientos o desempeños concretos, observables y evaluables, que facilitan su enseñanza o entrenamiento.

¿Qué actitudes y conductas (desempeños) hay detrás de la resiliencia?

La resiliencia se observa cuando ante la exigencia y la dificultad se dan los siguientes comportamientos:

  • Entender las dificultades y vivirlas como una oportunidad para aprender, mejorar, evolucionar, entrenar competencias necesarias para superarlas.
  • Entender y aceptar los cambios inherentes a una sociedad en permanente evolución y cambio.
  • Entender y aceptar la aparición del conflicto, aceptar que el conflicto vive a la vuelta de la esquina. Es muy fácil que surja el malentendido, la discrepancia, la rivalidad… El conflicto puede darse en cualquier ámbito de nuestra vida.
  • Entender y gestionar la frustración. Es lógico sentir frustración cuando las expectativas no se cumplen, cuando no las cosas no salen como uno espera, cuando surgen conflictos… Sentirse contrariado es normal. Lo importante es saber gestionar esa contrariedad para que no evolucione hacia emociones como enfado, desánimo, decepción, ensimismamiento, inseguridad…
  • Percibir de forma objetiva, identificar hechos o situaciones para trabajar sobre ellos con eficacia y practicidad. No dejarse llevar por impresiones, suposiciones, juicios de valor que llevan a interpretar desde la carga emocional, distorsionando la realidad, exagerándola, más que percibirla de forma objetiva.
  • Perseverar, seguir trabajando de forma inteligente, con tranquilidad y confianza en reparar el error, en la búsqueda de soluciones, en gestionar los cambios…
  • Convertir el problema en reto o desafío, en una meta a alcanzar de forma que no se afronte desde el riesgo, amenaza o temor que conlleva sino como conquista, aspiración, superación, aprendizaje y desarrollo.
  • Moverse por nuevos y sucesivos retos, sustituir un reto alcanzado por otro nuevo, ser insaciable desde una actitud proactiva, de tener iniciativa y provocar lo que uno pretende que suceda.
  • Vincular esfuerzo, dificultad, superación y disfrute. Las mayores satisfacciones acompañan siempre a mucho esfuerzo y la superación de grandes dificultades.
  • Erradicar la cultura del enfado. Uno se convierte en su mayor enemigo cuando da rienda suelta al enfado, ya que se genera malestar, deteriora las relaciones personales y complica aún más la situación que lo ha generado. Se dice de las personas que se enfadan con facilidad que “tienen mucho carácter”. No estoy de acuerdo. En realidad, tienen mal carácter y ellas son las primeras en sufrir las consecuencias de sus enfados.
  • Erradicar la cultura de las excusas y justificaciones. La excusa deja tranquilo a corto plazo, pero no resuelve ninguna situación y hace más vulnerable ante dificultades, cambios y conflictos. Estamos en la sociedad del “es que…” Existe poca autocrítica, no se quiere aceptar la responsabilidad del propio error.
  • Gestionar la ansiedad y el estrés. Ante situaciones difíciles toca pasarlo mal, sentir cierta ansiedad y estrés. Puede entenderse como una “ansiedad y estrés buenos” porque ponen en alerta y predisponen a prepararse para superar la situación de dificultad. En la medida en que se entiende y se tolera ese malestar emocional inherente a las dificultades, se va produciendo una tolerancia y adaptación a las dificultades. Evitar las dificultades, situaciones ansiógenas y estresantes, es un mecanismo que resuelve el malestar de forma inmediata y va haciendo a las personas más vulnerables, muy poco resilientes.
  • Prepararse para un largo recorrido, perseguir el desarrollo y la excelencia personal. Aprender, entrenar y desarrollar la resiliencia es garantía de llegar lejos en cuanto a objetivos profesionales, personales y de bienestar emocional. No llegan los “mejores”, sino aquéllos que superan cualquier obstáculo.
  • Estar preparado siempre, hasta para los imprevistos. Aceptar, convivir y saber gestionar cualquier dificultad, cambio y conflicto lleva a estar preparado hasta para los imprevistos.

La RESILIENCIA es una competencia emocional imprescindible para COMPETIR y SER COMPETITIVO, entendido competir como un proceso de superación personal, de aprendizaje y mejora permanente, de búsqueda de la excelencia deportiva y personal.

¿Cómo entrenar la Resiliencia?

¿Cómo se aprende a ser resiliente? La respuesta es muy lógica: encontrando dificultades y problemas, viviéndolos y debiéndolos gestionar. El mejor entrenamiento en resiliencia es la vida misma. Vivir ofrece la oportunidad de un entrenamiento transversal, insertado en los diferentes ámbitos, social, afectivo, laboral, personal… Escapar de o evitar las dificultades impide el entrenamiento natural y su aprendizaje consiguiente.

Plan de afrontamiento y gestión de las dificultades

Sugiero a continuación un PLAN DE AFRONTAMIENTO Y GESTIÓN DE LAS DIFICULTADES que se puede aplicar con cierta flexibilidad a cualquier situación.

1. ACTITUD RESILIENTE

  • Aceptar la existencia de dificultades y conflictos. Tratar de vivir sin dificultades es un absurdo, una expectativa imposible de cumplirse que hace a las personas vulnerables, poco resilientes, y por ello multiplica las dificultades.
  • La dificultad es un estímulo, hay que vivirla como una oportunidad para desarrollar habilidades y competencias de todo tipo y especialmente las referidas a la resolución de conflictos o problemas y tomas de decisión.
  • Entender y aceptar el coste emocional que generan las dificultades. La tensión emocional acompaña a un momento de dificultad. Es normal, hay que entenderlo, es inherente a la situación. Esa tensión no debe confundirse con temor o miedo. Es una tensión que bien gestionada ayuda a crecer.
  • Vivir la dificultad como un desafío o meta. No hay por qué vivir la dificultad como un problema, sino más bien como un desafío, objetivo o meta a conseguir o superar.
  • Gestionar la frustración. Es normal fruncir el ceño o sentirse contrariado cuando surge la dificultad. Es clave que la frustración no derive en un enfado o desánimo descontrolados porque impide mantenerse inteligente en la búsqueda de soluciones. Es de inteligentes mantener la calma.
  • Erradicar las excusas y justificaciones. La excusa es una coartada para no afrontar las dificultades. Es un mecanismo de autoengaño que deja relativamente tranquilo, porque resuelve la frustración, pero aparta de las soluciones eficaces.

2. COMPORTAMIENTO RESILIENTE

  • Responder con aceptación cuando surge la dificultad. ¡Es normal! Nadie desea que surjan las dificultades, pero surgen inevitablemente en cualquier ámbito de nuestra vida diaria. Hay que entenderlo y aceptarlo, llevarlo con filosofía.
  • Trabajar en la búsqueda de soluciones. Actuar con inteligencia más que con corazón, analizar los hechos y ponerse manos a la obra para gestionar la situación con eficacia.
  • Perseverar, insistir y mantener la expectativa de resolver la situación hasta su resolución. No rendirse.
  • Compartir y buscar ayuda comprometen más en la superación de dificultades.
  • Atender al feedback inherente a avanzar en la búsqueda de soluciones va señalando el acercamiento a la solución.
  • Celebrar y disfrutar tanto o más del proceso de mantenerse en la búsqueda de soluciones como de la resolución o superación de una situación de dificultad. Superar un momento difícil da satisfacción, pero más aún debe darla ser consciente de cómo se gestionó ese momento hasta superarlo.

Se aprende la resiliencia encontrando, gestionando y superando dificultades. El mejor entrenamiento de la Resiliencia consiste en experimentar muchas veces este plan de afrontamiento, en vivir dificultades y problemas y tener la oportunidad afrontarlos y resolverlos desde una actitud y proceso similares. Escapar de la situación o responder desde una estrategia de ensayo-error no ayudan a desarrollar la competencia emocional de la Resiliencia.

Educar o enseñar RESILIENCIA

Madres y padres desde una temprana edad, maestros y profesores en la escuela o colegio, entrenadores desde el deporte, tienen la oportunidad de enseñar y educar en Resiliencia.

El mejor mecanismo de aprendizaje es el modelado o aprendizaje por imitación. Los adultos deben ejercer como expertos o modelos positivos de personas resilientes en la gestión y resolución de las dificultades. El adulto debe ser un ejemplo de cómo afrontar y superar las dificultades.

Para ello hay que aprovechar cualquier situación que se produzca de manera natural en la que haya oportunidad de entrenar la resiliencia. Se trata de un entrenamiento transversal, aprovechando las dificultades surgidas en entrenamientos o partidos en el caso de los entrenadores, en la resolución de tareas en el aula para profesores, y en cualquier ámbito en el caso de las madres y padres. Los entrenadores deben diseñar tareas de entrenamiento que pongan de manifiesto situaciones de partido introduciendo un grado de dificultad bastante similar para favorecer la transferencia del aprendizaje. Los profesores han de plantear experiencias que abran interrogantes, despierten inquietud por saber, conocer y aprender, y permitan aprender competencias.

Un paradigma para realizar este tipo de entrenamiento es el Modelo de Aprendizaje de Kolb. Aplicado al entrenamiento de la resiliencia, los cuatro pasos se desarrollan de la siguiente manera:

Identificar la situación. Se analizan los hechos que dibujan la situación. Se acepta la dificultad, se vive como un desafío.

Hacer preguntas, fomentar la reflexión. Se hacen sucesivas preguntas y ante las respuestas se devuelven más preguntas. Han de ser preguntas referidas a la búsqueda de soluciones y a la actitud idónea, la ineficacia del enfado, del desánimo, de abandonar… El adulto (entrenador, profesor, padres) debe ser un modelo de gestión emocional, manteniéndose tranquilo, reflexivo, analítico, estimulando el generar y explorar posibles soluciones, animando a intentarlo, a seguir, a dar con una buena solución.

Ofrecer pautas u orientaciones. De modo breve y como conclusión se ofrecen criterios, argumentos u orientaciones que refuercen el autocontrol emocional y la búsqueda de soluciones como alternativas a la frustración desbordada, expresada mediante enfados, desánimo, abandono, y que pongan de manifiesto con claridad lo eficaz y lo ineficaz.

Cambio de comportamiento. Desde un modelado positivo de comportamiento resiliente, el aprendizaje se produce de forma progresiva y se van a dejando atrás las rabietas, abandonos y demás repertorio de reacciones histéricas ante la frustración.

A MODO DE CONCLUSIÓN:

Evitar la exposición a dificultades y problemas habituales oxida capacidades y competencias y va dibujando un proceso que lleva a ser perfectos inútiles que se ahogan en un vaso de agua. El cerebro se desarrolla en interacción con el medio que va haciendo que se multipliquen las conexiones neuronales, que se aprenda, se desarrollen competencias. Es cierto que las dificultades generan vértigo, controlable y superable, pero también ayudan a que uno espabile, se ponga en estado de alerta, revise su comportamiento y lo ajuste a lo que la situación exige con el propósito de ser eficaz. No se trata de echar a los jóvenes a los leones y observar cómo los devoran, simplemente hay que acompañar y guiar de forma serena en su esfuerzo para que gestionen y superen la dificultad. Nunca hay que apartarles y dársela resuelta.

José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional