Motivación: no esperes a que algo o alguien te motive

José Carrascosa
Motivación: no esperes a que algo o alguien te motive

¿Por qué entrenas y compites?, ¿cuáles son tus razones para esforzarte cada día?, ¿has observado que cuando te sientes motivado tu rendimiento es mayor?, ¿qué te motiva?, ¿cómo te motivas?, ¿esperas a que lo haga el entrenador?, ¿esperas a que la situación te ilusione?…

Todos buscan el éxito, ¿quién no quiere ganar?

Nuestra sociedad vive orientada al éxito. La mayoría se mueve por superar a otras personas, por ganar, por mejorar las condiciones de trabajo y de vida, por alcanzar situaciones de cierto privilegio.

Ganar, lograr los tres puntos, ascender en la clasificación, ser titular, tener protagonismo, promocionar hacia equipos de mayor nivel, mejorar los ingresos económicos, lograr títulos, obtener reconocimiento social, prestigio, fama… son motivaciones que tienen que ver con alcanzar el éxito y satisfacer el ego personal. Se trata de motivaciones externas a la tarea, que van más allá de la misma, referidas a consecuencias de un buen rendimiento.

Cuando la motivación está orientada al éxito o al ego, aumenta la competitividad o afán por superar a los rivales, pero disminuye la estabilidad emocional y reduce la resiliencia, hace vulnerable ante las dificultades. Cuando los objetivos parecen próximos, están al alcance, la motivación aumenta, el esfuerzo se mantiene, pero cuando el logro de las metas parece complicarse, alejarse, surgen enfados, desánimo y riesgo de abandono. Las personas que están exclusivamente motivadas hacia el éxito son poco estables a nivel emocional, un tanto histéricas, muy poco resilientes y abandonan con facilidad. Se motivan mucho y se desaniman con facilidad. Son poco fiables en su rendimiento y, desde mi punto de vista, son poco competitivas. Son competitivas aparentemente, de forma engañosa, porque lo harán a veces, no siempre.

¿Quién no quiere ganar?, ¿a alguien le gusta perder? Desconfía de quien se autodenomina “ganador”. Quizás sea alguien obsesionado con alcanzar el éxito, fuere como fuere, y a costa de lo que sea. Desde mi punto de vista, se confunde ser competitivo con ser “caliente”, temperamental, sanguíneo, colérico, irascible… Es un equívoco. Ser competitivo no pasa por estallidos de carácter, de mal carácter, que no van acompañados de estabilidad emocional, inteligencia y perseverancia. Pretender el éxito es lícito, obsesionarse o volverse loco con el éxito es de poco inteligente, porque por ahí no se alcanza nunca.

No tantos buscan aprender, mejorar, ser mejores

Existen otro tipo de motivaciones mucho más sutiles e inherentes a la tarea, como aprender cada día en cada entrenamiento, aprender los automatismos de la tarea, mejorar en la comprensión y dominio del juego, abrir la propia mente a dominar tareas de otros roles o posiciones afines, resolver las propias barreras internas (dudas, temores, miedos, estrés, exceso de responsabilidad, falta de confianza…), mejorar o elevar el propio nivel técnico-táctico, mejorar la condición física…

Además, perseguir el éxito, también se puede perseguir aprender, mejorar, hacerlo mejor hoy que ayer, y mañana que hoy. Esta motivación está orientada a la tarea, está centrada en la tarea, cuida el proceso más que el resultado. En la orientación a la tarea uno compite consigo mismo, uno es su máximo rival, no se compite por superar a otros, sino por superarse a sí mismo.

 

Las personas orientadas a la tarea son más estables a nivel emocional, no son víctimas de la euforia ni del desánimo, son perseverantes, mantienen más el esfuerzo, gestionan las dificultades con inteligencia, de forma analítica y no emocional, son resilientes.

La orientación a la tarea pone el foco en optimizar los procesos, persigue la excelencia, considera que la auténtica meta es el camino. Las personas orientadas al aprendizaje y superación personal entienden que el talento evoluciona y se desarrolla con el esfuerzo y trabajo, por lo que viven la formación como un proceso permanente, incluso a lo largo de la vida. El rival o adversario es alguien que examina o evalúa las propias competencias, el rival es un cómplice en el proceso de aprendizaje y mejora permanente. El trabajo en equipo, el equipo, es un contexto que también favorece el aprendizaje y desarrollo del talento individual, por lo que también es un aliado en el proceso de desarrollo profesional y personal.

Orientarse al éxito es complementario con estar orientado al aprendizaje o mejora permanente. No son motivaciones antagónicas sino complementarias. Pretender alcanzar el éxito es muy lícito. Lo inteligente, la sabiduría está en tener claro el camino para lograrlo. El mejor camino para llegar al éxito es el esfuerzo, trabajo y aprendizaje diario, cuidar y mejorar los procesos, elevar el nivel cada día en cada entrenamiento y en cada partido sin poner límites ni excusas.

Entrenadores y padres deberían tenerlo muy claro, porque pueden estrellar al joven futbolista en la persecución desaforada del éxito (ganar, ser el mejor, marcar la diferencia, marcas goles, mejorar de equipo, ser futbolista profesional…) ignorando que hay sólo hay un camino, invertir cada día, con mucha paciencia y sin urgencias, el esfuerzo y trabajo necesarios para aprender, mejorar y avanzar en el desarrollo personal y deportivo.

Muy pocos se mueven por “motivaciones valiosas”

¿Por qué alguien que ha conseguido mucho más de lo que jamás pudo imaginar ha de seguir esforzándose y trabajando para ser mejor?

Las personas generamos nuevas necesidades a medida que satisfacemos otras más básicas. Primero, se busca cubrir las necesidades básicas (alimentación, salud, vivienda…); después, surge la necesidad de seguridad (asegurar el futuro a nivel económico); una vez cubierta la seguridad, se requiere satisfacer necesidades de tipo social o afectivo (aceptación, amistad…); después, surge la inquietud por el reconocimiento social, prestigio, fama; por último, en la cima de las necesidades figura la autorrealización personal. Hay quien lo puede tener todo en la vida (futuro asegurado, red de amigos, familia estable, reconocimiento social…), pero le falta lo más importante, sentirse bien consigo mismo, ser feliz. En este caso no tiene satisfechas las necesidades relacionadas con la autorrealización personal. Un deportista, artista o profesional retirado, con el futuro económico resuelto, que vive de rentas, con una situación familiar estable, rodeado de amigos, famoso… necesitará sentirse bien consigo mismo y todo ello no es suficiente.

Las motivaciones valiosas dan sentido a la vida, ayudan a sentirse trascendentes, otorgan valor personal y moral. Podemos distinguir dos tipos de motivaciones valiosas:

  1. Las relacionadas con valores personales; y
  2. Las motivaciones que podemos llamar de “vida”.

Se puede seguir trabajando y compitiendo por fidelidad o compromiso con unos valores personales, por no traicionar los principios que a uno le guían en su vida. Uno sigue esforzándose porque no entiende la vida sin esfuerzo, sigue compitiendo porque se siente comprometido con búsqueda de la excelencia, sigue superando dificultades porque entiende la vida como una carrera de obstáculos, sigue trabajando porque ha alcanzado la sabiduría de entender que la mayor satisfacción está tanto o más en el proceso que en el resultado, en el camino que en la meta…

Otro tipo de motivaciones valiosas son razones poderosas que dan sentido a la propia vida. Son razones por las que uno es capaz de desplegar una energía extra, se siente invencible o todopoderoso, es capaz de darlo todo y mucho más. Uno puede seguir trabajando y compitiendo por razones que dan sentido a la vida, como por hacer que los suyos se sientan orgullosos y felices, por ser ejemplo de vida ante sus hijos, como agradecimiento a la naturaleza o a dios (según las creencias) por el don que se le ha concedido, por ser ejemplar ante la sociedad…

Ganar es una motivación “mediocre”

Todos quieren ganar, ¿alguien pretende perder? Cuando se compite, siempre se quiere ganar. Entonces, ¿buscar la victoria es suficiente motivación?, ¿basta con ganar, sólo ganar, ganar como sea? Cuando todos pretenden ganar, se precisan otro tipo de motivaciones que se sumen al objetivo de la victoria para marcar la diferencia.

Si la motivación es una fuerza que mueve al esfuerzo y al trabajo óptimo, querer ganar es una motivación insuficiente. Ganar es de mediocres: los mejores utilizan otro tipo de motivaciones añadidas al simple afán de superar al rival, a ganar.

Una motivación óptima reúne o complementa diferentes tipos de razones:

  1. Querer ganar, superar al rival, conseguir éxito.
  2. Trabajar más y mejor que el rival, pretender hacer un trabajo de calidad, cerca de la excelencia, sin excusas ni justificaciones.
  3. Estar comprometido con valores personales (esfuerzo, búsqueda de la excelencia, ambición, humildad…)
  4. Tener alguna motivación personal que da sentido a la propia vida. La mejor motivación es la que complementa, querer ganar, querer hacer un trabajo óptimo acorde al propio talento y preparación, no regatear en esfuerzo, trabajo para el equipo y resiliencia, y estar guiado por una misión personal o una razón de vivir. También, la mejor motivación complementa una visión de futuro con desafíos concretos a corto y medio plazo, es decir diarios y semanales.

El camino efectivo no suele ser el más corto, ni el más simple, ni el más rápido

Tener protagonismo, ser protagonista, ser el mejor o situarse entre los mejores, ser valorado, obtener reconocimiento, ganar mucho dinero… no se consigue de cualquier manera, mucho menos de forma rápida e inmediata.

Vivimos en una sociedad de la inmediatez, de grandes desafíos, de poco esfuerzo, de querer protagonismo rápido… y por tanto, de bastante frustración mal gestionada y de frecuentes abandonos o renuncias. Se quiere “triunfar”, pero se descuida en muchas ocasiones el esfuerzo, los hábitos de trabajo, la gestión de la frustración, la superación personal, la resiliencia… El éxito rápido y sin fundamentos es una utopía condenada al fracaso.

SI QUIERES SER ALGUIEN, ser un buen futbolista, abogado, mecánico, jardinero…

… prepárate, fórmate, apóyate en el esfuerzo, crea unos buenos hábitos de trabajo, afronta las dificultades con la intención de superarlas, no te pongas excusas, acepta las correcciones, invierte tiempo, pon paciencia, persevera, no tengas prisa, trabaja más y mejor que la mayoría…

… entonces acabarás siendo muy competente y situándote entre los mejores. El camino más efectivo para lograr tus metas siempre será un camino largo y con dificultades, pero si estás dispuesto a recorrerlo, a avanzar paso a paso, llegarás a lo que pretendas.

Automotivación, no esperes que alguien o algo te motive

Es triste cuando alguien te confiesa: “no tengo ilusión, he perdido la ilusión”, pero más triste es cuando sabes que se trata de una persona capaz y preparada. ¿Qué esperas?, ¿que alguien te inyecte ilusión?, ¿que cambie la situación y te devuelva la ilusión perdida? La vida no funciona así. Si no tienes ilusión, tu depósito de gasolina se ha vaciado, estás vacío de ganas, sin energía. La solución no es lamentarte, echar la culpa, maldecir la mala suerte, ni esperar a que alguien o algo te devuelva la magia, las ganas, la energía, te preste gasolina para volver a ponerte en marcha y circular. ¿Qué piensas hacer tú para volver a llenar tu depósito de ilusión y motivación?

La automotivación potencia la autonomía emocional. Las personas proactivas, las que toman iniciativas, no esperan, llevan el timón y tienen el control de su vida, son personas ilusionadas, entusiastas, que retroalimentan su propia motivación y no esperan que otras personas o las circunstancias les motiven.

¿Cómo se entrena la automotivación?

La automotivación no es un rasgo del carácter o la personalidad. Es una competencia emocional que se enseña, se aprende y se entrena. ¿Cómo se puede aprender la automotivación?, ¿cómo lograr que la motivación deje de ser externa y pase a ser interna?

Sugiero diferentes pasos en el aprendizaje y entrenamiento de la automotivación:

  1. Decidir que uno es el responsable de su propia motivación. Tiene que ser una decisión consciente, firme, producto de la reflexión y experiencia, de forma que dejas de esperar a que te empujen, dejas de hacer responsable a otros de tu comodidad o poco espíritu emprendedor. Decides ponerte en marcha, fijar tus desafíos e ir a por ellos.
  2. Entrenar la ilusión. No esperes a sentir ilusión, da el paso de poner ilusión. ¿Cómo se puede entrenar la ilusión? Pues, poniendo ilusión y no permitiendo entrar en rutina o aburrimiento. Puede ser un día más, o puedes hacer que cada momento del día lo vivas con ilusión. No te dejes llevar y en cada actividad oblígate a vivirla con ilusión. Te obligarás en un principio, luego te irá costando menos esfuerzo hasta que lo conviertas en un hábito o costumbre: vivir ilusionado.
  3. Estimular la creatividad o emprendimiento. No esperes a que sucedan los acontecimientos que deseas. Piensa qué te puede ilusionar, crea o inventa tus pequeñas motivaciones. Plantéate progresivamente pequeños pero nuevos desafíos o retos que te muevan a la acción. Una vez consigues unos, te propones otros nuevos.
  4. Alimentar el espíritu ganador. Es lícito que trates de competir, superar y ganar a otras personas, pero no te quedes ahí, no lo conviertas en un enfrentamiento, menos aún en una obsesión. Utiliza esa competencia sana en una oportunidad para trabajar más y mejor que ellas.
  5. Perseguir la excelencia. Nunca pienses que lo sabes todo o casi todo. El proceso de aprendizaje o formación es permanente, es un proceso a lo largo de la vida. Nunca terminas de aprender, de mejorar, de ser mejor profesional y persona. Si quieres subir tu nivel, acercarte a la excelencia, siempre encontrarás razones y motivos para seguir aprendiendo.
  6. Ser fiel a unos valores personales. Puedes engañar a cualquiera, pero que te engañes a ti mismo es absurdo. Identifica y potencia tus propios valores, aquellos que te ayuden a desarrollarte como deportista y como persona. Si quieres situarte entre los mejores, deberás trabajar tanto o más, también mejor, que la mayoría. Ahí necesitas comprometerte con valores como esfuerzo, trabajo, superar dificultades… Una razón para seguir esforzándote, aprendiendo, mejorando, evolucionando, eres tú mismo, ser fiel a tus valores y tu filosofía de vida. Me esfuerzo siempre al máximo porque no sé hacerlo de otra manera.
  7. Generar motivaciones que dan sentido a la propia vida. Es más fácil seguir trabajando siempre si tienes un argumento que da sentido a tu vida. Si tienes ese tipo de razones, tendrás energía para siempre, motivación permanente. Si tu esfuerzo es un homenaje a alguien que te ha guiado siempre con su ejemplo, será muy difícil que te fallen las fuerzas, la ilusión o las ganas, de seguir intentándolo.
  8. Fijar un desafío concreto para realizar cada día, un pequeño objetivo que pueda suponer un examen diario. No seas demasiado ambicioso, no te lo pongas demasiado difícil. Márcate alguna meta que puedas hacer realidad cada día y ve a por ella, sin renunciar ni fallar, porque está en juego mucho más que la meta: pones en riesgo alimentar la ilusión y crecer en autoestima.
  9. Llevar un seguimiento diario y semanal del grado de cumplimiento del desafío a realizar cada día. Observa si cumples o no cada día, cada semana. No te engañes, sé exigente y honesto contigo mismo. No te puedes engañar a ti mismo. Si cumples cada día con tu propio compromiso, logras algo mucho más que la meta: mejoras la automotivación, autoconfianza y autoestima.
  10.  Fijar un nuevo desafío cuando el objetivo anterior se ha conseguido de forma reiterada hasta convertirse en un hábito. No te pares nunca. Un nuevo desafío debe suceder a uno anterior que ya está conseguido. Si te paras, será el devenir de los acontecimientos quien gobierne tu vida; si sigues fijando nuevos desafíos, estás tomando la dirección o rumbo de tu vida. Los mayores obstáculos que hay que superar son la comodidad, la autocomplacencia, la rutina, dejarse llevar por el desánimo.
  11.  Evaluar la ilusión y estado de ánimo medio de cada día. Desde el objetivo de tener la llave de los propios estados emocionales organiza tu vida para sentirte bien, ilusionado y optimista. Toma la responsabilidad de organizarte una buena agenda diaria, sin congestión, con desafíos atractivos pero también con actividades agradables, que den calidad de vida, y evalúa tu estado de ánimo diario.
  12.  Habla de tus desafíos. Con aquellas personas más allegadas, de mayor confianza, atrévete a comentar tus desafíos actuales. Compartirlo te ayudará a comprometerte a alcanzarlos.     

La ilusión es el motor del comportamiento. Ilusionarse y volverse a ilusionar son competencias que debes entrenar para tener la llave de tu motivación, rendimiento y bienestar emocional. No esperes que las personas o las circunstancias te motiven. Aprende a hacerlo tú mismo, ya que alcanzar desafíos, sentirte bien y vivir bien dependen de ello. Si te sientes sin fuerzas, es tu problema, no señales a otros como posibles responsables. Cualquier persona en algún momento pierde la ilusión, se puede sentir vacía, pero entonces hay que saber remontar, volver a ilusionarse.

Grandes ilusiones suelen acabar en frustración cuando no van acompañadas de esfuerzo, planificación, trabajo, superación dificultades… Pon ilusión, crea desafíos que te enganchen y trabaja diariamente para hacerlos realidad, y cuando los hayas hecho realidad, vuelve a comenzar con nuevos desafíos. No esperes que la vida te ilusione, haz tú que tu vida merezca interés para ti.

José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional