¿Qué es “falta de actitud”?

José Carrascosa
¿Qué es “falta de actitud”?

¿Quién no quiere ganar?

¿Conoces a alguien que le dé lo mismo hacerlo bien que mal, ser alabado que criticado, sentirse valorado que repudiado? ¿A qué futbolista le puede dar igual ganar que perder, jugar bien o mal, recibir aplausos o silbidos?

A ninguno, ni siquiera a aquellos que se muestran aparentemente pasotas, muchas veces posible mecanismo de defensa o apariencia para disimular su frustración. Ningún futbolista salta al terreno de juego con el propósito de jugar mal. Pero sí, parece que en ocasiones uno no lo da todo, no se entrega al máximo, no pone el esfuerzo necesario, no compite, no está en el partido… Nadie (entrenadores, directivos, medios de comunicación, aficionados…) tolera a los displicentes, pasotas, futbolistas que parece no ir con ellos el partido y que se muestran indolentes ante al rival.

¿Simplemente falta de actitud?

¿Qué explicación se da cuando el futbolista está más estático, con menor recorrido, lento en las tomas de decisión, sin agresividad, torpe en la ejecución de acciones y gestos técnicos, cometiendo errores impropios de su calidad, poco coordinado con el trabajo colectivo? Sin duda, se recrimina la falta de actitud. Pero ¿realmente es así, un problema por defecto, por falta de motivación y de esfuerzo, por no tomarse en serio su trabajo? ¿Está siendo poco profesional?

No es tan simple, es mucho más complejo

Esos síntomas apuntados, observados sobre el  terreno de juego y que exasperan a cualquiera, pueden apuntar a múltiples causas: dudas en la tarea, automatismos del trabajo colectivo aún por consolidar, desconcierto ante el trabajo planteado por el rival, exceso de confianza o relajación por subestimar al rival o dar el partido por ganado antes de su finalización, desánimo o sentirse derrotado ante el marcador adverso, falta de concentración, exceso de responsabilidad, ansiedad o estrés, ausencia de cohesión grupal, fatiga… Cuando el jugador no parece el mismo, se muestra irreconocible o saca su peor cara, no es que no quiera sino que quizás no sabe o no puede hacer más en ese partido. ¿Es posible que alguien quiera hacerlo rematadamente mal ante el público en general?

Explicación vaga, imprecisa y equívoca

¿Qué señala la socorrida falta de actitud? Nada en concreto. No dice lo que se está haciendo mal y menos aun cómo corregirlo o mejorarlo. La supuesta falta de actitud es una queja inespecífica que no llega a concretar nada. No prescribe soluciones.

Además, es ambigua ya que da pie a que el jugador haga una interpretación perversa al suponer que el entrenador le está censurando como profesional por no tomárselo en serio. El jugador cuando escucha “falta de actitud” piensa que el entrenador no le valora y no cuenta con él, se siente rechazado como profesional. Nadie puede entrar a juzgar las intenciones de los demás. Prejuzgar es ser muy atrevido e irrespetuoso. Mejor atender a hechos que dejarse llevar por impresiones. Las opiniones o juicios de valor son rebatibles, los hechos no. El futbolista siempre discrepa de esa presunta “falta de actitud”, se pone a la defensiva y se aleja de su entrenador.

Si el entrenador habla de “falta de actitud” es para explicar la derrota. Sin querer está señalando a los futbolistas públicamente como responsables de la derrota tratando de autoexculparse. Es un ejercicio perverso de cara al propio liderazgo del entrenador. Es una forma de perder a los futbolistas para la causa del equipo.

El jugador, cada vez más preparado, también puede interpretar la falta de actitud como la ausencia de argumentos y de soluciones por parte de su entrenador, como síntoma de poca preparación. Muy peligroso pues atacar al futbolista o al equipo con el reproche de “falta de actitud”.

¿Problema por defecto o por exceso?

La “falta de actitud” hace referencia a no tomárselo en serio, no poner lo suficiente, no darlo todo, es decir un problema por defecto. ¿Y si fuera todo lo contrario?

Hablar de “falta de actitud” cuando el jugador o el equipo no tienen clara la tarea propuesta por el entrenador, no está suficientemente entrenada, no se domina, no existen aún los automatismos para realizarla de memoria… es un ejercicio de torpeza por parte del entrenador. Dicha explicación esconde la falta de trabajo y distrae respecto a las auténticas soluciones.

Condenar por “falta de actitud” a un grupo que no es equipo sobre el terreno de juego, que no trabaja cohesionado en la tarea, es ignorar que el equipo debe crecer en su cohesión interna.

Señalar por falta de actitud a quien está sobrepasado por su exceso de responsabilidad es una torpeza enorme. Cuando el futbolista vive el partido con la incertidumbre de si va a ser capaz de responder a las expectativas generadas en su entorno profesional (entrenador, club, compañeros, medios de comunicación, afición…) aumenta su activación nerviosa, se tensan sus músculos, pierde coordinación, el diálogo interno se dispara, se rompe la concentración, las decisiones en el juego se hacen más lentas, está más estático, menos dinámico… con lo que los errores se precipitan y el rendimiento cae en picado. El exceso de responsabilidad, la elevada autoexigencia, el perfeccionismo, las dudas percibidas en el entrenador o en el entorno respecto al propio rendimiento… activan el estrés y la ansiedad, bloquean la expresión del trabajo hecho en los entrenamientos y hacen prisionero al talento.

La ansiedad y el estrés son un problema por exceso, demasiada activación nerviosa y mucha responsabilidad, demasiadas preocupaciones que originan un mucho ruido interior y rompen el foco atencional sobre la tarea. Nada que ver con la falta de actitud, problema por defecto. En este diagnóstico no se puede equivocar el entrenador. Reprochar falta de actitud a quien está sobrepasado por su manera de vivir su profesión es un error grave porque lleva a soluciones equivocadas y supone una falta de empatía total.

Justificación hueca y retórica

La falta de actitud acaba siendo una justificación retórica para situaciones ante las que el entrenador no parece tener un diagnóstico claro, por la que señala a los jugadores como responsables de la derrota y con la que él pretende eximirse de toda responsabilidad. La falta de actitud acaba siendo una sutil forma de agredir a los jugadores que nunca resuelve nada, confunde mucho y abre distancia entre el entrenador y el grupo, dinamitando el liderazgo del entrenador.

Falta de actitud es un juicio de valor o una impresión tan vaga, inespecífica o ambigua que retrata a quien la utiliza por su falta de rigor en el análisis y en la búsqueda de soluciones, y por el temor a asumir su propia responsabilidad. En tiempos de dificultad se agradece el ánimo, el apoyo y la confianza; sobran los enfados, el pesimismo, la impaciencia, los temores, las urgencias, las acusaciones, eludir responsabilidades, huir de la quema…

Cuando algo no sale, no es necesariamente por falta de actitud, es por algo mucho más concreto y cierto que eso. Es necesario concretar. Es un error recurrir al palo y tentetieso para corregir un problema. Exigencia máxima, sí, pero también ayuda, confianza y claridad en las propuestas de mejora. ¡Falta de actitud! tiene un olor a pocas explicaciones y escasas soluciones, a estar superado por una situación adversa.

Este análisis se puede extrapolar a cualquier ámbito profesional. Si el jefe acusa de falta de actitud, ¿qué sentimiento despierta? Molesta, hiere el amor propio, pone a la defensiva e se intuye que algo grave hay detrás… aunque no se sabe exactamente qué pueda ser. Es como tratar de apagar un incendio con gasolina. Lo dicho: propio de un jefe confundido, desorientado, con escasos recursos y pocas soluciones.

José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional