¿Qué es competir?

José Carrascosa
¿Qué es competir?

¿Qué se entiende por competir?, ¿es aconsejable inculcar un espíritu competitivo?, ¿a qué edad se puede empezar a competir?, ¿es una cuestión de tener un carácter competitivo o se puede aprender a competir?

COMPETIR está cuestionado y desprestigiado

Competir se asocia a ganar, superar a otras personas, alcanzar el éxito, destacar, ganar dinero, abrirse paso a través de una competencia frenética, obtener reconocimiento social como sea. Competir también se relaciona con el uso de la picaresca o la ausencia de moralidad, ser desleal, deshonesto, “trepar”, lograr éxito a toda costa. Es un enfoque asociado a un capitalismo desbocado, deshumanizado.

No es de extrañar que muchos se bajen de esta concepción de competir. Dicen, “no compito, no tengo por qué competir, me niego a tener que competir”. De ahí que aboguen porque el niño juegue y no compita, se diferencie entre etapas de formación y competición.

Competir cotiza a la baja socialmente, no tiene buena reputación, parece desprestigiado. Competir está mal visto por muchos en la sociedad actual.

De rebote, el esfuerzo tampoco vive un buen momento. Impera lo inmediato, lo apetecible, lo fácil… Cuesta trabajar por metas aplazadas, cuesta remontar y superar las dificultades, cuesta gestionar la frustración y se abandonan objetivos con facilidad…

Esta concepción sobre competir es equivocada. Es un enfoque que busca el éxito o la satisfacción del ego por el camino más rápido y más corto, sin esperas. Entiendo que se desapunte uno de competir.

Necesidad de redefinir qué se entiende por COMPETIR

Frente a la búsqueda permanente del éxito, frente a querer superar a los demás como sea, frente al enfoque de percibir a los demás como rivales, existe la orientación hacia el aprendizaje y la mejora permanente.

Desde la orientación a la tarea o aprendizaje uno compite consigo mismo por aprender y mejorar en cada momento, cada día, en cada circunstancia, por hacerlo mejor hoy que ayer y mañana que hoy, por entender y dominar progresivamente los procesos, por superar las barreras internas, por superar las dificultades, por ser mejor cada día…

Desde la orientación a la tarea uno es su propio rival, uno compite consigo mismo por aprender, mejorar y avanzar hacia la excelencia profesional y personal. Entonces el rival deja de serlo y pasa a ser solo un adversario que examina las propias competencias en la competición y se convierte en cómplice del propio proceso de aprendizaje o desarrollo. El compañero en deporte de equipo también deja de ser un posible rival interno y es otro cómplice en el aprendizaje permanente, un aliciente para trabajar más y mejor cada día.

¿Qué es COMPETIR?

Propongo rescatar la idea de competir, darle un nuevo sentido, reivindicar competir en la sociedad del siglo XXI, diversa y en permanente cambio. Reivindico competir desde la orientación al aprendizaje o a la tarea, desde la búsqueda de la excelencia.

Entonces COMPETIR es un proceso de superación personal donde uno es su propio rival, se enfrenta consigo mismo por aprender, ser mejor, evolucionar, perseguir el desarrollo integral. Competir es una búsqueda permanente de la excelencia, querer ser mejor en todos los ámbitos (académico, profesional, emocional, afectivo, social y personal. Competir persigue ser una persona formada, íntegra, honesta, preparada para gestionar cualquier situación, capaz de construir cada día su propia vida y su bienestar emocional. Competir es aprender y mejorar las propias competencias, perseguir ser competente para así ser competitivo. Competir es querer desarrollar el propio talento.

Competir no consiste en ganar a otros, sino en ganarse a sí mismo. Competir no es una guerra por el éxito social, sino una inquietud por ganar satisfacción personal asociada al esfuerzo y trabajo bien hecho. Competir no pasa por buscar el reconocimiento ajeno, sino por avanzar en la autorrealización personal. Competir supone guiarse desde una ética personal y social, frente a buscar el éxito como sea. Competir no pasa tanto por vivir enfocado en el resultado o meta (ganar o triunfar), sino por cuidar el proceso. Competir es tener la sabiduría de que la auténtica meta es el camino.

Competir tiene que ver con el aprendizaje de competencias emocionales, con aspectos actitudinales perfectamente educables. En otro artículo explicaré lo que son competencias y desarrollaré cómo enseñar competencias de tipo emocional. Pero vaya por delante, competir requiere de diferentes competencias:

  1. Autonomía emocional: autoconsciencia, autoestima, autoconfianza, automotivación, pensamiento positivo, autodisciplina, autocontrol emocional
  2. Resiliencia: gestionar la exigencia, superar las dificultades, gestionar conflictos, gestionar la frustración
  3. Inteligencia emocional: habilidades sociales, empatía, comunicación asertiva, gestionar correcciones
  4. Trabajo en equipo: alinear intereses personales con objetivos colectivos, asumir y respetar normas, establecer compromiso y complicidad, aceptar y mejorar el propio rol
  5. Liderazgo: ejercer influencia, conciliar, ser ejemplar
  6. Ser proactivo: interiorizar valores como esfuerzo, humildad, respeto, generar hábitos de trabajo, tomar iniciativas, ser emprendedor, ser creativo
  7. Querer aprender: estar abierto al aprendizaje y mejora permanente, comprometido con la búsqueda de la excelencia
  8. Hábitos de vida saludable: ocio y tiempo libre, agenda personal, descanso, alimentación, relaciones afectivas, familiares y de amistad.

COMPETIR se enseña, se entrena, se aprende

Desde la orientación a la tarea reivindico COMPETIR. Hay que rescatar y potenciar la idea de competir, de querer aprender o ser mejor cada día, dar importancia al aprendizaje como proceso de desarrollo a lo largo de la vida. Nunca se deja de aprender, nunca se debe abandonar la expectativa de evolucionar y avanzar en el propio desarrollo personal.

Tradicionalmente se ha asociado “ser competitivo” a “tener carácter”, se ha entendido competir como un rasgo del carácter o personalidad. Es un error, ¡nada más alejado de la realidad! Este equívoco llevaba a los entrenadores a apartar o prescindir de los deportistas que, en su opinión, no tenían carácter. En los últimos años buscan el apoyo del psicólogo del deporte o del coach para “ayudar” a los que tienen dificultades para competir.

Competir se enseña, se entrena y se aprende. A nivel emocional, todo se puede enseñar y aprender. Nadie nace enseñado en la gestión emocional. ¿Debe responsabilizarse de ello el psicólogo del deporte haciéndolo al margen de la acción misma de entrenar y competir, apoyando desde fuera? ¿Por qué no asume el entrenador el cometido de enseñar a competir? El entrenador es el agente educativo idóneo para enseñar al chico o chica a vivir y gestionar las situaciones específicas que acompañan a entrenar, competir o ser deportista, para enseñar a gestionar las emociones cada día. Lo lógico es que lo haga mediante una acción transversal: educar emocionalmente desde el entrenamiento, la convivencia diaria y los partidos. En este cometido contará con el asesoramiento del psicólogo del deporte. Se trata de normalizar el aprendizaje emocional, desde el deporte para el deporte y para la vida. El aprendizaje emocional tiene un efecto directo sobre el rendimiento deportivo, pero también sobre la eficacia en cualquier otro ámbito del desarrollo personal, social, afectivo, de estudios, profesional…

Siempre hay oportunidades para COMPETIR

Desde el nuevo concepto de competir, desde esa competencia consigo mismo por buscar la excelencia, conviene generar y aprovechar cualquier situación como oportunidades para competir, es decir, evolucionar, crecer o desarrollarse.

Cualquier situación se vuelve una oportunidad para aprender y competir. El error forma parte del proceso de aprender. No debe hacerse del error un drama. No se equivoca quien no lo intenta o no se atreve. Equivocarse ayuda en el análisis, la búsqueda de soluciones, la rectificación, aprender y evolucionar. No tiene sentido temer al error, tener miedo a equivocarse o fallar.

  • La exigencia acelera el proceso de aprendizaje. Recuerdas a quien te exigió y te hizo rendir, no a quien te consintió, te allanó el camino y te disculpó. La exigencia adaptada al nivel de competencia pone en estado de alerta, saca de la zona de confort, mueve al esfuerzo y se concreta en aprendizaje y desarrollo.
  • Las correcciones construyen aprendizajes y favorecen el desarrollo. No confíes en quien te adula o te regala los oídos con alabanzas que quieres escuchar. Atiende a quien te corrige, te argumenta la corrección y te ofrece alternativas de solución. No temas a quien te corrija, porque si lo hace es porque le importas, te valora y ve nivel de mejora en ti. No confundamos corrección con reprimenda o humillación. Nadie tiene derecho a agredirte simplemente por equivocarte, pero no te sientas agredido si la corrección es serena, clara, argumentada, aunque llegue a ser reiterada.
  • El imprevisto estimula los reflejos, las tomas de decisión, y la adaptabilidad. Tenemos que estar preparados hasta para los imprevistos, saber gestionar cualquier situación surgida por sorpresa. Es apasionante practicar el deporte de gestionar imprevistos: te hace sentir vivo, dinámico, inteligente, capaz…
  • La discrepancia y el desencuentro abren oportunidades, como revisar el propio punto de vista, abrirse a nuevas opiniones, enriquecer el propio pensamiento, llegar a compromisos, reforzar el vínculo o complicidad, verse reforzada la relación personal o profesional. Discrepar no tiene por qué ser el fin de nada, sino un paso para avanzar y consolidar aprendizajes y complicidades.
  • El cambio o la novedad estimula el aprendizaje. Gestionar y adaptarse a los cambios es clave en una sociedad que avanza sin pausa. Lo que vale hoy cambiará mañana. Vivir en estado de alerta para gestionar los cambios es entender que estos son oportunidades de aprendizaje.
  • El compañero nunca es un rival, sino un doble cómplice en el trabajo en equipo y en el proceso de aprender y mejorar. La competencia interna en un equipo deportivo o de trabajo beneficia a sus integrantes y al equipo. Esa competencia se apoya en ayudarse para ser mejores en lo individual y como equipo, para trabajar más y mejor cada día. El contexto de trabajo en equipo es una oportunidad magnífica para avanzar en el aprendizaje y desarrollo personal.
  • El rival o adversario en la competición es un cómplice en el proceso de aprendizaje y desarrollo. En la competición el rival evalúa tus competencias, retrata cuál es tu nivel de preparación. No tiene sentido el odio al rival. Respétale porque te examina y te ayuda a mejorar. Frente a cualquier rival siempre debe haber respeto y humildad. Respeto, porque lo merecen su trabajo, valores, historia; y humildad, porque en ese examen no te puedes confiar y hacer un trabajo por debajo de tu auténtica preparación y competencia.

Si competir es querer aprender, mejorar las propias competencias, superar las barreras internas, llegar a ser competente, se debe fomentar la actitud de vivir como oportunidad para competir cualquier situación que antes podía vivirse como riesgo o amenaza. Superar a los demás deja de ser prioritario y de estar en el foco de interés, solo será la consecuencia de llegar a ser competente y competitivo.

COMPETIR es una actitud ante la vida

Competir es una actitud en la vida, una manera de relacionarse con una sociedad diversa y en permanente cambio, que se percibe como un estímulo para el aprendizaje y desarrollo integral. Competir es el proceso que ayuda a ser mejor persona, mejor profesional, mejor compañero, mejor amigo, mejor amante, mejor padre, mejor hijo…

No compito por grandes metas, compito por ser mejor, por evolucionar, por avanzar hacia la excelencia, compito por la satisfacción intrínseca de competir, de elevar mi nivel de competencia, de llevar mis límites progresivamente más lejos…

Las personas y los grupos aprenden, crecen, se desarrollan… ¿Cómo lo hacen mejor, desde una actitud de espera o dando el paso de ir y aprender? Competir es una actitud de aprendizaje para cualquier persona o equipo. ¿Cuándo se inicia y termina el proceso de competir? Competir es un proceso a lo largo de la vida: no tiene un momento, sino en todo momento, siempre, en cualquier etapa vital se puede aprender, ser mejor y evolucionar como persona y como grupo. Competir es una carrera de fondo en la que se siente la compañía de otros corredores y también la soledad del corredor de fondo.

José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional