Genios por obligación

José Carrascosa
Genios por obligación

¿Qué es el talento?

El talento deportivo puede estar en el ADN del bebé solo en forma de predisposición para la actividad física o el deporte. El talento del futbolista tiene relación con una excelente coordinación visomotriz, que le predispone a manejar el balón con gran habilidad, y con una buena percepción o inteligencia espacial, que ayudará posteriormente en el dominio táctico del juego. Sin duda, los genes de este bebé son portadores de otros muchos talentos o inteligencias, de otras potencialidades, además de las físicas o deportivas.

¿Qué sucedería si la predisposición heredada no fuese estimulada por el aprendizaje o entrenamiento?

El talento inicial sólo se desarrolla desde la estimulación y el aprendizaje. El talento hacia la actividad física y deporte no tomará forma en el fútbol sin jugar ni entrenar al fútbol desde bien temprano y sin asistir a una escuela de fútbol. Ese “talento” que percibimos en el joven futbolista que lo hace “diferente” ya es producto de aprendizaje y entrenamiento, aunque sea no dirigido o espontáneo jugando fútbol en la calle. Sin enseñanza-aprendizaje-entrenamiento no puede hablarse de talento.

¿Es lícito hipotecar el futuro desarrollo evolutivo del niño poniendo énfasis en una única potencialidad?

¿Se pueden ignorar o desatender otras inquietudes o necesidades de desarrollo en el niño? ¿Es el mejor camino para lograr el éxito en el deporte la especialización muy temprana? La respuesta la obtenemos en unos datos muy reveladores. Las razones por las que los niños se acercan al deporte son básicamente dos:

  • Disfrutar o pasárselo bien
  • Sentirse competentes, pensar que son buenos en la práctica deportiva elegida

Se sabe que la razón por la que abandonan el deporte en general es la falta de disfrute, la ausencia de emoción, la poca identificación con el grupo. Se puede concluir que la frustración y el estrés son los motivos principales para el abandono del deporte. Entre los factores relacionados con el agotamiento o “bournaut” en los jóvenes deportistas, figuran:

  • Las expectativas muy elevadas, tanto autoimpuestas como impuestas por los demás
  • La presión de los padres
  • La actitud de ganar a toda costa, etc…

Obsesión por el rendimiento y por descubrir “talento precoz”

Actualmente existe obsesión por el rendimiento. Cada vez se pretende detectar de forma más temprana a los llamados talentos precoces. Hay una guerra por captar a los “mejores” y no hay ningún miramiento en invertir en ellos o apartarlos y prescindir si su progresión no es la esperada. No se repara en el coste emocional o personal para el niño.

Bastantes padres parece que tienen un futbolista más que un hijo. Priorizan el fútbol sobre todo lo demás. Disculpan la dificultar de conciliar el fútbol y los estudios. Hablan con su hijo casi exclusivamente de fútbol. Le acompañan a todos los entrenamientos y partidos, le corrigen cuanto consideran, sin reparo, se enfadan si no rinde o no cumple las expectativas creadas, ven en su joven futbolista una tabla de salvación de la economía familiar… con lo que provocan el agotamiento o hastío emocional de ese niño que soñaba con ser futbolista y disfrutaba jugando al fútbol.

Padres que buscan agentes para que gestionen la carrera deportiva de su hijo, agentes que compiten con otros agentes por hacerse con el niño que más destaca, clubes que pelean con los agentes y con otros clubes por fichar a un niño… En medio está el niño, solo ante un panorama que puede ser devastador para él. Todos dicen defender al niño, velar por su bien, pero nadie repara en exigirle hasta exprimirlo o en dejarlo tirado si no responde a las expectativas.

Todos orientan al niño hacia el éxito, a ganar, meter goles, superar a los rivales, destacar, marcar la diferencia, pasar la criba y ascender al equipo de mayor nivel o categoría, situarse entre los mejores… Nadie les orienta a la tarea, a esforzarse, trabajar, aprender, mejorar, competir consigo mismo por hacerlo mejor hoy que ayer, y mañana que hoy, evolucionar en el dominio del juego, ser cada semana mejor jugador y mejor persona.

Peaje emocional

Muchos de ellos son arrancados de su entorno familiar y social, debiendo alejarse de sus padres, hermanos, amigos… ¿Qué pasa con esa inmensa mayoría de niños que no logran alcanzar el sueño de situarse entre los mejores, de ser un deportista profesional? Estamos hablando en fútbol de edades muy tempranas: 8, 10, 12, años… cuando abandonan el entorno sociofamiliar y apuestan por llegar a ser futbolistas profesionales ¡Niños en pleno desarrollo! ¿Cómo es posible?

Los elegidos, aquellos pocos que llegan tras escalar una pared vertical en forma de selección donde cuentan más los intereses de padres y agentes que de los propios niños y logran alcanzar su sueño de ser futbolistas, pueden acabar viviendo prisioneros de su propio entorno familiar, deportivo, social. No es difícil encontrar futbolistas que viven en una jaula dorada, con familiares al acecho de prebendas económicas que ayuden a mejorar su economía familiar, clubes exprimiendo al futbolista debiendo rendir bien un partido sí y otro también, aficionados y medios de comunicación con los que hay que convivir a diario… Entonces jugar deja de ser una ilusión y se pierde su disfrute intrínseco, jugar bien se convierte en una obligación. Cuando esto se produce, el rendimiento cae en picado y aquel talento precoz no cumple las expectativas de unos y otros. No es fácil ser futbolista de éxito, centro de todas las miradas.

De los que se quedan por el camino nadie se acuerda. Se convierten en juguetes rotos, por el camino se abandonaron los estudios, se sacrificó el desarrollo personal, se quemó la autoestima, se instaló la frustración, se abandona definitivamente la actividad física y el deporte, queda la sensación de fracaso. Demasiado peaje para un viaje que queda a medio camino.

Se hace necesario reflexionar

Hace falta una reflexión. Merece la pena hacerla. Solo un porcentaje reducido de niños dispone de madres y padres que permanecen sensatos ante la excelencia deportiva apuntada en su hijo. Son pocas las familias que priorizan el desarrollo personal sobre el posible pero muy difícil éxito deportivo.

Me niego a llamarlos “jóvenes futbolistas” pues solo son niños en proyecto de ser personas adultas. Jugar al fútbol solo es una faceta más entre otras muchas, como estudio, amigos, familia, aficiones… Apostar por ser futbolista profesional debería ser decidido por el propio niño a una edad en que sea capaz de tomar este tipo de decisiones, no antes de los 14 o 15 años. Hasta entonces debe ser un chico que juegue al fútbol a la vez que siga siendo un joven como otro cualquiera. No se puede renegar a la condición de chico o joven para ejercer la de futbolista precoz.

No hay futbolista si no hay persona. Capar el desarrollo personal, hipotecarlo en función de ser esto o lo otro, no lleva a ninguna parte, ni siquiera al futuro. Y si a pesar de todo se consigue llegar, posiblemente no se sabrá gestionar el éxito profesional, que no personal.

Más recientemente algunos clubes están tomando conciencia del material tan delicado con el que trabajan en etapas de formación, el niño. Saben que apostar por el desarrollo deportivo exclusivamente conlleva un elevado riesgo, condena al fracaso en la formación deportiva y sacrifica el desarrollo personal. Desarrollo deportivo y personal van de la mano. Un chico formado a nivel personal tiene mejor proyección en su desarrollo deportivo.

La especialización temprana en el deporte o en cualquier otra disciplina conlleva muchos y graves riesgos para el desarrollo integral. Bloquea el desarrollo de otras inteligencias o potencialidades, supone un peaje emocional enorme y pone en riesgo el desarrollo del talento sobre el que se apuesta. Los genios por obligación dejan de ser genios y acaban siendo juguetes rotos.

José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional