“La fe mueve montañas“, “hace más el que quiere que el que puede“, son afirmaciones muy extendidas entre el saber popular. Reflejan la importancia de la motivación. ¿Qué mueve a un deportista a someterse a duros entrenamientos, a competir contra otros rivales, a llevar un estilo de vida en el que tiene que hacer renuncias de tipo personal? ¿Qué mueve a los miembros de un grupo a aunar esfuerzos y trabajar en equipo? La explicación se encuentra en factores que tienen que ver con la motivación.
En el deporte, en general, y en el fútbol, en particular, se cree que el profesional tiene que estar siempre motivado. Incluso, se piensa que la motivación es un factor inherente al salario o la ficha de un futbolista. Se entiende la motivación como un factor individual que fluctúa en cada deportista según su estado emocional o su voluntad, compromiso, profesionalidad… y no sé cuántos equívocos más.
No es así, de ninguna manera. Los individuos y los grupos se mueven a nivel motivacional atendiendo a muchos y muy diversos factores, unos personales y otros situacionales.
De hecho, en la actualidad, más que de motivación habría que hablar de “clima motivacional”. Muchos factores, algunos muy sutiles, suelen concurrir para hacer posible un clima motivacional, de ilusión, ambición, atrevimiento, disfrute que impulsa el rendimiento; por el contrario, otros factores pueden llegar a dibujar un clima de negatividad, pesimismo, dudas, temor, desánimo, decepción… que limita el rendimiento individual y colectivo.
Afortunadamente cada vez queda más lejana la vieja y anticuada creencia de que “la letra con sangre entra”, o eso de que “hay que herir el amor propio” del deportista para mantenerlo en tensión y lograr que dé lo mejor de sí mismo. No existe investigación alguna en psicología del deporte que ratifique estas posturas. Más bien son actitudes que se vienen trasmitiendo asociadas a los hábitos relacionados con el entrenamiento.
El entrenador y los futbolistas, todos los integrantes de un equipo, deben estar comprometidos con crear y mantener un óptimo clima motivacional, que invite al máximo esfuerzo, atrevimiento, tomar iniciativas y a expresar el mejor trabajo, ayudando a liberar el talento individual y colectivo en toda su amplitud. No deben hacerlo solo atendiendo al rendimiento, sino también por disfrutar de una buena calidad de vida emocional en el contexto de los entrenamientos y partidos.
En el vestuario conviven dos personalidades, una de tipo individual (jugadores) y otra de carácter colectivo (equipo). Un objetivo fundamental en el trabajo en equipo es crear ilusión colectiva que impregne el clima de trabajo diario y ayude a satisfacer las ilusiones individuales. Cuán lejos llegue un equipo a lo largo de la temporada va a depender en gran medida del clima en el que converjan todas las ilusiones surgidas internamente, tanto individuales como colectivas. Las grandes conquistas de la cualquier sociedad a lo largo de la historia siempre han estado impulsadas por la ilusión colectiva.
El entrenador es el responsable de crear o construir una ilusión colectiva dentro de un vestuario. No puede haber excusa para no crearla dentro del equipo con la complicidad de todos sus miembros.
¿QUÉ SE ENTIENDE POR MOTIVACIÓN?
Existen multitud de definiciones sobre motivación. Personalmente me quedo con una definición, ampliamente aceptada que la describe de forma operativa.
La perspectiva más aceptada actualmente por los psicólogos del deporte es que para explicar la motivación se interrelacionan el individuo y el entorno, las características individuales del futbolista y la influencia del contexto o del entorno. Como ya he comentado, tiende a hablarse más de clima motivacional que de motivación.
- La motivación no tiene que darse por supuesta en futbolistas profesionales; no es inherente a su condición de profesionales ni depende exclusivamente de los ingresos económicos.
- El mayor responsable del clima motivacional es el entrenador, aunque la motivación no es responsabilidad exclusiva del entrenador. Cada sujeto debe saber alimentar su propia motivación, mediante retos e ilusiones. Es una postura inteligente buscar complicidades que ayuden a hacerlas realidad. Cuando surgen dichas complicidades se empieza a poder hablar de una ilusión colectiva.
- La motivación es el resultado de la confluencia de multitud de factores relacionados tanto con la personalidad del futbolista como con las características situacionales que le rodean y en las que desarrolla su trabajo.
- En la motivación del equipo confluyen factores individuales (edad, madurez personal, condición física de base, la experiencia de éxito o de fracaso…) y factores sociales (historia y cultura organizativa del Club, el tipo de incentivos utilizados desde el Club, el estilo de liderazgo del entrenador, el nivel socioeconómico y cultural del futbolista y de su familia…).
- El comportamiento del entrenador es un factor clave en el clima motivacional del equipo. Su comportamiento, sus comentarios, la metodología de entrenamiento, el sistema de refuerzos utilizado por él, sus expectativas, la gestión que hace de la plantilla… tienen un peso decisivo en la orientación motivacional que va implantándose en el e quipo, bien hacia el éxito (ganar), bien hacia la mejora (aprendizaje), o hacia ambas.
- La influencia del entrenador es muy grande sobre la percepción que el equipo y el futbolista tienen de su propio nivel de competencia, sobre la autoconfianza individual y colectiva. Si el entrenador no cree en el potencial de algún futbolista o de la plantilla acabará haciendo que sus expectativas se cumplan porque organizará su comportamiento para que se acaben cumpliendo (Profecía Autocumplida, Efecto Pigmalión)
- En fútbol como en la sociedad es mayor la orientación hacia lograr el éxito (competir y superar a otros) que la orientación hacia el aprendizaje y la mejora permanente (competir consigo mismo por superarse y evolucionar).
- La experiencia de éxito o fracaso, es decir, el rendimiento y los resultados influyen directamente sobre la autoconfianza individual, del futbolista, y colectiva, del equipo.
- Los contextos suelen ser determinantes a nivel motivacional sobre el rendimiento de las personas que viven en ellos. El contexto sociofamiliar puede convertirse en una fuente de estrés por las expectativas que proyecta y la exigencia a la que somete al futbolista, además de potenciar hábitos de vida poco saludables para un deportista. La cultura del club, es decir su filosofía, modelo de gestión, valores…, puede generar identificación y sentimiento de pertenencia o desapego y desafección, sentimientos que se convierten en un factor de rendimiento.
- Entrenador y futbolistas están llamados a cooperar en el objetivo de crear un clima motivacional que envuelva al equipo y alimente las ilusiones individuales y colectivas. Puede que el entrenador sea el máximo responsable de que los futbolistas y el equipo encuentren un clima que les invite en cada entrenamiento y en cada partido al máximo esfuerzo y al rendimiento óptimo. Pero el futbolista no puede vivir de forma pasiva, dependiendo en su motivación de factores externos, esperando que entrenador, equipo, dinámica de rendimiento, cultura de club… estimulen su motivación. La complicidad de puertas adentro de un vestuario, es decir, entre entrenador y jugadores, puede ser determinante sobre el rendimiento, muy por encima de otros factores situacionales.
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ESTABLECER OBJETIVOS O METAS
Cuando las personas tienen definidos, asumidos y compartidos unos objetivos su conducta se dirige con mayor fuerza hacia su consecución. Se pueden identificar diferentes tipos de objetivos:


Es necesario ir estableciendo objetivos o metas ya que éstas cumplen varias funciones:
El establecimiento de objetivos no debe ser impuesto al equipo desde el club ni desde el entrenador. En la medida en que los objetivos están consensuados y son compartidos por todos los miembros del equipo aumentará la cohesión interna y el nivel de esfuerzo individual y colectivo por lograrlos.
La asunción de unos objetivos comunes requiere de una comunicación abierta y fluida, de forma que la gran mayoría de los miembros del equipo acabe aceptándolos como propios e interiorizándolos hasta crear y compartir la ilusión por conseguirlos. Solo entonces se puede hablar de una motivación o ilusión colectiva.
A la hora de establecer las metas o fijar los objetivos es conveniente respetar una serie de principios que garanticen su eficacia o que faciliten su consecución:
Al establecer metas o programar objetivos en un equipo hay que buscar el equilibrio entre los objetivos individuales y colectivos, del futbolista y equipo. Los objetivos no pueden ser exclusivamente colectivos. El futbolista ha de sentir que tiene la oportunidad de desarrollarse a nivel deportivo y personal, lográndolo con más facilidad a través del trabajo colectivo, mediante la colaboración con otros compañeros y con el equipo.
Poner énfasis en el propio trabajo, en lo que ha de hacer cada futbolista, cada línea, y el propio equipo, es mucho más estimulante que fijar la atención en el juego del rival.
El entrenador es el responsable de hacer que el futbolista y el equipo sientan que mejoran o se desarrollan con el trabajo diario. Una responsabilidad clave en un entrenador es hacer mejores a sus futbolistas y al equipo.
Son muchos los beneficios de utilizar el establecimiento de metas, tanto para el futbolista como para el equipo.
MOTIVACIÓN DE LOGRO VERSUS TAREA
En el fútbol actual se compite casi exclusivamente atendiendo a ganar, superar al rival, mejorar en la clasificación. Se compite orientados al resultado, mucho más que al desarrollo de la tarea, centrados en el proceso, tratando de hacer un buen trabajo y mejorarlo partido a partido. Ello explica que los equipos en general sean poco estables a nivel emocional, viéndose zarandeados por sus propios resultados. Cuando se aproximan al objetivo, la motivación aumenta y conforme se van alejando de él, la motivación disminuye, apareciendo respuestas de ansiedad, estrés, desánimo…
Los equipos suelen valorar el éxito o fracaso en función del resultado casi exclusivamente, no tanto del desarrollo del juego. Es posible que la tarea haya estado desarrollada de forma óptima pero que otros factores (la mejor calidad del rival, una decisión arbitral…) expliquen un resultado negativo.
El futbolista y el equipo nunca deben perder la referencia de cómo han desarrollado su trabajo, lo que han realizado correctamente, así como como aquello que se ha de mejorar. El futbolista y el equipo deben sentir que van mejorando progresivamente en el dominio y ejecución de la tarea, siempre que ello sea cierto, liberándose un tanto del excesivo peso emocional de los resultados.
Existe una doble orientación a nivel motivacional: 1) la orientación hacia la SATISFACCIÓN DEL EGO o el LOGRO DEL ÉXITO, y 2) la orientación hacia la TAREA o el APRENDIZAJE o MEJORA. Son dos motivaciones diferentes que generan efectos diferentes, aunque son perfectamente compatibles o complementarias.
Los objetivos de los equipos profesionales suelen estar referidos al LOGRO, ÉXITO o RENDIMIENTO. Los objetivos de los equipos vienen determinados por la realidad del Club, incluso por su historia. Son objetivos referidos a la clasificación, como lograr la permanencia, ascender, clasificarse para competiciones europeas, disputar el título… Es un objetivo que se da por supuesto y todos deben asumir. Alejarse de los objetivos suele generar un proceso de estrés individual y colectivo, que precipita el cese de entrenadores y en ocasiones crisis de tipo institucional. Se vive hipotecado por la clasificación.
Pocos entrenadores hablan de objetivos referidos a la TAREA, PROCESO o APRENDIZAJE-MEJORA. Desde una orientación a la tarea, el equipo se construye en su juego y en la cohesión interna en el día a día. Desde esta orientación, la atención se fija en el proceso de trabajo y no tanto en el rendimiento. El rendimiento será la consecuencia de un proceso que cobra preferencia. Importa la tarea del día a día de forma que se aprenda, mejore y evolucione individual y colectivamente. Construir una idea de juego requiere trabajo y tiempo, al igual que construir la cohesión interna. Trabajar bien, ser equipo, deben ayudar a ganar y acercarse a objetivos de rendimiento. ¿Qué equipo se quiere ser?, ¿qué valores deben compartir los miembros del equipo?, ¿cuál va a ser la identidad de juego?, ¿en qué puede mejorar cada futbolista?, ¿en qué puede ser mejor el equipo?… Estas preguntas son propias de una orientación a la tarea.
Desde una orientación a la tarea, la clave es el trabajo diario para la mejora individual y colectiva. De forma que hay que vivir al día, poniendo la atención en el presente y el futuro inmediato. Hay que mirar no más allá de la próxima semana. Mirar más lejos supone salirse del proceso. En ocasiones los resultados se resisten, pero el trabajo está siendo bueno. Se compite consigo mismo (futbolista y equipo) por ser mejor hoy que ayer, y mañana que hoy, con la confianza de que el resultado, el rendimiento, es consecuencia del trabajo bien hecho.
Desde la orientación a la tarea, el rival se convierte en una oportunidad para ser mejor. El rival o adversario evalúa el propio nivel de competencia, el nivel competitivo. La competición es el escenario que examina al futbolista y al equipo. Rival y competición se convierten en cómplices en el proceso de aprendizaje y mejora permanente.
Ambas orientaciones, ÉXITO y TAREA, son compatibles o complementarias. No hay porqué renegar de una orientación de logro. La sociedad, también el fútbol, se mueve por lograr el éxito. Es así, hay que aceptarlo. Los futbolistas han sido educados con esta motivación. Lo recomendable es compensar, ir dando mayor peso a la orientación a la tarea, al aprendizaje y mejora permanente. Desde esta orientación el futbolista y el equipo buscarán la excelencia, aprender, ser mejores y evolucionar permanentemente.
Cada futbolista debe sentirse comprometido con unos objetivos individuales (físicos, técnicos, tácticos, psicológicos, y de colaboración en la dirección) y otros de tipo colectivo (de línea, de pasillo, y de equipo). El equipo, como colectivo, debe estar comprometido con unos objetivos comunes, tanto de rendimiento (clasificación al final de temporada) como de tarea (proceso de aprendizaje y mejora).
El entrenador es clave en la motivación desde una orientación a la tarea. Debe ser un buen “pedagogo”, de forma que organice de forma secuencial los distintos contenidos para enseñarlo progresivamente y ser aprendidos por cada futbolista y el equipo. Es clave que tenga un perfil educador, que maneje una buena pedagogía del entrenamiento. Las tareas deben ajustarse en su nivel de dificultad al nivel de competencia individual y colectivo, deben presentarse de forma clara, generando expectativas de aprendizaje, deben favorecer transferencia a los partidos… El entrenador debe abrir la curiosidad del futbolista y el equipo para alimentar su inquietud por aprender y mejorar. Para ello debe transmitir ilusión, pasión, disfrute, debe creer en sus jugadores y ver en ellos lo que aún no han mostrado.
MOTIVACIONES “VALIOSAS”
Se entrena para competir y ganar. Es la motivación más habitual y extendida. ¿Quién no quiere ganar? No se entienden afirmaciones como “soy un ganador”. ¿Quién compite para perder? Nadie quiere jugar mal, ni perder.
Si ganar es el objetivo de cualquier deportista o equipo harán falta otro tipo de motivaciones que añadan motivación, energía, ilusión, ganas… para marcar la diferencia. Ganar es una motivación mediocre, por insuficiente. En el epígrafe anterior se ha añadido otro tipo de motivación, jugar bien, aprender, mejorar, ser mejor, dominar la tarea, evolucionar… ¿Puede haber otras motivaciones que añadan aún más ganas, ilusión, energía y esfuerzo que ganar y jugar bien?
A continuación, sugiero otras motivaciones que se pueden añadir al logro del éxito (ganar, clasificación, tener proyección hacia equipos mejores…) y al desarrollo de la tarea, aprendizaje o mejora.
- Motivación intrínseca. El futbolista veterano va valorando más aspectos intrínsecos a la tarea de entrenamiento conforme se acerca su adiós profesional, el momento de colgar las botas. Vestirse de corto, la relación con los compañeros, el olor a césped, entrenar, poner esfuerzo, sudar, realizar el trabajo complementario, ayudar a los más jóvenes… merece la pena. El disfrute intrínseco a los pequeños detalles del entrenamiento es una motivación potente cuando se toma consciencia de ello. El disfrute en el esfuerzo y la satisfacción del trabajo bien hecho son motivaciones intrínsecas a la tarea.
- Poner ilusión. Frente al propio estado de ánimo no se puede ser reactivo, dejando que evolucione a merced de las circunstancias, pues unas veces animarán y otras desanimarán. Hay que tomar la iniciativa, ser proactivo, y construir un estado de ánimo sólido y estable. Desde esta actitud, hay que poner ilusión y no esperar a ilusionarse. Hay que dar el paso y poner ilusión, pasión, entusiasmo para trabajar y vivir así.
- Identificación social. No me refiero al prestigio o fama, que serían motivaciones referidas al logro o éxito. Que el aficionado se identifique con un jugador o con el equipo por su forma de jugar y competir, por conectar con los valores históricos del club supone una motivación muy potente. Sentir que se es portador de unos valores representados por una camiseta y un escudo y pretender mejorar el legado que supone esa camiseta y escudo es una motivación que eleva por encima de ganar y jugar bien.
- Autorrealización personal y profesional. ¿Dónde está el límite de un profesional o de un equipo? Nadie lo sabe. Conociendo cómo funciona el cerebro, dónde está el techo de aprendizaje individual y colectivo. No existe. Desde el esfuerzo, trabajo y aprendizaje la posibilidad de mejorar o evolucionar no tiene límite. Cada día, cada semana, desde el trabajo bien hecho se puede elevar el nivel. Y cuando se consigue, hay que seguir esforzándose y trabajando para volverlo a elevar. Lo importante es tener la conciencia tranquila respecto a que uno hace todo lo que está en sus manos para alcanzar la excelencia.
- Motivaciones trascendentes. Existen otro tipo de motivaciones que, estando relacionadas con la autorrealización personal, parece que dan trascendencia o elevan por encima de las circunstancias. Son motivaciones muy potentes que conectan con lo más interno de cada uno. Motivaciones de este tipo son “ser ejemplo ante mi hijo o hija”, “que los míos se sientan orgullosos”, “hacer felices a los aficionados”, “ser fiel y no traicionar los propios valores”…
A MODO DE CONCLUSIÓN
La motivación debe ser inagotable. Querer ganar y perseguir el éxito es insuficiente como motivación. Aumenta considerablemente cuando los objetivos tienen que ver con aprender, mejorar, evolucionar, alcanzar la excelencia como futbolista y como equipo. Y se vuelve inagotable cuando la motivación conecta el interior de las personas, con lo emocional, con motivaciones que dan calidad de vida emocional, elevan a los deportistas y equipos por encima de las circunstancias haciéndoles sentirse trascendentes.
¿Quién es el máximo responsable de la motivación en un contexto de equipo? El entrenador es como un alquimista, debe encontrar la pócima mágica que mueva la motivación de sus futbolistas y equipo un todo momento. No puede utilizar motivaciones recurrentes y huecas (profesionalidad, amor propio…) ni ya sabidas o de perogrullo (necesitamos ganar, ganar nos dará confianza…). Tampoco puede transmitir emociones que apagan la motivación, como seriedad, preocupación, abatimiento, distancia, rutina… Las emociones son contagiosas desde la comunicación no verbal. A nivel motivacional el poder del entrenador está por encima de la influencia que puedan ejercer el contexto (club, aficionados, familia…). Con su influencia debe proteger a sus jugadores e invitarles a dar lo máximo y expresar todo su talento.