Lesiones recurrentes: cuando el deportista se lesiona mucho

José Carrascosa

Hay deportistas cuya historia lesiva es muy amplia, se lesionan mucho, de forma recurrente, se dice de ellos que son de “cristal”. Los deportistas que se lesionan una y otra vez tienen muy mala “prensa”, se tiende a pensar que no se cuidan, que no entrenan bien, muchos han supuesto un gran desembolso económico y las lesiones suponen muchos días de baja en la competición… Seguro que a todos se nos viene a la memoria este o aquel jugador o deportista. ¿Qué puede haber detrás de una secuencia repetida de lesiones?, ¿qué puede suceder para que un deportista se lesione una y otra vez?, ¿por qué un deportista que apenas se lesionaba pasa a sufrir sucesivas lesiones?, ¿qué se puede hacer cuando una dinámica de sucesivas lesiones se convierte en una pesadilla?, ¿la cabeza puede llegar a provocar lesiones?

Las continuas lesiones meten al deportista que las sufre en un bucle del que le resulta difícil salir por sí mismo. Estas lesiones no siempre encuentran una explicación física o médica. Poco a poco, a medida que se sucede una lesión tras otra, se precipitan emociones negativas, como preocupación permanente, incertidumbre, desconfianza, frustración, ensimismamiento, temor a la recaída o a nuevas lesiones, fijación obsesiva en la zona lesionada, pesimismo, tristeza, malestar emocional… El deportista puede llegar a sentir indefensión ante la reiteración de sus lesiones, que llegan a vivir como una auténtica pesadilla. La vida pasa a girar exclusivamente en torno a las lesiones. Nadie se lo explica ni lo explica. Algunos deportistas acaban saliendo del club con la etiqueta de “jugador de lesión fácil”, con el consiguiente peaje emocional para el deportista y económico para el club que invirtió en su fichaje.

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Las lesiones tienen una explicación

Tiene muy mala suerte con las lesiones”, “las lesiones no le respetan”, “tiene mucho potencial, ¡lástima que su físico no le acompañe!”, son expresiones que se dicen de un deportista cuando se lesiona con frecuencia.

En la actualidad existen medios suficientes para analizar el porqué de las lesiones. La explicación de las lesiones suele ser física, relacionada con diferentes variables, como las cargas de trabajo en los entrenamientos, la recuperación del esfuerzo y periodos de descanso, los hábitos alimentarios, hidratación, características morfológicas, biomecánicas, procesos infecciosos… En la explicación de las lesiones recurrentes, el primer paso siempre debe ser la búsqueda de una causa física o médica. Los servicios médicos someten a todo tipo de pruebas para averiguar qué circunstancia desde el propio organismo explica las diferentes lesiones. Pero en algunos casos, más de los que se pueda imaginar, los resultados son negativos. Tras todo tipo de pruebas médicas no se detecta ninguna causa. Entonces es cuando debe intervenir el psicólogo del deporte para valorar si existen factores de riesgo entre las variables emocionales que pudieran estar incidiendo en la aparición de lesiones.

La explicación de las lesiones puede estar en la “cabeza”

Existen procesos emocionales que pueden contribuir a la aparición de lesiones deportivas. No es que el deportista somatice un dolor o crea estar lesionado, sin estarlo, tampoco es que finja estar lesionado y se lo crea, ni simule una lesión para quitarse de en medio. Se lesionan de verdad, sufren lesiones musculares, articulares, fracturas… algunas lesiones tienen su explicación en procesos de tipo emocional.

¿Qué procesos emocionales pueden considerarse factores de riesgo, que contribuyen a la aparición de lesiones deportivas? Me voy a detener en hablar de varios de ellos.

Ansiedad

La ansiedad cognitiva suele estar detrás del exceso de responsabilidad, la preocupación recurrente, no desconectar a nivel emocional, el temor a cometer errores, la frustración tras el error, el perfeccionismo, ser demasiado reflexivo, inseguridad, baja autoconfianza… La ansiedad también se puede manifestar a nivel fisiológico, tensión muscular, aceleración cardiaca, falta de aire, actividad intestinal…

Estrés

El estrés tiene que ver con las expectativas generadas en el entorno y los recursos que el propio deportista piensa que tiene para darles respuesta. Grandes fichajes sufren continuas lesiones por primera vez en su carrera deportiva, coincidiendo con su incorporación a un nuevo equipo tras un enorme desembolso económico. La inversión que ha hecho el club y las expectativas que ha levantado su fichaje se pueden traducir en un elevado estrés para el deportista, lo que se refleja habitualmente en el rendimiento y en la aparición de lesiones.

El estrés competitivo afecta a deportistas muy competitivos. Es normal encontrar deportistas de un perfil muy competitivo que sufren muchas lesiones debido a una activación excesiva, intensidad o agresividad, tensión muscular, que expone a músculos, articulaciones y ligamentos a un riesgo excesivo. Se puede hablar en estos casos de un estrés competitivo, diferente del estrés propiamente dicho, un estilo de vivir la competición que da rendimiento y es muy valorado por los entrenadores. Son deportistas de mentalidad ganadora, competitivos, temperamentales, que contagian su competitividad a los compañeros, que no saben regular su esfuerzo y activación. Llega un momento en que su organismo no soporta la activación excesiva o el estrés competitivo por ser continuado, temporada tras temporada. En este perfil de deportistas las lesiones recurrentes aparecen tras años de vivir intensamente la competición, aparecen cuando ya van siendo más mayores y su organismo sufre el desgaste de esa competitividad excesiva a nivel de activación nerviosa y tensión muscular. Llega un momento en que el organismo no soporta la intensidad con la que se compite.

Enfados, temores, miedos…

Los enfados, la frustración mal gestionada, también es un factor que contribuye a la aparición de lesiones. Hay deportistas que tienen un perfil personal en el que destaca la irascibilidad, se enfadan con facilidad, son agrios de carácter, a veces iracundos… Vivir enfadados expone a sufrir lesiones deportivas, pero también a sufrir otros problemas relacionados con la salud. Una enorme frustración y enfado mayúsculo por no ser titular puede provocar una lesión muscular cuando el jugador entra a jugar en la 2ª parte.

Temores y miedos también exponen al deportista a sufrir lesiones. El temor a cometer un error o a fallar, el temor a lesionarse, cualquier temor altera la coordinación, aumenta la tensión muscular, induce a gestos o acciones incorrectas, forzadas, que pueden provocas una lesión.

Podríamos concluir que la existencia de “basura emocional” aumenta el riesgo de sufrir lesiones. Pensamientos y emociones negativas son como un virus tóxico que acaba rompiendo de verdad al organismo. Una excesiva carga cognitiva (pensamientos) altera la concentración, incrementa la activación nerviosa, aumenta la tensión muscular, dificulta la coordinación neuromuscular, favorece la realización de gestos y acciones poco eficaces, descoordinadas, que provocan la lesión, muscular, articular, ósea… No solo las lesiones musculares pueden deberse a un componente emocional, sino también lesiones graves. No es casualidad que las lesiones suelan coincidir en bastantes ocasiones con dinámicas de bajo rendimiento.

Necesidad de evaluar procesos emocionales que pueden explicar la aparición de sucesivas lesiones

La evaluación por parte del psicólogo no debe ceñirse solo a cómo vive el deportista la competición. La evaluación psicológica debe ir dirigida a:

  1. Identificar el perfil personal o conocer las características de personalidad
  2. Conocer cómo es el contexto sociofamiliar, la posible existencia de conflictos familiares, afectivos
  3. Saber el estilo de vida, aficiones, ocio y tiempo libre
  4. Conocer el entorno social en el que se mueve, cómo son sus amigos/as
  5. Revisar los hábitos de sueño y descanso
  6. Conocer cómo es la relación del deportista con su entrenador y compañeros de equipo
  7. Saber la cultura de esfuerzo y trabajo del deportista, cómo entrena
  8. Conocer las expectativas deportivas que el entorno ha generado sobre el deportista y cómo éste las procesa
  9. La existencia de posibles miedos, inseguridades, manías…
  10. Cómo el deportista vive la competición, cómo afronta la máxima exigencia y cómo gestiona la dificultad, cómo gestiona una dinámica de bajo rendimiento individual o colectivo (equipo)
  11. Detectar posibles conflictos a nivel personal, familiar, afectivo, social…
  12. Estar abierto a cualquier información que el deportista pueda aportar

En mi experiencia profesional siempre he tenido muy buena relación con los servicios médicos, lo que ha ayudado a trabajar de forma multidisciplinar sobre el deportista. Es bastante normal que los responsables de los servicios médicos consulten con el psicólogo cuando la evaluación físico-médica resulta negativa, es decir cuando no se encuentra causa a las continuas lesiones que sufre el deportista. Entonces debe realizarse una evaluación psicológica para identificar posibles procesos emocionales que pudieran estar contribuyendo a la aparición de las lesiones.

En este tipo de evaluación me he ido encontrando un poco de todo. Lo fácil es detectar procesos de ansiedad y estrés, pero también he detectado miedos no relacionados con el deporte, trastornos del sueño, trastornos de la conducta alimentaria, conflictos familiares, problemas de pareja, frustración mal gestionada, manías o rituales, algún tipo de adicción… Conociendo la situación personal, familiar, o profesional del deportista es mucho más fácil comprender la aparición de la lesión.

Las lesiones tienen un impacto emocional que se ha de ayudar a gestionar

Cualquier lesión provoca un impacto emocional en el deportista, una mezcla de frustración, no aceptación, decepción, temor… Cada vez más, los deportistas presentan adherencia al entrenamiento y a la competición, necesitan entrenar y competir. Las lesiones les arrancan de la actividad diaria, del trabajo y de la convivencia con los compañeros, les meten primero en la camilla y después en el gimnasio, con tratamientos prolongados y trabajo diario en dobles sesiones, se alejan del terreno de juego… Dolor, monotonía, avances imperceptibles, recaídas… la recuperación es un proceso duro que requiere un apoyo psicológico o acompañamiento emocional que ayude a resolver emociones negativas, centrar la atención en el trabajo de recuperación, entender y tolerar el dolor, mantener la motivación y tener buen estado de ánimo.

Inevitablemente el deportista tiende a fijarse plazos en la recuperación que luego no siempre se cumplen. En las lesiones de larga duración el deportista vive con la atención focalizada en la zona lesionada, la observa, la escucha y la siente en todo momento, mientras trabaja en las tareas de recuperación, pero también fuera de ellas, viendo la televisión, conversando con su pareja, durmiendo… La zona lesionada se convierte en un radar que centra la vida del deportista. Hay que ayudar a que el deportista entienda y gestione de forma eficaz el dolor y las molestias propias de la recuperación de la lesión, por lo que se ha de cuidar qué, cómo y cuándo se le facilita información relativa a la lesión. También hay que ayudar a gestionar temores o miedos, el lógico temor a recaídas, el temor a la aparición de secuelas derivadas de la lesión, el temor a perder nivel competitivo en un futuro.

Las lesiones tienen un coste emocional más allá del ámbito deportivo o profesional. El deportista se siente en vía muerta, fuera de servicio. Todos le hablan y le preguntan sobre la lesión. Se resiente su estado de ánimo, el deportista se ensimisma, se encierra en su mundo, puede afectar a su relación de pareja porque está más alterado, crispado, irascible. Inevitablemente reduce su actividad social. Las lesiones cambian el panorama diario del deportista.

“Entrar en bucle” ante las continuas lesiones

Cuando las lesiones se suceden sin una explicación clara los efectos colaterales se multiplican. El deportista duda de los servicios médicos, necesita realizar una o varias interconsultas, pedir otras opiniones, se encuentra propuestas diferentes, qué hacer, qué decidir, a quién hacer caso. La desconfianza se apodera. Se llega a producir un sentimiento de indefensión e impotencia, todos opinan sin saber, las explicaciones no son claras, la respuesta emocional se va complicando. La preocupación se convierte en obsesión, la incertidumbre da paso al pesimismo, las dudas alimentan la desconfianza, la frustración se torna en un enfado permanente contra todo y contra todos, los temores avanzan en forma de miedos, la vida gira solo en torno a la obsesión por la lesión, el malestar emocional se instala de forma permanente. Entonces el estrés se multiplica y aumenta la probabilidad de sufrir nuevas lesiones.

No aceptación, incomprensión, desconfianza, obsesión, enfado, miedo, pesimismo… pasan a ser un estado emocional que se convierte a su vez en un factor que precipita nuevas lesiones. Las sucesivas lesiones acaban por atrapar al deportista y su huella emocional se convierte en causa de nuevas lesiones.

Ponerse en la dirección de superar las lesiones recurrentes

La etiqueta de deportista de “lesión fácil” puede llevar a la salida del club. Abandona el club sin haber dado su mejor versión por las lesiones sufridas. Normalmente se incorpora a un nuevo club con un nivel de exigencia algo menor. Entonces, paradójicamente las lesiones llegan a desaparecer. Salir de un contexto muy exigente a otro de menor exigencia puede resolver una dinámica de lesiones recurrentes, pero es una mala solución. Seguro que a cada uno se le vienen a la memoria diferentes casos. Pero salir del equipo no es una buena solución para el deportista ni para el club.

Las soluciones eficaces no son una sino varias, por lo que es imprescindible el trabajo multidisciplinar. Se deben tomar diferentes decisiones que configuren un plan de acción conjunto desde diferentes ámbitos, como preparación física, alimentación, descanso, gestión del estrés u otros procesos emocionales, resolución de conflictos de ámbitos más personales, familiares, afectivos… No existe una varita mágica sino muchas acciones complementarias, como programar un trabajo complementario a los entrenamientos, revisar las rutinas de calentamiento y recuperación, nuevas pautas de alimentación, ayuda para recuperar un sueño reparador… y el apoyo psicológico dirigido a salir del bucle emocional que generan las lesiones recurrentes, a la vez que recuperar el bienestar emocional dentro y fuera del terreno de juego.

Trabajo psicológico en lesiones recurrentes

La evaluación psicológica debe identificar los factores emocionales que puedan estar incidiendo en la aparición de sucesivas lesiones. El trabajo psicológico debe ir dirigido a corregir aquellos factores que de forma oculta están dañando el organismo del deportista. Sugiero a continuación unas directrices para concretar el trabajo psicológico con el deportista cuando vive una dinámica de sucesivas lesiones.

  • Aceptar las lesiones sin sentimiento de culpa y tratar de entenderlas desde un enfoque científico. “Limpiar la cabeza” de creencias irracionales, como la mala suerte, la predisposición a las lesiones, explicaciones de tipo supersticioso (mal fario), pesimismo respecto al futuro deportivo y profesional…
  • Comprometer al deportista en un trabajo personalizado desde diferentes áreas. No se trata de recuperarse cuanto antes, volver a la competición y volver a los hábitos de siempre. El deportista debe revisar su comportamiento con cada especialista y abrirse a la posibilidad de reeducar sus hábitos o rutinas.
  • Focalizar la atención sobre las tareas de recuperación. El deportista ha de aprender a vivir al día, centrado en realizar un buen trabajo de recuperación, sin mirar más allá.
  • Aprender a desconectar, dejar de pensar en la lesión y en su recuperación cuando sale de las instalaciones deportivas. Es más fácil cuando se mantiene una buena agenda personal que cuida las inquietudes y aficiones, las relaciones familiares, afectivas y sociales o de amistad. La vida es mucho más que un músculo, una articulación, un tendón que está dando problemas.
  • Resolver la carga cognitiva o preocupación excesiva, “limpiar la cabeza”. Hay que ayudar al deportista a dejar de hacerse preguntas para las que él no tiene respuestas, a no fijar la atención todo el tiempo en la zona lesionada, no anticipar problemas que no tienen por qué suceder, no fijarse plazos que responden más a la impaciencia que a la lógica del proceso de recuperación, no caer en el pesimismo, no encerrarse en sí mismo o aislarse, no sentirse culpable, no desconfiar de todos los profesionales que le tratan…
  • Gestionar la frustración de forma eficaz. Lesionarse genera frustración, lesionarse de forma continuada multiplica la frustración y lleva a sentir enfado permanente, indefensión, impotencia. Se ha de ayudar al deportista para que no se deje llevar a nivel emocional. Desánimo, enfado, tristeza, pesimismo… son emociones lógicas en una situación así, pero que lo ponen muy difícil porque retroalimentan el malestar, inhiben el sistema inmunológico y el organismo se muestra más perezoso en la propia recuperación, disminuye la motivación y hunde el estado de ánimo.
  • Resolver el miedo a la recaída o a volver a lesionarse. Las lesiones dejan una huella en forma de recuerdo emocional. Es fácil que cualquier molestia sea interpretada desde la propia historia de lesiones y se activen los miedos. La mente no está limpia para identificar la molestia y trasladarla tal cual aparece al entrenador o médico. Se va más allá, no se entiende, se interpreta desde no estar bien, se disparan las alarmas, se teme una nueva lesión… Esta sensibilización excesiva abre la posibilidad de nuevas lesiones. El miedo a volverse a lesionar lleva otra vez a la lesión.
  • Resolver la indefensión aprendida. El deportista debe abandonar una actitud de sujeto pasivo y pasar a trabajar para resolver el sentimiento de indefensión aprendido a lo largo del proceso de lesiones sucesivas.
  • Reaprender estilos o formas de ser. Conviene ajustar o poner límites a algunos parámetros de personalidad que han podido estar incidiendo durante años hasta que el organismo ha acabado somatizándolo. Algunos de estos componentes de la personalidad sobre los que es conveniente trabajar son: 1) ser excesivamente reflexivo, responsabilidad excesiva, perfeccionismo, no entender ni tolerar el error, anticipar posibles dificultades…; 2) la ansiedad rasgo, ser muy nervioso, inquieto, impaciente, preocupado…; 3) escasa dureza a nivel emocional, emotividad excesiva, ser influenciable, tener poca autonomía emocional, sentirse inseguro…; 4) posible déficit de atención (ser desordenado de horarios, tener dificultades para concentrarse, despistado, olvidadizo…; 5) introversión excesiva, timidez, no expresar las emociones, aislarse…
  • Resolver conflictos personales, que se manifiestan en forma de temores o miedos, frustración, suspicacia, desconfianza, alteraciones del sueño, adicciones…
  • Resolver conflictos familiares, de pareja, sociales… En ocasiones cuando se hurga en la vida del deportista que se lesiona de forma recurrente se encuentran circunstancias que rompen el equilibrio personal y son fuente importante de un malestar permanente. Algunas de ellas son las expectativas desproporcionadas o exigencias que ahogan procedentes del entorno familiar, conflictos de pareja, ruptura de alguno de los diferentes vínculos afectivos…
  • Aprender a gestionar la exigencia y la dificultad. El deportista ha de aprender a desactivar la presión que supone la máxima exigencia o dificultad, debe saber resolver la ansiedad y el estrés que acompaña en esos momentos, saber focalizar la atención sobre el trabajo y desarrollarlo con ilusión, determinación y atrevimiento, sin temor alguno.
  • Saber ajustar la activación excesiva. Es un problema que sufre el deportista súper-competitivo, mal entendido. Una actitud competitiva pasa por saber ajustar el nivel de activación o tensión, no tiene que asociarse con ímpetu excesivo, agresividad, tensión muscular, competir “pasado de vueltas”. Hay que vincular esfuerzo máximo y disfrute emocional, jugar tranquilo o relajado a nivel muscular. La activación debe ser emocional (ilusión, ganas de jugar) y no nerviosa o muscular.
  • Orientar y asesorar sobre apoyo psicológico a los profesionales que intervienen en la recuperación de las lesiones, como el médico, fisioterapeuta, readaptador…
  • Orientar al entorno del deportista, especialmente a la familia directa (pareja, padres) de forma que todos ayuden de forma efectiva al deportista lesionado y no refuercen sus miedos, incertidumbre…

La solución, psicología y medicina deben ir de la mano

La fatiga es mucho más que una respuesta lógica en fisiología del esfuerzo. Tiene un componente cognitivo. Según como sea procesada por el deportista puede afectar al rendimiento. La fatiga es bien gestionada cuando es entendida desde la lógica del esfuerzo y se percibe como una oportunidad de mejora de la condición física y emocional. La fatiga es limitante cuando se interpreta como riesgo o amenaza, porque frena el rendimiento y puede llegar a provocar lesión. Es un ejemplo muy simple de la necesidad de trabajar coordinadamente, de hacer un trabajo multidisciplinar en medicina y psicología.

El trabajo multidisciplinar es imprescindible cuando se habla de procesos de ansiedad, estrés, burnout, temores y miedos, conflictos emocionales… No se puede obviar la traducción mente-cuerpo, cuerpo-mente, la relación entre pensamientos y emociones con rendimiento, fatiga y lesiones deportivas.

La “basura emocional” es un factor de riesgo para la aparición de lesiones en el deportista. Cuando se suceden diferentes lesiones en un mismo deportista el desgaste emocional que conlleva, en forma de indefensión, estrés y miedos, retroalimenta la probabilidad de nuevas lesiones. El apoyo psicológico es clave en el deportista lesionado.

La preparación psicológica es un factor que reduce la aparición de lesiones. Aprender a jugar o competir en “flow”, saber concentrarse al máximo en la ejecución de la tarea, hasta el extremo de lograr que las decisiones fluyan (competir con el piloto automático), desde un clima emocional de ilusión, tranquilidad y confianza, hace que se limpie la mente, se desactive la presión, mejore la coordinación neuromuscular, que los gestos y acciones sean más económicas en esfuerzo y más eficaces. Entonces, se reduce la probabilidad de lesión. La preparación psicológica es un aprendizaje emocional que se refleja en el rendimiento y la menor incidencia de lesiones. Ese deportista que se proyecta con mucha personalidad y disfruta en la competición suele lesionarse poco.

Ningún deportista debe resignarse a ser una víctima de lesiones que no tienen explicación, llegando a poner en peligro el futuro deportivo. Se puede salir del “bucle lesional” y volver a competir a máximo nivel, liberándose de la losa que supone el riesgo de lesión. Directamente puedo acreditarlo: jugadores que han pasado una etapa larga de lesiones sucesivas, durante una o dos temporadas, recuperan su mejor versión y compiten al máximo nivel durante varias temporadas sin apenas lesionarse.

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José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional