Aprendiendo acerca de la figura del árbitro de fútbol
En el maravilloso y apasionante mundo del fútbol quienes protagonizan la historia llevándose la gloria y dando alegría a los aficionados son los futbolistas, pero existe una figura esencial que resulta única, diferente e irremplazable en este deporte, el árbitro. Los árbitros se encargan de hacer cumplir las reglas del juego y se convierten en la máxima autoridad para dirigir los partidos. Para arbitrar, para ser un buen árbitro se necesita de fuerza mental o preparación psicológica. En este artículo veremos la importancia que tiene la psicología en el árbitro para realizar bien su trabajo y desarrollarse o evolucionar como árbitro.
Qué sabemos acerca del árbitro de fútbol
El árbitro es una figura importante en el deporte desde la función de juez. En el fútbol es parte inseparable de la actividad y sus decisiones inciden en el desarrollo del juego, incluso pueden llegar a determinar el resultado de un encuentro. Es por ello que vamos a abordar la figura del árbitro desde un enfoque integral, tomando en consideración las funciones que realiza, qué cualidades y competencias debería tener, la importancia en él de la formación emocional o psicológica y la función desempeñada por el psicólogo del deporte en el desarrollo de las competencias del árbitro y en la optimización de su labor sobre el terreno de juego. A la dificultad o complejidad de su labor se añade que en el fútbol la actuación del árbitro es determinante por el gran impacto social que tiene y por las connotaciones de todo tipo que se le añaden.
La formación del árbitro es específica y está muy cuidada por los estamentos federativos. Quizás por la significación que tiene en el ámbito del fútbol, el colectivo arbitral necesita de una formación mayor en aspectos que tienen que ver con la gestión emocional, tanto de las emociones ajenas (jugadores, entrenadores, aficionados, directivos…) como de las propias, sobre todo en instantes de máxima presión y repercusión. Será necesario contemplar un planteamiento formativo global que no ignore la preparación psicológica.
Para entender las situaciones de juego que se presentan durante cualquier encuentro de fútbol, es interesante conocer bien este deporte y, a poder ser, incluso haberlo practicado. Junto a esto, dominar el reglamento y tener una buena agudeza visual y auditiva son competencias que acercan al árbitro a la eficacia en el desempeño de su labor. No obstante, para conseguir la excelencia en el arbitraje, deberá profundizarse en el aprendizaje de competencias emocionales o psicológicas, impartido y trabajado junto a un profesional de la Psicología del Deporte. Para aprender y desarrollar estas competencias psicológicas se requiere un entrenamiento o trabajo psicológico asociado a su labor sobre el terreno de juego que optimice su rendimiento y desarrollo como árbitro.
¿Qué funciones desarrolla el árbitro?
El árbitro, aplicando el reglamento, participa en el desarrollo del partido con sus decisiones, que pueden tener mayor o menor incidencia en el resultado, lo que le confiere una gran responsabilidad. Su trabajo supone un desafío total, una auténtica fortuna para aquellos que saben disfrutarlo por estar muy preparados a todos los niveles.
Dirigir un partido de fútbol podría parecer una tarea poco atractiva debido al contexto de presión, exigencia y, a veces, protestas que lleva implícita. No obstante, resulta una labor apasionante y un reto que entraña cierta dificultad, porque requiere tomar decisiones rápidas y por momentos trascendentes. La actuación del árbitro conlleva tomar decisiones en todo momento y de cualquier naturaleza, una de las cualidades que más destaca en un buen árbitro y directamente relacionada con la fortaleza mental o preparación psicológica del árbitro.
La labor del árbitro supone un trabajo en equipo. Un partido de fútbol requiere de un árbitro principal, responsable entre otras funciones de aplicar el reglamento, dar constancia de lo sucedido en el mismo y llevar el tiempo del encuentro. Adicionalmente, puede disponer de dos árbitros asistentes, situados en las bandas en la zona exterior del terreno de juego. En categoría profesional se añade un cuarto árbitro, encargado de ayudar al árbitro en labores de anotación de cambios, amonestaciones y expulsiones y otras cuestiones de interés como sustituciones en casos de lesión…
El árbitro principal es el único con poder para sancionar o expulsar a un jugador o miembro del cuerpo técnico durante un partido. Asistentes y cuarto árbitro pueden realizar sugerencias a decisiones arbitrales, pero no gozan del poder de sancionar. De igual forma ocurre con los asistentes del VAR (que utilizan imágenes de cámaras de TV), compañeros del equipo arbitral que guían e intervienen, pero no deciden, lo que solo corresponde al árbitro principal.
La responsabilidad de un árbitro comienza en el momento en que entra en el recinto deportivo y no termina hasta que lo abandona, conservándola, por tanto, durante los descansos, interrupciones y suspensiones, es por ello que está relacionada con el desarrollo total del partido íntegramente, más allá de que el balón esté en juego o no. El árbitro está en el centro de todas las miradas. El comportamiento de jueces y árbitros en el desarrollo de la competición es relevante por lo que no se entiende que en la formación del árbitro se obvie la preparación psicológica. Además, sus decisiones pueden resultar polémicas y con frecuencia son objeto de críticas y reacciones por parte de deportistas, entrenadores, aficionados y medios de comunicación vinculados con el deporte.
Desde mi experiencia, considero necesario introducir una serie de claves y conceptos que nos ayudarán a entender mejor una actuación arbitral:
- Es clave enfocarse en cada partido, poner toda la atención y energía en el partido que debe arbitrar ese día, tratando de hacer el mejor trabajo.
- Se debe cuidar la condición física y la preparación minuciosa de cada encuentro. El detalle de conocer a los equipos en el plano técnico-táctico le hará interpretar mejor las situaciones de juego, pudiendo manejarlas con criterio, anticipándose de esta forma a la siguiente acción del juego. Dicha información guiará sus movimientos y conductas durante un partido.
- El árbitro ejercerá su trabajo con integridad, honestidad y entrega, siendo consciente de su función. Una buena preparación a todos los niveles será clave para realizar su tarea de forma efectiva, gestionando la presión de forma más eficaz y con plena confianza en la toma de decisiones.
- Futbolistas y cuerpos técnicos son los verdaderos protagonistas de este deporte, a quienes siguen y por quienes suspiran los espectadores. Una buena actuación arbitral determinará además que el espectáculo sea mejor, más limpio y atractivo. El árbitro no debe aspirar a tener protagonismo en el desarrollo del partido.
- Solo un árbitro que conoce bien el juego y lo ha estudiado, sabe de forma natural la demarcación y posición que debe ocupar en el terreno de juego en cada momento y, sin molestar, decidir sobre cada acción del partido. Debe aprovecharse de su conocimiento y experiencia para tomar las mejores decisiones basándose en el tipo de juego que practican los equipos y, en base a ello, anticipar e intuir el tipo de desplazamiento y movimiento para cada situación del encuentro. De no ser así, correrá el riesgo de perder el foco atencional sobre el juego por momentos, afectando a su confianza y tomas de decisión. Si esto último ocurre, se encontrará a merced de la situación y el ambiente, perdiendo credibilidad su actuación.
- Un buen árbitro debe ser correcto y hacer lo correcto, tratar de ser justo y utilizar un criterio constante y ecuánime. La sensación de control y serenidad que muestre hará que el partido se desarrolle con normalidad. Es preceptivo que transmita ilusión y cordialidad, mostrando pasión y disfrute por el arbitraje. Como las emociones tienen un poder contagioso, cuando se transmite ansiedad o enfado se acaba perdiendo el control sobre la propia actuación.
- Hacer autocrítica. Para todo error hay siempre una explicación. Después de cada partido es conveniente reflexionar acerca del trabajo realizado para mejorar actuaciones posteriores, formularse preguntas inteligentes y encontrar soluciones para próximos encuentros, debatir con el equipo arbitral para sacar conclusiones de cada partido.
- Cerrar página. Una vez analizada la actuación, más o menos acertada, es necesario pasar página para preparar el siguiente partido. Centrarse en el siguiente encuentro y prepararse bien le hará estar más motivado para el próximo envite.
- Saber el reglamento en profundidad. Algo más complicada resultará la correcta interpretación de las reglas, y aplicarlas de forma adecuada. Conocer este deporte es otra de las prioridades que ayudará al árbitro a realizar con éxito este cometido.
Dificultades inherentes a la labor de arbitrar
Arbitrar entraña mucha dificultad. Quiero hacer un esbozo de las dificultades inherentes a una labor que entraña complejidad. Voy a limitarme a enumerarlas, organizándolas como externas o internas al árbitro. Las dificultades externas tienen que ver con la propia tarea de arbitrar, las que plantean los jugadores, directivos, medios de comunicación, redes sociales… Las dificultades internas se refieren a aquellas que surgen en el propio árbitro o equipo arbitral.
Dificultades externas
- Decidir de forma inmediata y en situaciones de máxima exigencia o gran presión externa.
- La complejidad de la tarea derivada del estilo de juego de los equipos y de las situaciones que van aconteciendo durante el partido.
- La importancia o trascendencia del partido atendiendo a su incidencia en el logro de objetivos de temporada por parte de los equipos.
- El perfil del jugador. Hay jugadores que ayudan más y otros que lo ponen más difícil al árbitro en su cometido.
- El clima generado en el estadio. No es lo mismo arbitrar sin aficionados, como en la pandemia, que con aficionados. De la misma forma que las aficiones no ejercen la misma presión desde la grada.
- El clima generado por los medios de comunicación, antes o después del partido, respecto a la actuación del árbitro.
- Las opiniones vertidas en foros de internet y redes sociales, que en ocasiones llegan a ser ofensivas, incluso coercitivas o amenazantes hacia el árbitro.
Dificultades internas
- El recuerdo de experiencias anteriores (errores, situaciones vividas…) relacionadas con jugadores o equipos que pueden derivar en actitudes o juicios previos que podrían condicionar la actuación del árbitro.
- Actitudes negativas (excesiva responsabilidad, perfeccionismo, rigidez, anticipar posibles dificultades, ponerse a la defensiva…)
- Nerviosismo, ansiedad y estrés.
- Inseguridad, temor al error.
- Gestión del error y la frustración que conlleva el error.
- El diálogo interno durante el partido.
- Gestionar de forma ineficaz el diálogo o comunicación con los jugadores.
- Pretender agradar a los protagonistas y ser objeto de una buena valoración.
- Que la preparación del partido derive en actitudes o juicios de valor previos.
- Posible afinidad con algún protagonista o equipo.
- No entender las críticas y hacer una mala gestión de ellas.
- Excesivo orgullo.
- Generar distancia con jugadores para evitar el posible conflicto.
Competencias emocionales del árbitro de fútbol
Una de las mejores cualidades que debe tener un árbitro es saber gestionar bien el comportamiento de los jugadores, ya que estos, por situaciones de partido, pueden mostrar actitudes y conductas de protesta, enfado, incluso de enfrentamiento. Es un deber dirigirse a futbolistas con respeto y educación. Haber jugado a fútbol ayuda a mostrar empatía con los protagonistas, a la vez que tener buenas habilidades para la comunicación y gestión del estrés favorece la gestión emocional con los protagonistas. Arbitrar es un reto atractivo, desafiante, una prueba intensa para dar la mejor versión en todos los aspectos, técnico, físico, emocional… desde el primer al último minuto.
Siendo un experto conocedor del reglamento, el estilo de arbitraje determinará que futbolistas y otras personas del entorno-fútbol (entrenadores, delegados, presidentes, medios de comunicación…) depositen en el árbitro su confianza. La credibilidad de un árbitro no radica en el exhaustivo conocimiento del reglamento ni tampoco en el acierto en sus tomas de decisión durante el partido. La psicología del árbitro es la que le ayuda a estar bien considerado, se le respete y considere capacitado para dirigir correctamente un partido de fútbol. En base a esa credibilidad, desde ese entorno se modularán las opiniones y críticas.
La consideración u opinión que puede tener el futbolista sobre el árbitro depende mucho de sus actuaciones precedentes y del reconocimiento de que es objeto, lo que ejerce como filtro para establecer un tipo de comunicación u otra con cada árbitro. El equipo arbitral debe estar preparado para tomar decisiones valientes si cree que son las correctas. Quizás la consideración de los errores en los árbitros que gozan de prestigio es menor, debido al respeto ganado con sus buenas actuaciones y su saber estar. Señalar y sancionar lo que ve es fundamental en la credibilidad del árbitro.
Aquellas competencias emocionales claves que ayudan en la labor del árbitro e influyen en su valoración o credibilidad son las siguientes:
- Concentración, lograr que las decisiones fluyan. El árbitro debe estar plenamente concentrado, ser inteligente, viendo y decidiendo, con la mente limpia sin actitudes previas. La concentración debe ser tal que le resulte fácil leer y resolver cada acción, sin pensar. Nada debe romper este nivel de concentración, ni siquiera decisiones anteriores, comportamientos de los jugadores, manifestaciones de los aficionados… Preparar el partido previamente no debe romper el flow, ver y sancionar lo que se ve; no puede contribuir a generar actitudes previas respecto a jugadores, mucho menos puede verse interferido por actuaciones anteriores con los mismos jugadores o equipos…
- Activación. Arbitrar requiere un nivel adecuado de activación nerviosa. Desde la psicología se habla de ajuste de tensión. No puede ser excesiva porque se puede confundir con una actitud agresiva, prepotente y nerviosa o insegura, ni demasiado baja ya se puede confundir con una actitud dubitativa o de escasa autoridad. Un buen nivel de activación ayuda a tener una mejor concentración. El árbitro debe aprender a regular su propio nivel de activación, sabiendo elevarlo o disminuirlo según las circunstancias que rodeen al partido y la respuesta emocional que mueve en él.
- Ilusión, entusiasmo. Las emociones tienen un poder contagioso, se transmiten. El árbitro no puede transmitir dudas, inseguridad, nerviosismo, enfado… Ha de vivir el partido con serenidad, entusiasmo, vitalidad, dinamismo, respeto… Esta vivencia emocional da calidad a la labor del árbitro.
- Comunicar, ser asertivo. Necesita de habilidades para el diálogo y la comunicación, tratando de ser educado, cordial, afable, pero también claro y directo. Debe facilitar la relación con los protagonistas y sujetar las propias emociones.
- Gestión del estrés ajeno. El árbitro debe tomar decisiones bajo mucha presión externa. La presión la pueden ejercer los medios de comunicación y directivos antes y después del partido, y los propios futbolistas durante el partido. El perfecto conocimiento del reglamento, una concentración máxima que ayude a que las decisiones fluyan y valores como la honestidad, respeto, ausencia de protagonismo ayudan a decidir de forma auténtica, según se percibe cada acción. Por momentos, el árbitro ha de saber gestionar el estrés que viven los profesionales, jugadores, entrenadores, técnicos… Resulta difícil tomar decisiones bajo presión, por diferentes factores: 1) el breve tiempo del que se dispone, la inmediatez del momento; 2) las situaciones inciertas y comprometidas que pueden tener consecuencia directa sobre el marcador; 3) la presión ambiental; 4) la polémica en los medios de comunicación; 5) el peso de las redes sociales y las consecuencias que de ello se puedan derivar.
- Disminuir el diálogo interno. El pensamiento es un diálogo interno, un habla interiorizada consigo mismo. El árbitro requiere tal nivel de concentración que su diálogo interno puede convertirse en un obstáculo y en una fuente de problemas que le restan eficacia en el desempeño de su función. Ver y sancionar, sin pensar, no es fácil. El diálogo interno puede romper la concentración, pero también activar emociones que impiden realizar una actuación serena.
- Autorregulación emocional. El árbitro no puede dejarse llevar por sus emociones. Sentir el arbitraje, emocionarse con él, mostrarse agradecido de poder desarrollar la labor arbitral es para vivirlo con energía y disfrutar; sin embargo, será necesario controlar las emociones, tener serenidad y mantener un equilibrio en las situaciones más intensas y difíciles de partido. Tampoco es propio de un buen profesional dejarse llevar por la simpatía que pueda compartir por algunos jugadores, equipos… Ser honesto es una cualidad imprescindible del árbitro. La autorregulación emocional es determinante para las tomas de decisión del árbitro. Es fácil tomar decisiones de forma rápida y eficiente desde el equilibrio emocional.
- Trabajo en equipo. El arbitraje en fútbol es un trabajo en equipo. La calidad de las decisiones depende de cada miembro del equipo arbitral. El trabajo en equipo es algo que debe organizarse, no se puede improvisar. El árbitro está focalizando su atención en el balón y en la zona de juego, y cuando este se mueve, él también. En el mismo momento los compañeros del árbitro (asistentes, cuarto árbitro, asistentes de VAR) están enfocados en otros aspectos o zonas del juego. Mantener el control de lo que sucede en el partido solo es posible desde el trabajo en equipo. La buena relación entre ellos, su compromiso y profesionalidad influirán a la hora de realizar una buena labor. Cada uno debe tener un objetivo claro y debe saber qué hacer, cómo, cuándo, dónde y por qué. Durante el transcurso de un partido de fútbol no se puede dejar nada al azar, la comprensión de las funciones que cada uno debe desempeñar ha de quedar clara antes del inicio del encuentro. Por este motivo la charla previa dirigida a su equipo y el trabajo realizado durante la semana aclarará qué cometidos corresponden a cada uno, los derechos y deberes de cada persona del cuerpo arbitral. El sentimiento de equipo debe llevar a apoyarse mutuamente, la buena labor de cada uno es el éxito de todos.
- Ceder el protagonismo a los futbolistas. Los auténticos protagonistas son los jugadores. Es algo que el buen árbitro nunca olvida, hasta el punto de ceder todo el protagonismo a los jugadores. Un árbitro que busque protagonismo se equivocará. Su función, aplicando el reglamento, será la de ayudar a que fluya el juego, simplificando las cosas y posibilitando que los protagonistas jueguen al fútbol de la mejor manera posible. Si comprende el juego, está bien coordinado con sus asistentes y su actuación es correcta será bien valorado, sin necesidad de mayor protagonismo.
- Liderazgo. Desde un lenguaje coloquial se habla de la “personalidad” del árbitro como algo fundamental de cara al desarrollo de su cometido durante el encuentro. Científicamente no se puede defender este concepto de personalidad. La llamada “personalidad” hace referencia a la autoridad moral, al prestigio o reconocimiento ganado por su buen desempeño. Estamos refiriéndonos al liderazgo, al respeto que se va ganando entre los futbolistas y el entorno del fútbol. Los futbolistas distinguen rápidamente al árbitro bien preparado del que no lo está, si tiene criterio, es autónomo, es fuerte mentalmente, está preparado a nivel físico y si probablemente hará un buen arbitraje. El árbitro incrementa o disminuye su liderazgo en cada partido, su credibilidad no es permanente, se incrementa o disminuye desde su comportamiento.
Para todos estos aspectos la psicología es un factor determinante como veremos en el próximo apartado.
La psicología en la formación del árbitro
La psicología del deporte cada día se encuentra más arraigada en el trabajo con los profesionales del fútbol, futbolistas, entrenadores, responsables de los clubes… El ámbito de la preparación psicológica en fútbol también abre las puertas a mejorar las competencias emocionales que el árbitro requiere para optimizar su labor sobre el terreno de juego. Cada vez son más los árbitros que por su cuenta incorporan la psicología a su preparación. Se debería comenzar a hablar del entrenamiento psicológico del árbitro en su proceso de formación, que estará dirigido a facilitar recursos que necesita el árbitro para optimizar su función, desarrollar sus competencias, mejorar su bienestar emocional y favorecer su desarrollo como árbitro.
El conocimiento paulatino de nuevos enfoques, actitudes y estrategias en el ámbito psicológico establece que con un colectivo tan presionado y con enormes dificultades para la toma de decisiones por el estrés como es el colectivo arbitral, sobre todo el árbitro profesional, pone de manifiesto la necesidad de que el psicólogo del deporte trabaje con el árbitro en la mejora de las competencias emocionales y en la gestión de situaciones de partido. Con la aportación de la psicología el nivel de calidad arbitral aumentará, así como ha sucedido con la mejora paulatina en los aspectos físicos y técnicos.
Entre los contenidos psicológicos que debería trabajar un árbitro asesorado por un profesional de la psicología deportiva deben estar los siguientes:
✔️ Focalizar la atención, estar concentrado
Controlar el foco atencional es clave. La atención no puede dispersarse. Si se focaliza la atención en la tarea, en la inmediatez, la presión desaparece. La concentración debe centrarse en la tarea, en el aquí y ahora, en gestionar cada acción; el resultado será la consecuencia. La concentración permite una lectura nítida del juego, de cada acción. Alcanzar una consciencia total con la acción. Expertos de la psicología han demostrado que focalizar bien la atención otorga mayor eficacia que el nivel de inteligencia.
Tener experiencia en el fútbol es determinante. El hecho de haber dirigido muchos partidos, en diferentes campos y categorías ayuda a realizar la lectura correcta de cada acción. Mantener la concentración está detrás de las mejores actuaciones arbitrales y con toda probabilidad, hacer de esto un hábito lo convierte en un árbitro preparado.
✔️ Aprender a fluir, manejar el estado de flow
✔️ Entrenar y mejorar la toma de decisiones
✔️ Ajustar el nivel de activación.
✔️ Aprender a pensar de manera positiva
Tener una actitud positiva ayuda a ser eficaz ante la exigencia y la dificultad, a conseguir mayores logros y disfrutar de mayor bienestar emocional. El exceso de responsabilidad lleva a cometer más errores. El excesivo diálogo interno le puede poner difícil la tarea al árbitro, restándole atención sobre el juego y generando emociones que rompen el equilibrio emocional necesario para sancionar con objetividad. Arbitrar un partido exige una mente práctica y eficaz que se movilice rápidamente para ser decidido, sancionar lo que sucede, superar momentos de dificultad, sin miedo al error y mucho menos a las posibles consecuencias del mismo.
Ser responsable lleva a no buscar excusas, ser autocrítico, no culpar a otros de nuestros errores, pero un exceso de responsabilidad resulta negativo, predispone al error, se convierte en un hándicap para la eficacia y el rendimiento. Poner la responsabilidad justa supone tratar de hacer el mejor trabajo posible.
✔️ Saber convivir con el error
Arbitrar supone cometer errores, como en cualquier otra labor o tarea. Ser un buen árbitro exige gestionar el error de forma eficaz. Cualquier error puede generar frustración. Es clave entender cómo se gestiona esta situación.
El error debe gestionarse desde la aceptación y la tolerancia, la evaluación objetiva y el trabajo en las soluciones (más entrenamiento, visualización, control de las preocupaciones o pensamiento eficaz, etc.). Se trata de entenderlo, aceptarlo y no permitir que afecte en futuro inmediato o a medio plazo.
✔️ Autoconfianza
✔️ Trabajo en Equipo
✔️ Convivir con la presión externa
El árbitro está expuesto a una enorme presión externa. Sus decisiones pueden afectar al resultado de un partido y estar sujetas a un sinfín de opiniones, incluso ataques. Lo más difícil está en el escarnio que en ocasiones se hace de la labor arbitral en las tertulias deportivas y en las redes sociales. Puede resultar más difícil cuando esa crítica es leída o escuchada por los familiares o personas más allegadas al árbitro. Nadie nace sabiendo convivir con esta presión externa. ¿Cómo puede el árbitro distanciarse de un linchamiento social para que no le afecte en partidos posteriores arbitrando al equipo desde el que fue linchado? La respuesta es disponer de una alta competencia emocional. El árbitro realiza una labor pública, muy expuesta, por lo que debe aprender a vivir en el “escaparate” o en la exposición a que se somete su labor, sin caer en el protagonismo.
Entenderlo, aceptarlo, saber convivir con ello tomando distancia y no interiorizándolo no es fácil de realizar. Es más fácil desde el aprendizaje emocional, el desarrollo de competencias emocionales.
✔️ Habilidades sociales, cuidar las relaciones con el entorno
✔️ Avanzar hacia el autoliderazgo
El árbitro necesita de la persona, de una sólida dimensión personal. Un árbitro con valores y autonomía emocional es un mejor árbitro. El árbitro debe cuidar su desarrollo como juez potenciando su desarrollo emocional y personal. Desarrollo deportivo y personal van de la mano. Si no se es capaz de liderar la propia vida no se está en condiciones de ponerse delante de otras personas y gestionar sus emociones. Potenciar el autoliderazgo para cuidar una filosofía de vida saludable, respetuosa, apoyada en valores personales y en competencias emocionales. Será mejor árbitro quien con su talento arbitral se apoye en una sólida dimensión personal.
- Autoconocimiento. Conocerse bien pasa por saber identificar las propias virtudes y defectos, aquello que es capaz de gestionar bien y aquellas habilidades que se deberían mejorar para optimizar su rendimiento.
- Estar orientado al aprendizaje y la mejora constante. Entre los objetivos de la sociedad en que vivimos parece predominar conquistar el éxito, “triunfar”, alimentar el ego. Parece que no hay otros objetivos. La motivación también puede estar dirigida a aprender, mejorar, evolucionar, desarrollarse, ser insaciable en la búsqueda de la excelencia. Desde la orientación a la tarea o mejora el auténtico rival es uno mismo. Es un enfoque muy importante para la evolución y desarrollo del árbitro. “Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos; pues la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo” (Aristóteles).
- Centrado en el proceso y no en la valoración. El buen árbitro disfruta más del proceso que del resultado, de andar el camino que de alcanzar la meta. Estar concentrado y sancionar cada acción según el reglamento es más importante que hacer un buen arbitraje. Más bien esto es la consecuencia de lo anterior.
- Tomar iniciativa. Hay que provocar lo que se quiere que suceda. Hay que ir y no esperar. Ser proactivo y no reactivo, ir por delante de las circunstancias y no a merced de ellas. Esperar que suceda lo que uno desea supone ser reactivo. Preparar los partidos e ir a realizar un óptimo trabajo de arbitraje no tiene nada que ver con ir a ver qué sucede en un partido, a ver si acompaña la suerte. Son dos actitudes completamente diferentes.
- Resiliencia, reponerse ante la adversidad. Arbitrar, como cualquier otro desarrollo profesional, no está exento de dificultades. El árbitro es un experto en superar obstáculos o dificultades que son inherentes al desarrollo de su rol.
- Valores personales. Esfuerzo, dedicación, coherencia, honestidad, humildad son ejemplos de valores que deben movilizar la conducta en la vida de un árbitro. Resultan fundamentales para la superación personal y liderarse la propia vida.
- Ilusión, pasión, entusiasmo. El árbitro transmite sus emociones. Serenidad no está reñida con ilusión y entusiasmo. Ser frío, distante, calculador puede ser interpretado como tener escasa empatía y poner en dificultad la relación con el jugador durante el partido.
- Autonomía emocional. No se puede vivir pendiente de lo que los demás puedan pensar sobre uno mismo, sensible a la opinión de los demás, buscando su aceptación. El árbitro necesita ser autónomo a nivel emocional, autocrítico, autoexigente, empático, con buenas habilidades sociales, buen gestor de conflictos, capaz de regular sus propias emociones, con criterio propio, respetuoso hacia las opiniones ajenas pero con independencia de criterio, proactivo, capaz de tomar distancia respecto a las situaciones vividas…
- Dar sentido a la vida. Arbitrar no puede ser simplemente una función, una manera de poder estar en el fútbol, de disfrutar de cierto protagonismo… Debe ser mucho más, una forma de vivir, algo que da sentido a la propia vida.
No puede ser que la preparación psicológica quede a merced de la experiencia que el árbitro vaya acumulando con partidos. Algunos consideran que el árbitro aprende a saber estar sobre el terreno de juego arbitrando muchos partidos. Dicen, “el árbitro se va haciendo con su amplia experiencia en las diferentes categorías del fútbol”. Es cierto, pero el aprendizaje sería más rápido y gratificante organizándolo y no dejándolo al mecanismo de ensayo-error. De la misma forma que los entrenadores tienen que aprender contenidos relacionados con la psicología en su proceso de formación reglada, también los árbitros deberían disponer de la oportunidad de aprender estrategias y conocimientos que le guíen en la gestión emocional habiéndolo planificado en el proceso de formación de los árbitros. La formación del árbitro debe contemplar contenidos de la psicología, debe abordar la preparación psicológica. Los futbolistas van contando con el apoyo de un psicólogo del deporte, bien porque existe en la estructura de técnicos del club, bien porque contrata los servicios profesionales por su cuenta. No es posible que el árbitro sea la única figura del fútbol que quede al margen de la preparación psicológica.