“EL TALENTO SE CONSTRUYE CON FORMACIÓN Y TRABAJO”
por ESTEBAN GRANERO
Siempre he sido un altavoz contra la indiferencia a la que han empujado la mayoría de los responsables al apartado psicológico. Por convicción personal, pero sobre todo por una lógica de la que todo el mundo del fútbol participa y que me ha incomodado durante toda mi carrera: la de concederle una importancia suprema sobre los acontecimientos y tratarla al mismo tiempo como un ente inaccesible o, por lo menos, inasumible.
Cansado de leer y oír en vestuarios, despachos y medios de comunicación sobre estados de forma, rachas, inercias, o sobre fortalezas y debilidades de jugadores y técnicos asociadas a sus virtudes o defectos emocionales, me he preguntado muchas veces por qué, teniéndolo tan presente, es decir, conociendo el problema, no agarramos de una vez la solución.
Es cierto que se perfila cierto cambio en el escenario, con algunos líderes apostando por lo obvio. Da la impresión de que el resto de los actores siguen a la expectativa, esperando a ver de qué lado posicionarse mientras los medios, tan importantes, buscan normalmente el lado más excéntrico para exprimir la noticia.
Desde mi punto de vista hay dos resistencias conceptuales que han ralentizado el proceso:
- La primera es la complejidad inherente del problema. El cerebro y los procesos mentales siguen siendo los grandes desconocidos de nuestro cuerpo y esta naturaleza ha generado desconfianza sobre quienes han pretendido saberse conocedores y controladores de sus procesos.
- La segunda es relativa al fútbol como deporte de equipo de masas. Esto ha afectado, sigue haciéndolo, al papel tradicional del entrenador como preparador global, convirtiéndose en una injerencia desconocida. Además, la dualidad jugador-equipo no ha facilitado las cosas. El papel del psicólogo ha confrontado con dos necesidades básicas del jugador: la de estar en su mejor versión y la de imponerse a sus compañeros. En un mundo donde los otros jugadores del equipo son rivales cada día, la figura centralizadora del psicólogo puede generar desconfianza individual.
Pienso que la formación psicológica de jugadores es al menos tan importante como cualquiera de las otras ramas de entrenamiento (técnico, táctico o físico). Una buena orientación mental será capaz de impulsar el rendimiento del jugador en los otros tres planos. Estos, debemos entenderlo así, no son unidades independientes, ni siquiera unidades en contacto. Dentro de un jugador, las capacidades físicas, técnicas, tácticas y psicológicas forman parte de una única unidad de rendimiento y conviven en una relación dinámica. ¿Acaso no hemos sentido todos, no solo los deportistas de élite, cómo la motivación afecta directamente a nuestra capacidad física?, ¿Cómo influye la capacidad de concentración en nuestro rendimiento táctico?, ¿Cuántas veces hemos oído aquello de “no le sale nada” sobre un jugador, y hemos hablado de “falta de confianza”? Son tres ejemplos del plano psicológico interactuando con el resto en la red de capacidades futbolísticas. Entenderlo así es clave para la implantación definitiva de los especialistas psicológicos en los cuerpos técnicos.
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El futbolista es persona antes que nada y por tanto es sensible a cualquiera de las situaciones más o menos comunes que pueden afectar a cualquiera en su vida cotidiana, familiar… No debemos olvidar que esto ejerce una influencia enorme en el rendimiento y, por tanto, debería ser una necesidad de los clubs que sus jugadores tuvieran recursos de ayuda en la gestión emocional de estas situaciones.
Por otro lado, dividiría las necesidades del futbolista en el plano psicológico entre las que afectan a la gestión de su carrera en el día a día (teniendo en cuenta que el futbolista debe rendir al máximo mientras es juzgado cada día por sus técnicos y sus propios compañeros, desembocando en titularidades, suplencias, renovaciones, inestabilidad, opinión pública, hoy en día RRSS, en definitiva: una montaña rusa emocional); y las que afectan a su rendimiento directo sobre el césped (donde se han de entrenar las destrezas psicológicas del futbolista enfocadas al rendimiento directo y la solución de situaciones bajo estrés, al tiempo que se le ofrecen herramientas con el objetivo de que se acabe convirtiendo en su propio psicólogo dentro del campo).
Puedo imaginar que cada entrenador tiene sus motivos para aceptar o no el trabajo psicológico para sus jugadores y el equipo. Hay quienes desconfían de la figura del psicólogo o quienes directamente no creen en su importancia. Otros lo sienten como una injerencia en sus responsabilidades o temen perder el control sobre situaciones. Lo curioso es que no hay razón alguna para que estas resistencias sean exclusivas del psicólogo y no afecten a ningún otro miembro del cuerpo técnico (sobre los cuales sí se delegan responsabilidades, por ejemplo, el preparador físico). No he escuchado nunca a un entrenador decir abiertamente que el plano psicológico no tiene importancia alguna en el rendimiento y, por ende, en las circunstancias que le afectan directamente (ganar o perder).
Creo que la mentalidad está cambiando y esta es la precursora para la implantación natural y definitiva del perfil del psicólogo. Para acelerar un proceso lento de por sí se necesita formar al consumidor, algo en lo que seguramente los especialistas del sector mental tienen recorrido de mejora. Los reacios deberían convivir con las consecuencias de su desventaja de manera explícita y convincente… En definitiva, la psicología necesita invertir en una propaganda más eficiente.
Solo entonces será extraño no contar con los psicólogos, una vez se consiga señalar contundentemente al obstructor y se demuestre de forma objetiva las ventajas del uso de la psicología en la evaluación (destrezas mentales como atributos cuantificables) y desarrollo (entrenamiento de estas destrezas). Desde ese momento deberemos esperar el efecto dominó y los mayores quebraderos de cabeza serán los relacionados con separar el grano de la paja, desenmascarando a quienes, sin la preparación adecuada, pretendan aprovecharse de la nueva ola del trabajo mental.
Nunca he considerado un valor añadido tener inquietudes de tipo personal, más allá del fútbol. El fútbol me ha enseñado que las particularidades de la vida exterior no tienen influencia alguna en el juego. He convivido con jugadores de contextos vitales tremendamente simples que florecían en cuanto pisaban el césped y, además, eran capaces de llevar el peso de un vestuario, con la complejidad que conlleva. No he sentido nunca que mis aficiones o experiencias extradeportivas me empujaran directa o indirectamente hacia un mejor rendimiento.
La mayoría de los entrenadores que he tenido piensan exclusivamente en rendimiento y poco o nada les ha importado el resto de las vidas de sus jugadores. Algunos han visto en mí un líder y otros una amenaza, pero no creo que esto estuviera relacionado con mis aficiones externas.
Estoy de acuerdo con el concepto de talento emocional y sus características serían aquellas adquiridas mediante la formación de un buen psicólogo interior. Es decir, un jugador con talento emocional es aquel que ha aprendido y domina los comportamientos que derivan en un rendimiento máximo y continuado, y que es capaz de discernir su aplicación para consigo mismo de forma eficiente.
Ahora bien, estoy totalmente en contra del comúnmente mal entendido concepto general de talento. Me refiero al entendido como destreza innata o don. Creo firmemente que todos tenemos la capacidad suficiente para, una vez puesta en funcionamiento (esto es: una vez aprendido y trabajado) derivar en un talento eficaz. El talento, ya sea técnico, táctico, físico o psicológico, se construye con formación y trabajo de la misma forma que un estanque (de cualquier dimensión) solo produce electricidad cuando se abren las compuertas y circula el agua. Por este motivo, rechazo la manera de frivolizar con las destrezas psicológicas de los futbolistas, a menudo etiquetados cruelmente por quienes nada les han aportado en su desarrollo.
¿El poder de la inteligencia artificial? Un día vi un problema que no estaba resuelto y siempre me han gustado los rompecabezas. Identifiqué que solo la IA podía darle solución, así que hablé con los mejores científicos de IA de Europa y me asocié con ellos. Lo resolvimos. Después vi una oportunidad empresarial y me lancé a por ella. Como suele suceder con las cosas importantes, uno comprende su complejidad demasiado tarde. En cualquier caso, disfruto con el reto y de momento seguimos dando pasos al frente.
¿Podría detectarse el talento emocional? Primero habría que universalizar la evaluación psicológica y después añadirla a la coctelera que son los modelos de IA de manera que se generara conocimiento sobre cada una de las destrezas psicológicas y sobre la relación entre ellas y con las demás habilidades técnico-tácticas y físicas. A partir de ese conocimiento, los modelos temporales podrían predecir con menor incertidumbre, por ejemplo, el rendimiento futuro de los jugadores o su riesgo de lesión diario.
Pienso que la labor del psicólogo es de gran responsabilidad y habría que estar muy bien preparado para afrontarla con garantía de excelencia. No es mi caso. Hoy en día no me veo trabajando como psicólogo. Estoy de acuerdo en que la experiencia futbolística significará para los futbolistas psicólogos una pequeña ventaja, pero creo que la diferencia la marcará la formación académica y, por supuesto, las demás capacidades del profesional.
Al fin y al cabo, mis mejores entrenadores, a pesar de lo común, nunca fueron futbolistas en la élite profesional.
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