No son buenos tiempos para los que tenemos padres mayores. Pero está siendo bastante más difícil para ellos. Mi madre tiene noventa y tres años, está en una Residencia de 3ª Edad, se mantiene lúcida, inteligente, con una memoria prodigiosa y fiel a su carácter. Mi familia es un “clan” bastante numeroso del que ella sigue siendo la referencia.
He querido escribir algo para ellos, para nuestros mayores. Ellos no manejan internet, pero quizás alguien se lo pueda leer. No pretende ser un testimonio, ni tampoco un homenaje, mucho menos una queja ni una denuncia de nada.
Generación acostumbrada a trabajar, sacrificada
Nuestros mayores son los niños de la postguerra, una generación de trabajadores que levantó un país con grandes sacrificios, cambió un régimen político y nos trajo el bienestar del que disfrutamos. Personas generosas que lo dieron todo por sus hijos, nos malcriaron, han cuidado también de sus nietos, atendieron a sus padres hasta el último día, a quienes vieron morir y velaron en casa cuando aún no había tanatorios. Son personas comprensivas, conscientes de que su vejez no puede ser como la de sus padres, y que se han ido haciendo a la idea de estar solos e ir a la Residencia cuando son dependientes. Lo suyo no es la queja ni el lamento, no va con ellos: personas acostumbradas a mirar adelante siempre, con entereza, orgullosas, llenas de dignidad.
Los medios de comunicación, empeñados en ver lo “bonito” de la pandemia se refieren a nuestros mayores como valientes. Solo les interesan aquellos que superan el contagio y salen curados del hospital. Sin duda es una magnífica noticia. Pero por suerte, la mayoría de los mayores permanecen en sus casas o en residencias. ¿Qué es de ellos?, ¿cómo lo viven?
No sois noticia los mayores que seguís bien de salud y que afortunadamente sois muchos más que los curados y fallecidos. No sois noticia, os habéis vuelto invisibles, no tiene interés cómo vivís este momento, excepto para vuestras familias. Sois una mayoría silenciosa, paciente, discreta.
No se trata de valentía, sino de dignidad
No sois valientes, ¡de ninguna manera! No tenéis porqué ser valientes a vuestra edad. En todo caso, lo habéis sido durante toda vuestra vida. Ahora os conformáis, vivís el momento con resignación, con gran entereza, con la dureza con la que la vida os ha ido curtiendo, por momentos asustados y muy solos. Os duele más la soledad y la incertidumbre de si volveréis a abrazar a los vuestros que la posibilidad de contagiaros del puñetero virus. Admiro vuestra entereza, sois conscientes del momento que estáis viviendo y sabéis estar, esperáis pacientes a lo que tenga que venir, pero sin perder la ilusión de volver a abrazar a vuestra familia. No es valentía, es la cicatriz de lo vivido.
Estáis, estamos, muy agradecidos al personal de la Residencia porque os atienden, os cuidan y os dan cariño. Hacen mucho más de lo que pueden, viven jornadas interminables, desprotegidos, sin medios, exponiendo su salud, pero pendientes de vosotros. Son vuestra compañía. Los días los pasáis aislados en vuestras habitaciones, inactivos, esperando que llegue el momento de regresar a las zonas comunes para hacer vuestras tareas, al gimnasio, al comedor… y de que podamos volver a visitaros, a salir a comer, a reunirnos toda la familia. Sabéis que ahora toca pasar por esto, antes lo fue por otros motivos, así ha sido siempre a lo largo de vuestra vida.
Los mayores que permanecéis en vuestras casas no lo tenéis más fácil. Algún hijo os acerca la compra a casa sin poderle abrazar, los vecinos están pendientes de si necesitáis ayuda. Compartís sentimientos similares con la misma entereza, dureza, paciencia, conformismo, soledad, incertidumbre, temor… siempre de forma discreta. Tampoco os sentís unos valientes, ¿verdad que no?
Serenidad, conformismo, entereza
Todos, tanto los que vivís en la Residencia como los que vivís en casa, vais sabiendo de personas conocidas que no han tenido vuestra suerte, se han contagiado, están peleando contra el virus y algunas por desgracia no consiguen superarlo. Admiro la serenidad con la que estáis afrontando este momento. Sois conscientes del riesgo que tenéis, pero puede mucho más vuestro saber estar y seguridad en que esta situación pasará.
Quiero estar tranquilo, quiero ser optimista y lo consigo viéndoos: nos contagiáis vuestra serenidad, entereza, conformidad y confianza. Cuando hablo contigo por teléfono y te pregunto cómo estás, no percibo angustia, enfado, tristeza, desánimo… ni siquiera me hablas de que los días se hacen largos, ni de que te sientes sola. Me respondes queriendo saber de tus hijos, nueras y nietos. Te interesa más cómo estamos nosotros que cómo puedas estar tú. Me vienen a la memoria muchos de tus refranes, me quedo con éste: “Dios aprieta, pero no ahoga”.
Agradecimiento y visibilidad para los mayores
¿Por qué escribo a los mayores? Lo hago por dos razones: por agradecimiento y por daros la visibilidad que vuestra dignidad merece.
¿Por qué no se habla más de vosotros, de nuestros mayores, de cómo estáis viviendo la cuarentena?, ¿por qué se dan orientaciones y hay tutoriales para todos los colectivos sociales, pero no para los que sois los más vulnerables?, ¿de verdad se quiere saber cómo estáis, lo que estáis viviendo? Sois mayores, con la sabiduría y la dureza que os ha ido dando la vida. Sois una generación conformada, que sabe aguantar, que sufre en silencio, que no desespera, pero también orgullosa y con mucha dignidad. Entiendo que cuidar la dignidad de nuestros mayores exige que estéis bien atendidos, acompañados y bien cuidados hasta el final, sin excusa alguna de ningún tipo. No sois una mera estadística que haya que disfrazar u ocultar.
¿Qué puede deciros un psicólogo a vosotros, los mayores? Os he de felicitar porque seguís siendo un ejemplo. La sociedad debe tomar nota de vuestra aceptación y consciencia de la situación, de vuestro saber estar, saber esperar, la dureza con la que encajáis los momentos difíciles y la seguridad de que pasará. Nada ha podido con vosotros, habéis superado todo tipo de dificultades, también lo haréis con este virus que ha venido para parar el mundo.
¡Qué poco pedís, con qué poco os conformáis! Atención, cariño, afecto, una llamada de teléfono, una videoconferencia para vernos y tocarnos a través del móvil. Vuestro mayor miedo es el olvido, “acordaos de mí, tenedme presente”.
Queremos agradecer lo que están haciendo tantas personas y profesionales por nuestros mayores. Médicos, enfermeras, auxiliares, cocineras, trabajadoras sociales, psicólogas… un ejército de profesionales llenos de generosidad, sin medios de protección y expuestos al contagio. También el agradecimiento es extensivo a vecinos, policías locales, voluntarios, tenderos… que se ocupan de ayudar y atender a los que están solos en casa.
Por último, no puedo olvidarme de los mayores que enferman. Es una realidad ante la que no debemos mirar para otro lado. Los mayores son una pista de aterrizaje para un virus que tras el contagio se va apoderando del sistema inmunológico. Mina en lo físico, pero también debilita a nivel anímico. Cuando aparecen los síntomas, los mayores se asustan, en silencio. Unos mejoran tras unos días enfermos; otros aguantan enfermos, quieren esperar, cada día más asustados, sin querer ver la gravedad, no quieren alarmar a los familiares, se resisten a ir al hospital. Cuando se deciden, han de ir solos, sin compañía, pasar largas horas en salas de espera abarrotadas, temerosos, confundidos, muy bien atendidos por profesionales sanitarios que se desviven, pero no llegan. El panorama del hospital es impactante, entonces el temor da paso al miedo. Saben que están luchando por su vida, son conscientes. Quieren confiar en los sanitarios y lo hacen, son el único soporte anímico de que disponen. ¿Qué va a suceder?, se preguntan. Se quieren agarrar a las palabras de ánimo de enfermeras y auxiliares, aunque saben que no hay una respuesta clara. Se mantienen conformados, resignados, tristes… Unos encuentran apoyo en sus creencias, otros quieren confiar… Están solos.
Si enferman en la Residencia, tienen la atención médica del propio centro, que es escasa e insuficiente. Si el virus hace su camino y se apodera, ¡mal panorama! Los mayores que enferman de gravedad no están siendo trasladados desde la Residencia para ser atendidos en hospitales. A los familiares nos toca convivir con el miedo lógico a que se contagien y enfermen. No tendrán derecho ni a ser contabilizados como víctimas del Covid-19 porque no ha habido siquiera una prueba o test para diagnosticarlos como positivos.
Este artículo corresponde a la serie de artículos que se han redactado durante el confinamiento por el COVID-19.
Artículos publicados:
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