Son muchos jugadores los que aspiran a meterse en ese grupo de elegidos que conforman la élite del deporte, pero pocos pueden conseguirlo porque no hay oportunidad ni lugar para todos. Van elevando su nivel en las etapas de formación, preparándose para la exigencia del deporte de máximo nivel. Desde muy jóvenes, algunos de ellos con la etiqueta de “talento precoz” y otros sin expectativas de mucha proyección, pero casi todos centrados en alcanzar el sueño de ser deportistas profesionales.
Aprender a competir es un proceso de aprendizaje que requiere mucho trabajo y mucho tiempo. Desarrollan el talento deportivo y se desarrollan como personas. En ese proceso encuentran dificultades, las superan, se ilusionan, se desaniman, viven continuos vaivenes… no es un proceso uniforme. Todos necesitan de un acompañamiento o mentoring psicológico, emocional, que se les guíe y les ayude a andar el camino.
Acompañar en el tránsito al deporte profesional es una labor muy satisfactoria y agradecida para el psicólogo que trabaja día a día con el joven deportista. Nada puede ser más satisfactorio que el hecho de que un deportista pueda alcanzar su sueño de competir al máximo nivel y vivir profesionalmente de ello. Si entonces se acuerda de agradecer la ayuda que se le ha prestado, es un momento en el que el trabajo psicológico cobra su máximo sentido. Pocas satisfacciones son comparables a ver debutar en un equipo profesional a uno de esos deportistas que has visto crecer, pasar por momentos buenos y otros de mucha dificultad. Compartir con ellos sus inquietudes, dudas, temores, problemas, superarlos juntos y todo ello, ayudándoles cada día a ser más fuertes, más competentes, más preparados en ese viaje al deporte profesional.
LA EXIGENCIA DEL DEPORTE PROFESIONAL
Competir al máximo nivel supone una gran exigencia para el deportista, mucho esfuerzo y sacrificio, también muchas satisfacciones. No se limita al tiempo que dedica a sus entrenamientos, trabajar, ducharse y marchar a casa. ¡Nada más lejos de la realidad! Ser deportista profesional supone entender que hay muchas cosas que hacer en el día a día, como una alimentación saludable, el trabajo preventivo, sesión con el psicólogo, entrenamiento muy exigente, trabajo de fisioterapia, orientaciones y ayudas del nutricionista, trabajo individual de tecnificación, charlas tácticas individuales o grupales, hidratación, descansar y recuperar para preparar el entrenamiento del día siguiente…
Ser deportista de élite va más allá de los ochenta o noventa minutos que dura la sesión de entrenamiento sobre el campo. Alcanzar el máximo nivel en el deporte está relacionado con trabajar mucho y bien, no solo en el terreno de juego, sino también en el antes y después del entrenamiento, superando además muchas dificultades en su proceso de aprendizaje o formación…
DEPORTISTAS JÓVENES, ¿PREPARADOS?
Diecisiete, dieciocho años, jugadores jóvenes, vitales, con un buen nivel técnico, en constante aprendizaje a nivel táctico. También jugadores fuertes, potentes, con una óptima condición física. A su alrededor, excelentes profesionales, buenos entrenadores-educadores, fisioterapeutas, médicos, preparadores físicos, readaptadores, analistas…
Estamos ante jugadores preparados físicamente, con talento, pero ¿están preparados emocionalmente para incorporarse y mantenerse en la élite, para la exigencia máxima, para superar dificultades, para abrirse paso en un vestuario profesional?
Justo en esta cuestión es donde está la clave para acudir a la cita con el deporte profesional, para llegar y mantenerse en las turbulencias del deporte profesional. El trabajo psicológico pretende dotar a los chicos de las competencias emocionales necesarias para que sepan gestionar cualquier situación y puedan sobrevivir a la exigencia del deporte de alta competición.
Voy a comentar, a continuación, aquello que podemos hacer desde la psicología del deporte para ayudar a estos chicos y chicas que están en el umbral de la puerta hacia sus sueños: ser deportista profesional.
¿COMO AYUDAR AL DEPORTISTA EN EL TRÁNSITO HACIA EL DEPORTE PROFESIONAL?
MANTENER LOS PIES SOBRE EL SUELO
Estamos ante chicos que empiezan a coquetear con el deporte de élite para el que aún no están preparados.
Llaman la atención por su talento en su deporte. Su entorno los idolatra, les hace creer desde bien pequeños que van a llegar a ser deportistas de máximo nivel. Los medios de comunicación empiezan a hablar de ellos, a darlos a conocer por su enorme proyección. Los agentes comienzan a acosarles con grandes promesas. Van recibiendo ingresos económicos muy superiores a los que maneja cualquier otro chico/a de su edad, que la mayoría aún sigue estudiando. De repente, la realidad de estos deportistas con proyección nada tiene que ver con la normalidad propia de la edad.
El psicólogo del deporte debe ayudar a que estos deportistas no vayan más allá del presente, estén centrados en el día a día de forma que sean capaces de poner toda su atención en el esfuerzo y el trabajo como mejor camino para alcanzar sus metas. Hay que alejarles de pensamientos y expectativas a largo plazo, de grandes y alejados sueños, ayudarles a mantener los pies en el suelo para que nada les distraiga de gestionar cada día la máxima exigencia.
ORIENTARSE AL APRENDIZAJE O MEJORA PERMANENTE
Los deportistas se mueven a nivel motivacional por alcanzar el éxito. Están orientados a superar a los demás, a los rivales, pero también compiten con los compañeros.
Su motivación tiene que ver con ser titulares en su equipo, ganar, fichar por un equipo de superior nivel, aumentar los ingresos económicos, obtener cada día más reconocimiento social. El psicólogo busca que el deportista se oriente tanto o más a la tarea, al trabajo bien hecho. Aquí hablo de mejorar en el dominio del juego, lograr la concentración necesaria durante la competición, tener un buen nivel de activación emocional, centrarse vivir el instante-presente y leer bien cada situación del juego para resolverla de forma eficaz, sin pensar más allá de ella, ganar cada duelo, competir, superar las dificultades que surjan en el entrenamiento y partido… El rendimiento y bienestar del deportista es mayor cuando está orientado al aprendizaje y la mejora permanente, a la tarea, cuando pone toda su energía en lo que controla y depende de él. Poner énfasis en el resultado, que escapa muchas veces al control del deportista, genera tensión y aleja del rendimiento.
CONSOLIDAR UNOS SÓLIDOS VALORES
Desde mi experiencia con deportistas de élite, tengo claro que estos rechazan a jóvenes que no saben estar o comportarse en un vestuario profesional por no disponer de valores personales.
Independientemente del talento que tengan los jóvenes irrespetuosos, soberbios, prepotentes… tienen mala aceptación entre los deportistas consagrados. Además, pueden llegar a ser un peligro para la cohesión interna del equipo, por atentar contra los valores compartidos del grupo. Es por ello que el aprendizaje de valores sólidos se convierte en un aspecto fundamental en el tránsito al deporte profesional.
¿Qué valores ayudan a acceder al deporte profesional?
- Ilusión. Sin emoción no hay aprendizaje. El joven deportista ha de guiarse desde la ilusión y la pasión por lo que hace. Ha de disfrutar de lo que hace, también en los momentos de máxima exigencia o dificultad. Cuando la exigencia se convierte en responsabilidad, obligación y se pierde el disfrute, el desarrollo deportivo queda comprometido, se resiente. El psicólogo del deporte ha de ayudar a que los jóvenes sigan mostrándose ilusionados y con pasión en un momento tan determinante como es abrirse la puerta en el deporte profesional.
- Esfuerzo. Dar lo máximo en cada entrenamiento, en cada partido, amistoso u oficial, es un valor imprescindible para mejorar, también para ser bien valorado en el deporte profesional. El camino a la élite pasa por el esfuerzo y la exigencia. Como decía Toni Nadal “El trabajo puede al talento si el talento no trabaja lo suficiente…”. Esta debería ser una máxima para todo deportista que pretenda situarse en la élite.
- Tener una mente abierta para aprender. Una equivocación habitual en los jóvenes deportistas es creer que ya lo saben todo. Ser una persona abierta de mente, querer aprender siempre es crucial. Entender que el talento se desarrolla cada día, semana a semana, desde el esfuerzo, el trabajo y el constante aprendizaje es fundamental. Hay deportistas profesionales que con 37 años son capaces de seguir teniendo su mente abierta para asimilar todo aquello que les pueda hacer mejores. Observan, escuchan, se esfuerzan, están dispuestos a reinventarse, y entonces se entiende por qué han sido capaces de mantenerse tanto tiempo en la élite. Estos deportistas tienen un perfil personal que les hace ser ejemplo para los más jóvenes.
- Humildad. Recordar siempre de dónde se viene, recordar los obstáculos que se han tenido que superar, respetar a los compañeros, a los rivales, tener un respeto a las jerarquías que se establecen en un grupo… Ser humilde da muchos puntos para convivir en un vestuario profesional.
- Ambición. El joven deportista debe ser insaciable en su espíritu de superación, de mejorar continuamente. Es trabajo del psicólogo ayudar al deportista a querer ser cada día mejor, no conformarse con el trabajo realizado, sino querer elevar su nivel y, cuando lo consiga, volver a querer subirlo. De esta manera el deportista se sitúa en la mejora constante sin tener límites en el desarrollo de su talento: compite consigo mismo en su búsqueda de la excelencia deportiva y personal. Y de esta forma se va convirtiendo en un deportista con una firme creencia de poder competir y superar a cualquier rival trabajando más y mejor.
- Juego limpio, fair play. El deportista debe guiarse por una ética personal, saber que lo que consiga será consecuencia del trabajo bien hecho. No caben atajos, triquiñuelas, trampas, engaños para acceder al éxito. Ser íntegro y honesto debe ser un estilo del deportista. No es cierto que haya que dominar el “otro” deporte, ya que la falta de ética tiene un corto recorrido.
TOMAR INICIATIVAS, SER ATREVIDOS
El deporte profesional supone una elevada exigencia emocional. El fútbol está evolucionando hacia una mayor exigencia emocional por el elevado ritmo de juego. Requiere máxima concentración, decidir rápido antes del control, tomar iniciativa, atreverse, disponer de una sólida autoconfianza, aceptar la posibilidad del error sin verse intimidado por ello…
El elevado ritmo de juego es una diferencia fundamental entre fútbol profesional de máximo nivel y el fútbol en categorías de formación. Es una dificultad que el joven futbolista ha de saber gestionar o resolver. Es algo que descubre cuando debe entrenar con el equipo profesional aun perteneciendo a equipos de categorías inferiores. Le llama la atención la intensidad y ritmo del juego, todo fluye de forma mucho más rápida. El joven futbolista pensaba que su talento le sobraba para jugar al máximo nivel, pero descubre que aún no está preparado, el ritmo en el entrenamiento le supera. Necesita ayuda y tiempo. Aquí también es clave el trabajo del psicólogo. Se les ayuda a poner el foco atencional en la acción, a jugar sin pensar, a desatar los automatismos aprendidos en los entrenamientos, a jugar con ritmo, a atreverse, a intentarlo incluso para equivocarse, a creer en ellos, a gestionar la frustración.
Muchos jóvenes no logran pasar el umbral de la puerta del deporte profesional porque les falta iniciativa. Son excesivamente prudentes, pasivos, tímidos. Son trabajadores y tienen talento, pero son reactivos. Obedecen al entrenador, reaccionan a cualquier estímulo, pero no toman la iniciativa. Han de ser proactivos, han de dar el paso para ir a por lo que quieren, provocar aquello que quieren que suceda. No pueden esperar o desear porque se quedarán esperando. Han de ir con decisión y atrevimiento a por lo que quieren.
CONVIVIR Y GESTIONAR EL ERROR, SER RECEPTIVO A LAS CORRECCIONES
Es importante que el deportista entienda que el error es inherente a la condición humana. Todos nos equivocamos y, además, varias veces a lo largo de un día.
El error forma parte del proceso de aprendizaje, uno se equivoca mientras aprende y mejora. Pero también sigue equivocándose, aunque sea menos, cuando ya se domina una tarea. Se hace necesario saber convivir con el error, entender el error como un mecanismo de aprendizaje. Se ha de entender, ser receptivo y saber gestionar las correcciones, lo que es un aspecto básico en el crecimiento del deportista. Ponerse a la defensiva cuando se le corrige es un obstáculo para el desarrollo del deportista. En esta línea, es clave que el deportista entienda estas situaciones y las gestione de forma eficaz. El psicólogo le ayuda a adquirir las herramientas necesarias.
CONSOLIDAR HÁBITOS Y ESTILOS DE VIDA SALUDABLE
El talento no tiene un desarrollo óptimo si no se acompaña de unos hábitos de vida saludables, acordes a los que requiere un deportista de máximo nivel.
El joven deportista debe saber que su vida está en sus manos y es dueño de su destino. Cómo vivimos nuestras vidas depende de nosotros, vivirla de forma saludable es clave en un deportista. El deportista debe ser capaz de organizarse su vida, su día a día, sin poner en riesgo su desarrollo deportivo y personal. Dormir un número de horas suficiente, acostarse y levantarse a las horas adecuadas, alimentarse saludablemente, abrirse a las relaciones sociales sabiendo elegir las compañías, cuidar el ocio y tiempo libre se traduce en saber salir, desconectar, dejar de pensar, saber “bajar la persiana” cuando acaba el entrenamiento… son hábitos que predicen el recorrido de un deportista.
GANAR AUTONOMÍA EMOCIONAL
Ganar autonomía emocional es fundamental en esa carrera del joven deportista hacia el deporte profesional. Estamos delante de deportistas jóvenes y comprobamos que sus emociones dependen mucho de las circunstancias que van viviendo. Se ilusionan o se desaniman, ganan confianza o la pierden, disfrutan o sufren, están más o menos motivados según vaya aconteciendo en torno a ellos. Sus emociones dependen mucho del entrenador, los resultados, jugar… circunstancias que escapan a su control.
La victoria, la derrota, ser titulares, ser suplentes, jugar bien, no hacer un buen partido, marcar goles, entrar en sequía goleadora, estar en proceso de renovación, que la grada les ovacione o no, que los medios de comunicación hablen de ellos o no, todo ello afecta a la confianza del deportista. Se torna imprescindible pues, que aprendan a ser estables a nivel emocional, a encontrar equilibrio emocional. Se les ha de enseñar a que sean eficaces en la gestión de multitud de situaciones para que sus emociones y su autoconfianza sean estables.
El deportista no puede esperar que alguien le regale confianza, crea en él, sino que debe ser capaz de generarse por sí solo la autoconfianza y saber sujetarla para hacerla estable. Este es un objetivo clave en el trabajo del psicólogo, hacer que el joven deportista gane autonomía y madurez emocional. Cambiar el “el míster no me da confianza”, por “desde mi trabajo, voy a hacer que el míster tenga confianza en mí”.
Ayudarle a alcanzar estabilidad emocional y que no dependa de nada ni de nadie es fundamental en este momento tan crucial para ellos.
SUPERAR UNA CARRERA DE OBSTÁCULOS
No llegan los mejores, sino aquellos que mejor superan las dificultades. Es imprescindible enseñar y entrenar la resiliencia en los jóvenes deportistas. Creen que a la élite llegan los mejores, están convencidos de ello y luego se llevan la sorpresa de que no es así.
Los que llegan son aquellos que tienen la capacidad de superar cualquier dificultad (resiliencia). Hay que enseñar a los chicos a convivir y gestionar los cambios, los imprevistos, la adversidad, los obstáculos, el éxito, el fracaso. Hay que hacer que entiendan que en el deporte y en la vida la dificultad vive a la vuelta de la esquina. Hay que enseñarles a que la afronten, gestionen y resuelvan. Podemos hablar de dificultades inherentes a los entrenamientos y partidos, pero también de otras dificultades que van surgiendo en el camino hacia el deporte profesional.
Muchas son las dificultades relacionadas con la gestión del entorno que el joven deportista ha de afrontar en el momento clave del salto al deporte profesional. Hay que alertarle de los riesgos potenciales que podrían surgir. Uno de ellos es creerse que ya ha llegado cuando aún está en el camino, que aún no es un jugador de máximo nivel, que aún no ha llegado, aunque él así lo piense. Incluso cuando se pueda consolidar, necesitará acompañarse de esa mentalidad de aprendiz tan importante para mantenerse en la élite por mucho tiempo.
También es necesario que valoren la importancia de las amistades, rodearse de buenos amigos, amigos que respeten su dedicación al deporte, sus hábitos, y les hablen de otros temas más allá del deporte, con buenos valores personales. El deportista debe saber elegir a aquellas personas que le van a asesorar o aconsejar, como agentes que velen verdaderamente por su desarrollo deportivo y personal, que se interesen por la persona que hay detrás del deportista.
Entender las lesiones y afrontarlas desde un espíritu de superación es muy necesario para el desarrollo del deportista. En el proceso de acceso al deporte profesional puede surgir la lesión grave. Siempre supone un impacto emocional y una parada en el camino. Cómo vaya a gestionar la lesión grave el joven deportista puede marcar su futuro profesional.
Por último, es de vital importancia que los jóvenes deportistas aprendan a gestionar las redes sociales de forma responsable, que sepan atender una entrevista, gestionar una rueda de prensa… Muchas carreras de deportistas sucumben después de verse inmersos en polémicas surgidas por el mal uso de las redes sociales, una mala entrevista…
SABER SER JÓVENES, AUNQUE DEPORTISTAS
Estamos ante jóvenes, con buenos contratos para su edad, con cierta comodidad en la vida, incluso con algo de fama, comienzan a ser conocidos. A nivel deportivo parece que viven una cierta aceleración en su desarrollo, pero siguen teniendo la edad que tienen, siguen siendo jóvenes con las necesidades, inquietudes y conflictos propios de su edad.
Estar cerca de ellos, interesarse por sus vidas, conocer sus circunstancias sociofamiliares, afectivas, ayudarles a gestionar sus conflictos, es muy necesario. El deportista necesita de la dimensión personal. Hay que apoyarles en lo personal. Son deportistas, pero también siguen siendo personas. Hay que estar cerca de ellos. Este es también el trabajo del psicólogo del deporte, apoyar al deportista en su dimensión personal. Es algo que también reporta al psicólogo una gran satisfacción cuando los jóvenes deportistas van más allá del deporte y solicitan ayuda o consejo personal.
APOSTAR POR LA FORMACIÓN PERSONAL
Evidentemente, ayudar a que los jóvenes deportistas sepan recorrer el duro camino hacia el nivel profesional o élite, que se sientan acompañados en ese trayecto, es parte fundamental del trabajo del psicólogo.
Al mismo nivel en importancia está ayudar al deportista a desarrollarse personalmente. Deporte y estudios deben ser capaces de convivir. Debemos ayudar a que los jóvenes entiendan que el deporte y los estudios son compatibles, se pueden conciliar, que sean dos ámbitos en sus vidas que vayan de la mano y se complementen. Los estudios estimulan hábitos y competencias que ayudan en el desarrollo deportivo. Serán mejores deportistas cuanto más formados estén a nivel personal, serán mejores personas cuanto mejor desarrollen sus diferentes inquietudes. Además, el estudio les ayuda a llevar la máxima exigencia deportiva con más equilibrio emocional, sin convertirse en una obsesión, ayudándoles a desconectar, cultivar otros ámbitos del desarrollo integral.
El reto de acompañar al deportista en su día a día hacia la meta de situarse entre los mejores resulta apasionante y agradecido para el psicólogo del deporte. Necesitan esta ayuda para dar el paso y atravesar el umbral de la puerta del deporte profesional.