El entrenador dirige, el jugador hace, ejecuta o resuelve. Esta dinámica ha marcado la relación tradicionalmente entre el entrenador y el jugador. Es una relación unidireccional, desde el entrenador hacia el jugador. El entrenador habla y el jugador escucha, el entrenador dirige y el jugador obedece. ¿Por qué? La verdadera respuesta es porque siempre ha sido así y este modo de entrenar se transmite de generación en generación. Es un aprendizaje empírico, basado en la experiencia, sin fundamento de tipo científico.
Entrenador-jugador, una relación “oxidada”
Pero también en la escuela o el instituto sucede algo similar. Por encima de las teorías pedagógicas suele estar el hábito que se transmite entre generaciones por el que el profesor enseña y el alumno aprende, demasiadas veces de forma pasiva. Aún, la mayoría de docentes enseñan como ellos fueron enseñados. Las nuevas tecnologías pueden cambiar la apariencia de los procesos de enseñanza-aprendizaje, pero en esencia poco ha cambiado el modo de relacionarse entre profesor y alumno, explicación, pizarra, deberes, exámenes…
Este modelo lleva a que las iniciativas surjan del entrenador y el jugador afronte el entrenamiento de forma reactiva, sin apenas reflexión, de forma rutinaria y previsible… ¿Es un modelo que fomenta el aprendizaje efectivo?, ¿estimula el interés y la curiosidad por aprender y dominar mejor el juego?, ¿fomenta la autonomía en el propio proceso de aprendizaje?, ¿involucra y compromete en el aprendizaje?
El cerebro procesa información bajo unas premisas o de una forma determinada
¿Cómo estimular entrenamientos en que el jugador aprenda y transfiera los aprendizajes a las situaciones de partidos? La respuesta pasa por entender cómo aprende el cerebro.
El cerebro es un sistema que procesa información. No procesa cualquier información de cualquier manera. El cerebro va dejando de ser un desconocido, se sabe mejor cómo procesa la información.
Las características que debe tener la información para ser procesada por el cerebro son las siguientes:
- Información “EMOCIONAL o SENTIDA”. La información ha de emocionar, ha de pasar por el sistema límbico (cerebro emocional) antes de activar la corteza cerebral (cerebro racional). Sin emoción no se produce el aprendizaje. El entrenador debe ilusionar, despertar interés o curiosidad, contagiar pasión… A partir de ahí podrá tener sentido lo que haga. Ese entrenador hierático, distante, pasivo, que llega a infundir apatía, hasta temor, no puede entrenar. También la actividad de entrenamiento debe resultar entretenida, divertida, nada rutinaria, de forma que estimule la participación activa.
- Información “CLARA”. El mensaje debe resultar claro, nítido, operativo, concreto, conciso, referido a hechos, conductas, comportamientos… La información confusa no se procesa, lo que es peor, puede interpretarse de forma equívoca.
- Información que conecte con la “EXPERIENCIA PREVIA”. Es fácil que el entrenador dé por supuesto que el jugador ya sabe, entiende o domina porque se trata de jugadores profesionales y se debió trabajar en etapas anteriores o de formación. El aprendizaje no se produce si la actividad propuesta no entra en conexión con lo que el jugador sabe, sabe hacer o ha vivido anteriormente. El entrenador debe adaptarse al nivel de sus jugadores para tratar de ir elevándolo progresivamente, debe hablar el mismo lenguaje, no debe utilizar expresiones ambiguas o apoyadas en un razonamiento abstracto.
- Información “VIVIDA”. Largas charlas adormecen, dificultan la atención, aburren y no dicen casi nada. Hablan los hechos, las actividades, la práctica activa, mucho más que las palabras. Si el entrenador quiere fomentar un aprendizaje, este ha de venir como consecuencia de una experiencia, mejor que a través de una explicación, y mucho mejor que de una reprimenda. Lógicamente, desde esta lógica el enfado desproporcionado y la descalificación personal nunca fomentan el aprendizaje de nada, más bien pone a la defensiva, genera distancia emocional y deteriora las relaciones personales y laborales.
- Información “ÚTIL o RESOLUTIVA”. Se aprende aquello que uno interpreta que le va a servir, le va a ayudar a gestionar mejor una situación. Se desatiende y desestima aquella información que uno interpreta que es retórica, que no aporta soluciones. Se convence con argumentos de utilidad y no de autoridad.
El entrenador como facilitador de aprendizajes
¿Cuál es el objetivo del entrenador?, ¿simplemente lograr unos objetivos o metas de temporada?, ¿lograr un equipo competitivo?, ¿construir un equipo que pueda resolver cualquier situación del juego planteada por los rivales?…
En esencia, el entrenador es un facilitador o favorecedor de aprendizajes individuales y colectivos. Nada es accesible si no se producen aprendizajes. Los logros de temporada suelen ser una consecuencia de haber hecho mejores a los futbolistas y al equipo. Dirigir a un equipo, entrenar, es un proceso complejo de enseñanza-aprendizaje en el que el entrenador enseña y el jugador aprende, pero también el entrenador aprende y el jugador enseña sin llegar a ser consciente de ello.
El entrenador favorece aprendizajes de todo tipo:
- Enseña el juego (técnico-tácticos)
- Mejora la condición física (físicos)
- Educa valores deportivos y personales
- Enseña a gestionar a nivel emocional situaciones cotidianas que ayudan al desarrollo deportivo (competencias emocionales o psicológicas)
- Ayuda a construir el espíritu de equipo (team building)
- Debe dar ejemplo ante sus jugadores (liderazgo)…
Enseñar y educar, el entrenador lo hará consciente o inconscientemente, de forma controlada o de manera encubierta o al libre albedrío, pero enseña y educa lo bueno y lo malo. El entrenador es un modelo potente del que el jugador aprende, muchas veces por imitación o modelado. Mejor planificar para controlar las consecuencias educativas que dejarlo al azar, programar lo que se quiere enseñar o educar, cómo hacerlo, qué proceso se ha de seguir, qué herramientas se van a utilizar, qué producto educativo se quiere generar… Si se limita a entrenar y dirigir al equipo, sin más reflexión ni control, como él aprendió a hacerlo, corre el riesgo de educar o enseñar estilos de comportamiento que no desea o no quiere transmitir. El estilo del entrenador puede generar temor al error, escasa autoconfianza, confusión respecto a la tarea individual o colectiva… cuando el proceso no lo tiene planificado y no es consciente de que con el juego enseña o educa otros contenidos, en gran medida emocionales.
El entrenador “nunca” se equivoca desde sus expectativas
El entrenador siempre suele acertar cuando genera expectativas hacia un jugador porque organiza su comportamiento según las expectativas creadas y hace que estas se acaben cumpliendo. Es el entrenador quien da vida a sus propias expectativas sin darse cuenta. Las expectativas cumplen un papel determinante sobre el comportamiento, de forma que cuando uno espera, intuye o teme algo, organiza su comportamiento para hacer que acabe sucediendo, para que la expectativa se acabe cumpliendo. Es un proceso que sucede sin ser consciente de ello. “¿Ves como tenía razón?”, “ya te lo dije”, “lo veía venir…”. No es que se acierte o se tenga razón, es que uno contribuye de forma determinante a que sea así, como espera.
Cuando piensa que el jugador es bueno o tiene nivel, le refuerza, le presta más atención, le ayuda más, le enseña mejor, juega más minutos… Cuando piensa que no tiene nivel, pone más atención en lo que hace mal, incrementa las correcciones hacia él, le refuerza menos que a otros compañeros, no le genera expectativas de éxito, le da menos oportunidades de jugar, le ayuda menos y se lo pone más difícil. Dejándose llevar por las expectativas, se ayuda a los más competentes y se perjudica a los menos competentes, se agrandan las diferencias entre los que tienen mayor y menor nivel.
Existen varias teorías que argumentan el papel de las expectativas de los profesores, entrenadores, de cualquier educador sobre el aprendizaje. Rosenthal (1965) demostró cómo las expectativas y creencias de una persona influyen en el rendimiento de otra, llamándole Efecto Pigmalión. Si algo sabe el buen líder es que transmitir expectativas positivas sobre un grupo determinado impacta en el buen rendimiento de ese grupo de personas. “Estamos preparados para superar al rival”. También, unas expectativas bajas suelen arrastrar al sujeto limitando su rendimiento “no tiene nivel para jugar en esta categoría”. Cuando las expectativas, ya sean altas o bajas, proceden de una persona hacia sí misma, el fenómeno se conoce como Efecto Galatea.
Las situaciones no son como suceden, sino son como se perciben. Cuando se intuye o se teme que suceda algo, se organiza el comportamiento de forma que ayuda a que acabe sucediendo sin ser consciente de ello. Este proceso se conoce como la Profecía Autocumplida (R. Merton) “Temo que no nos vamos a entender” lleva a guardar distancia, estar a la defensiva, interactuar lo justo, juzgar de forma negativa … es decir, a no entenderse o a no tener una buena relación personal.
Un modelo efectivo de relación entrenador-jugador
He elegido un modelo de aprendizaje que puede orientar la relación entre el entrenador y el jugador. Se trata del Modelo de Aprendizaje de Kolb. Es un modelo que se ha revelado como eficaz, favorecedor de aprendizajes. Para Kolb las claves del aprendizaje son: partir de los hechos o utilizar la experiencia vivida, no juzgar ni dejarse llevar por impresiones, fomentar la reflexión guiada que active la atención, despierte la curiosidad y abra el autoaprendizaje, ofrecer criterios, argumentos y orientaciones que favorezcan el cambio de comportamiento o aprendizaje.
Este modelo rompe o supera modelos excesivamente directivos en los que la comunicación es unidireccional, desde el entrenador hacia el jugador. Desde este modelo el entrenador guía al jugador para que aprenda de cada situación vivida, no desde la instrucción ni el adoctrinamiento, menos aún desde la imposición y el enfado, sí desde despertar curiosidad, ayudar a la reflexión y ofrecer criterios o argumentos de utilidad…
No se debe confundir el aprendizaje guiado con el aprendizaje por descubrimiento. El modelo de Kolb es un modelo de aprendizaje guiado, en el que el entrenador acompaña al jugador, estimula, organiza y favorece aprendizajes o cambios de comportamiento dirigidos a la gestión eficaz de situaciones.
En el Aprendizaje por Descubrimiento el entrenador presenta tareas y el jugador explora soluciones de forma libre hasta ir encontrando las soluciones. En proceso de análisis, búsqueda de soluciones y resolución de las tareas se generan los aprendizajes. El aprendizaje por descubrimiento está muy recomendado para jugadores con un buen nivel cognitivo o buenas posibilidades de aprendizaje, pero conlleva riesgos o dificultades en jugadores con un nivel normal o bajo, que son inhibidos de carácter o están sensibilizados hacia el error (miedo a equivocarse o temor a fallar). Además, es un proceso de aprendizaje lento y laborioso.
El Modelo de Aprendizaje de Kolb ofrece un proceso de aprendizaje estructurado en cuatro pasos:
- 1º Paso: Partir de la experiencia. Se ha dado una situación vivida o se plantea y se desarrolla una tarea. Se identifican los hechos, se hace una exposición de hechos. No se prejuzga nada ni a nadie, mucho menos al jugador si se pretende que aprenda.
- 2º Paso: Formular preguntas. Se hacen preguntas al jugador o jugadores referidas a la situación vivida o a la tarea realizada, se realizan muchas preguntas. Ante las respuestas se formulan nuevas preguntas, de forma que el discurso evoluciona según las interacciones. Este ejercicio activa la atención, abre la reflexión y suscita la curiosidad o interés por saber.
- Paso 3º Se ofrecen criterios, conceptos, orientaciones… Es el momento en que el entrenador da su criterio, traslada un concepto o da orientaciones. Lo hace tras abrir la curiosidad en el jugador y haberle llevado a deducciones similares a las que él le traslada.
- Paso 4º Esperar el cambio de comportamiento. No se puede afirmar que hay aprendizaje si no se da un cambio de comportamiento. La labor realizada en los tres primeros pasos tiene como finalidad producir un cambio en el comportamiento individual o colectivo.
Este modelo potencia el aprendizaje, pero también ayuda a que el jugador aprenda a pensar, a cómo llegar a las soluciones, enseña procesos meta-cognitivos. El entrenador se convierte en un modelo que ayuda a reflexionar, buscar soluciones, trasladar lo aprendido a la convivencia, los entrenamientos y los partidos. Este modelo apenas genera desgaste en las relaciones personales entrenador-.jugador.
Favorecer la transferencia de aprendizajes a situaciones de partido
Ganar destreza o resolver especialmente bien las tareas en el entrenamiento no garantiza la transferencia de lo aprendido a las situaciones de partido, no siempre llegan a utilizarse en el partido. “¿Cómo es que no lo hacen en el partido si en los entrenamientos lo hemos trabajado mucho?” La explicación puede estar en otra pregunta: ¿lo aprendido se ha transferido a la situación de competición?, ¿se ha tenido en cuenta la transferencia del aprendizaje a la hora de diseñar la tarea de entrenamiento?
Las tareas de entrenamiento se han de preparar de forma que los aprendizajes que produzcan se apliquen en situaciones de partido, se trasladen a la competición. Si no es así, es que dichas tareas no producen la transferencia de aprendizaje. La transferencia consiste en la aplicación o utilización del nuevo aprendizaje en situaciones o contextos distintos a aquel en el que se aprendió.
La transferencia del aprendizaje es mayor según la metodología de entrenamiento-enseñanza. En métodos directivos en los que el jugador se limita a ejecutar o resolver sin apenas reflexión, la transferencia es menor que en metodologías que favorecen la reflexión, la participación de forma activa y la toma de decisiones.
La transferencia del aprendizaje es mayor cuando el contexto de entrenamiento se asemeja a la situación del partido. Tareas o juegos que aparentemente poco se parecen al partido tienen una transferencia menor que tareas diseñadas bajo una apariencia muy similar al contexto del partido.
Ilusionar, despertar curiosidad, entusiasmar
Sin emoción no hay aprendizaje. En el procesamiento de la información se activa primero el sistema límbico (cerebro emocional) y siempre después participa la corteza cerebral (cerebro racional). No se puede entrenar, enseñar o educar sin despertar curiosidad, sin ilusionar o entusiasmar al jugador o al alumno. Si un entrenador aburre porque es plano a nivel emocional o es demasiado previsible respecto a las tareas de entrenamiento, su trabajo no tiene sentido. Mucho educador es erudito, experto en su materia de conocimiento, pero son planos a nivel emocional, no transmiten, no contagian. No es tanto lo que saben, sino cómo lo transmiten.
Mucho entrenador instruye, ordena, dirige… sin transmitir. Lo peor es que en ocasiones se llegan a transmitir emociones negativas, como apatía, falta de interés, rutina, aburrimiento, temor… Entonces el trabajo del entrenador pierde su sentido.
Un nuevo modo de relacionarse entrenador y jugador
Enseñar y aprender, entrenar y mejorar, es un proceso que compromete a entrenador y jugador en una experiencia que ha de formar a ambos, cada uno en su rol, ser mejor entrenador y ser mejor jugador. Las tareas de entrenamiento deben mover curiosidad, interés, entusiasmo, reflexión, participación activa, tomas de decisión, puestas en acción, experiencia vivida, aprendizaje guiado, aprender del error y resolver situaciones muy próximas a la competición.
Lo fácil es hacer lo de siempre, no salir de la zona de confort, se entrena como se ha entrenado siempre. Lo fácil es programar tareas de entrenamiento, presentarlas, desarrollarlas, corregir, exigir, presuponer esfuerzo e implicación y dar por supuesto que cualquier tarea preparada concienzudamente mejorará al jugador y este trasladará dicho aprendizaje al partido, sin fomentar la reflexión, insistiendo en continuas repeticiones como mecanismo principal de aprendizaje e ignorando el feedback o retroalimentación que ofrece el jugador y el equipo. Esta metodología, por habitual, no tiene por qué ser efectiva.
Desde la psicología y pedagogía están más claras que nunca aquellas metodologías que se revelan eficaces en favorecer aprendizajes y en que se apliquen en situaciones de partido. Son metodologías que cambian la relación entre el entrenador y el jugador, les acerca, interactúan juntos, el entrenador es un facilitador de situaciones que estimulan aprendizajes y el jugador participa de forma activa en su proceso de aprendizaje. El entrenador ha de saber involucrar y comprometer al jugador en un trabajo que le ayude a ser mejor, ha de acompañarle en el proceso de aprendizaje, ha de conectar con el nivel de competencia del jugador y respetar su ritmo de desarrollo. La pauta ya no la lleva el entrenador, sino el feedback que se intercambian ambos, entrenador y jugador.
¿Ha de ser así solo en las etapas de formación?, ¿es aplicable este enfoque de pedagogía del entrenamiento en el fútbol profesional? Desde mi experiencia, se trata de un enfoque perfectamente válido para trabajar en cualquier edad o etapa, tanto en formación como a nivel profesional. El jugador valora al entrenador cuando lo considera un experto, cuando su propuesta de juego resulta clara, está bien entrenada y se revela efectiva en los partidos, cuando trasmite pasión, cuando se interesa por el futbolista y le ayuda a ser mejor.
Este artículo se publicó originalmente el 18 de Septiembre de 2019 en la Revista Saber Competir