Actitud negativa: cómo ponérselo difícil o complicarse la vida

José Carrascosa
Actitud negativa: cómo ponérselo difícil o complicarse la vida

¿Eres persona fácil o difícil en la relación contigo mismo?

¿Eres de las personas que suelen ponérselo fácil o de las que tienden a complicarse la vida?, ¿eres eficaz y práctico o tiendes a hacértelo difícil?, ¿te ayudas o te creas problemas?

El pensamiento positivo consiste en ser realista, centrarse en los hechos, ir al grano, buscar soluciones, tomar decisiones, ser práctico, ser eficaz, tener un pensamiento más objetivo y científico. No es fácil tener la serenidad y clarividencia de ver lo que sucede y movilizarse exclusivamente para resolverlo, no es fácil ser práctico en momentos de dificultad o conflicto.

Muchas personas dan rienda suelta a la carga emocional, se dejan llevar por impresiones, suposiciones, juicios de valor, premoniciones, suspicacias, temores, enfados, simpatías… que distorsionan la realidad. No ven lo que sucede, sino lo que les parece que ha sucedido. Interpretan la realidad desde su carga emocional, las emociones distorsionan los hechos. No ven de forma clara y trasparente, sino a través de su perspectiva o enfoque. El pensamiento negativo interpreta y distorsiona la realidad, la hace más difícil, es un pensamiento subjetivo, guiado por la carga emocional, genera malestar y aleja de las soluciones, es ineficaz.

Cómo afrontas la realidad y actúas sobre ella tiene un gran impacto sobre tu capacidad resolutiva, autoestima y bienestar emocional. Las personas positivas son optimistas, seguras, decididas, emprendedoras, disfrutan más de lo que la vida les depara. Las personas negativas tienden a padecer o sufrir más de lo necesario, no llegan a disfrutar plenamente de su vida aun teniendo motivos para hacerlo.

¿Por qué un estilo de pensamiento o manera de pensar?

La forma de pensar no hace referencia a las creencias, valores, filosofía de vida. Cada uno es libre de pensar como considere, cada uno decide en qué creer, con qué ideología y filosofía de vida identificarse.

Otra cuestión es el estilo cognitivo o manera de pensar. Se refiere a la conducta pensante, a los mecanismos de pensamiento que se utilizan de forma habitual, a los hábitos de pensamiento, en concreto al estilo del diálogo interno o habla interiorizada. ¿Cómo te hablas?, ¿de qué te hablas?, ¿cuánto tiempo te hablas?, ¿qué persigue tu habla interior?, ¿tiendes a actuar o a rumiar los asuntos?, ¿eres capaz de parar ese diálogo interno, sabes encontrar silencio, dejar de pensar?, ¿qué emociones activa tu diálogo interno?

El estilo de pensamiento o manera de pensar tienen que ver con el patrón de personalidad o forma de ser y con el aprendizaje realizado a partir de modelos muy potentes en edades tempranas. Las personas no nacen siendo positivas o negativas, prácticas y felices o preocupadas y angustiadas. El patrón de personalidad tiene que ver con unos rasgos básicos de personalidad que van en nuestro código genético, es una predisposición que viene grabada en nuestro sistema nervioso central. Los niños muestran diferencias, incluso entre hermanos. Unas personas son introvertidas, mientras que otras son extrovertidas, unas tranquilas y otras nerviosas, reflexivas e impulsivas, rígidas y flexibles. ¿Cómo eres de carácter?

Los rasgos de personalidad son moldeados por el aprendizaje, potenciándolos o matizándolos. El aprendizaje producido por observación e imitación a partir del comportamiento de los padres es muy potente en el desarrollo del carácter o la personalidad. La experiencia temprana tiene una incidencia grande en el desarrollo de los rasgos de personalidad que trasporta el código genético. Cada persona suele identificarse más con su padre o con su madre en cuanto a los rasgos del carácter, personalidad o forma de ser. Llega a ser sorprendente cómo los estilos cognitivos se asemejan con el alguno de los padres. ¿A quién te pareces más en la forma de pensar o tomarte las cosas que te suceden, a tu padre o a tu madre?

¿Conoces el porqué de tu malestar?, ¿quizás esté en ti mismo?

Lo que hace nuestra cabeza tiene una traducción emocional inmediata. Dime cómo piensas y te diré cómo te sientes. Si rumias de forma recurrente preocupaciones, dudas, temores, dificultades, recuerdos… no te puedes sentir bien. En cambio, si logras centrarte en lo que haces, lo vives con los cinco sentidos, reflexionas lo justo para tomar decisiones, actúas con decisión, te paras a saborear los pequeños pero buenos momentos, es más fácil sentir bienestar o acercarte a lo que llaman felicidad.

Hay formas de pensar que causan dolor y meten en dificultades o problemas. A nivel físico, solemos identificar los riesgos, aquello que no es saludable, y lo evitamos. A nivel emocional, somos más ignorantes y no percibimos los riesgos. Igual que poner la mano en el fuego quema, rumiar preocupaciones de forma recurrente provoca angustia.

Se hace necesario identificar aquellos mecanismos cognitivos negativos, formas de pensar o acciones pensantes que generan malestar y meten en dificultades. No tiene sentido hacer aquello que pone o sienta mal, simplemente por hábito o por no saber hacerlo de otra manera. Hemos de aprender a cuidar de nuestra salud emocional.

Voy a exponer aquellos mecanismos cognitivos y autodiálogos negativos para que evalúes con cuáles de ellos te identificas más en tu forma de ser o de actuar. Conocer tus “tics cognitivos negativos”, fuente de tu malestar que te impide disfrutar más pudiéndolo hacer, es el primer paso para desmarcarte y liberarte de ellos, para aprender a vivir de forma más plena y feliz. ¿No te parece que puedes llegar a ser tu mayor enemigo?

  • Preocupaciones recurrentes

Hay personas que son excesivamente reflexivas, piensan continuamente, su cabeza no para de pensar, se habla constantemente, no descansa, apenas lo consiguen en alguna actividad puntual (cine, baile, lectura, manualidades…). Pensar continuamente, vivir en una rumia permanente sobre asuntos cotidianos, hacer tuyos los problemas de los demás y preocuparte por ellos más que el interesado, son hábitos cognitivos que resultan agotadores, restan mucha energía y generan malestar emocional.
  • Anticipar dificultades

Poner excesivo celo en que todo funcione según lo previsto, que no surja nada que lo altere, lleva a identificar cualquier dificultad que pueda surgir sin que necesariamente vaya a producirse. ¿Cuántas veces has sentido que has sufrido innecesariamente temiendo situaciones que luego no se han producido? Estabas convencido de que ibas a suspender el examen y luego lo has aprobado. Temías una reprimenda que luego no se ha dado. Acudes a una reunión a la que te convoca tu jefe temiendo qué te pueda decir y luego ha sido un cambio de impresiones sin importancia. No se puede sufrir sin motivos, ni antes de tiempo.
  • Confundir posible y probable

Vivir cualquier posibilidad como muy probable es un error cognitivo. Que haya posibilidad de que suceda algo no quiere decir que vaya a suceder con total seguridad. Hay que razonar sobre la probabilidad real de que algo pueda suceder, que pueda suceder no quiere decir que vaya a suceder. Por ejemplo, el accidente y la muerte súbita. ¿Es posible tener un accidente de tráfico? ¿Es probable? Lógicamente cualquier conductor está expuesto al accidente de tráfico. No aceptar esa posibilidad aumenta el miedo a conducir. La cuestión es: ¿es probable tener un accidente de tráfico? Si se realiza una conducción responsable, se conduce a una velocidad controlada, se respetan las normas de circulación y se es respetuoso con el resto de los conductores, la probabilidad de sufrir un accidente es muy baja. ¿Es posible morir por muerte súbita? Claro. ¿Es probable? El grado de probabilidad dependerá de la edad, estado de salud, estilo de vida…

Debemos saber convivir con la posibilidad de que sucedan situaciones desagradables o traumáticas, pero sabiendo identificar y manejar con nuestro comportamiento el grado de probabilidad de que sucedan.

  • Dejarse llevar por impresiones, intuir, sospechar

“Me temo”, “sospecho”, “intuyo”, “temo que fulano no es trigo limpio, que me la va a jugar”. Este tipo de afirmaciones en el propio diálogo interno determinan el comportamiento. Influyen en cómo se va estableciendo la relación personal, a la defensiva, con suspicacia, guardando distancia, observador de aquello que confirme las sospechas previas… Lógicamente, con estas impresiones, suposiciones o juicios previos no hay una relación personal que pueda ser cordial, acabará surgiendo el conflicto. Desde la Teoría de la Profecía Autocumplida se explica cómo las premoniciones se acaban cumpliendo. Cuando uno teme que algo suceda, organiza su comportamiento, sin ser consciente de ello, para acabe sucediendo, hace lo correcto para que el temor se acabe cumpliendo, se haga realidad. “¿Ves? Ya te lo dije” Las personas que se dejan llevar por impresiones casi siempre aciertan, no por su capacidad de leer el futuro sino por su torpeza para hacer que se cumplan sus propias sospechas.

  • Dar rienda suelta a las suspicacias, “piensa mal y acertarás

Las personas suspicaces sufren mucho y acaban solas. Son víctimas de sus propios pensamientos de tipo paranoico. Siempre encuentran a alguien en su contexto familiar, laboral o social a quien hacer responsable de todos sus males. No tienen ningún sentido autocrítico, viven convencidos de que hay personas que buscan su mal. “Piensa mal y acertarás” supone una forma de relacionarse con el mundo. Son personas desconfiadas. Son esas que un día te dicen “me dijiste” y tú ni lo recuerdas. Son observadoras, reflexivas, detallistas, que viven en su mundo y suelen percibir o interpretar la realidad en modo de traición o “no me puedo fiar”. Estas personas llevan la pena en su comportamiento, sufren y generan desafección.

Está de moda construir teorías conspiratorias en referencia a poderes fácticos que mueven el mundo, en el que las personas solo somos marionetas de manejadas por esos poderes. Estas creencias son una forma de rechazo a lo socialmente establecido y generan marginalidad intelectual o cultural.

  • Focalizar la atención en lo “malo”

Hay quien vive focalizado en lo “malo”, con el foco atencional puesto en detectar aquello que no le gusta, le molesta o le incordia, no le parece justo o no es correcto… Es como vivir en un bosque, ponerse frente al tronco de un árbol y pensar ¿qué bosque es este que solo tiene un árbol? Si se aleja un metro y toma una perspectiva más amplia percibe la realidad, se trata de un bosque lleno de árboles. La realidad es policroma, no es monocolor. Hay de todo: bueno, malo, atractivo, rechazable, satisfactorio, desagradable… No tiene sentido focalizar la atención en un aspecto porque se distorsiona la realidad, percibiéndola de forma sesgada y sufriéndola.

  • Miedo a equivocarse

El error forma parte de la condición humana, es un elemento del proceso de aprendizaje. Mientras se aprende, es normal cometer errores. Las personas no son máquinas. Incluso cuando ya se ha aprendido y consolidado un comportamiento, es fácil que sigan cometiéndose errores por distracción, despiste, exceso de responsabilidad… No entender ni tolerar el error multiplica el miedo a equivocarse. Entender la posibilidad del error aumenta la confianza y la valentía en la ejecución de cualquier tarea. Aquí hay que retomar el argumento anterior, la posibilidad del error existe y hay que saber convivir con ella, la probabilidad del error está en nuestras manos y dependerá del nivel de preparación, concentración y confianza. Podemos reducir la probabilidad de equivocarnos, pero no podemos ignorar la posibilidad de que ocurra.

  • Perfeccionismo

Aspirar a la excelencia no debe confundirse con la necesidad de ser excelente en todo momento y en cualquier tarea. El perfeccionismo es un mecanismo que resta eficacia en la tarea, limita la autoconfianza y genera angustia e insatisfacción. Los perfeccionistas son lentos, demasiado ordenados, lineales, controladores, indecisos, necesitan que todo se alinee para lograr la perfección. Detrás de esta actitud hay mucha atención al detalle, dudas, revisiones permanentes, asegurarse de que se está en lo correcto, lo que acaba llevando a error. El perfeccionista finaliza el examen pronto porque lo ha preparado, pero no lo entrega, lo revisa una y otra vez, duda de las contestaciones anotadas, las revisa, duda y las cambia, quiere asegurarse bien antes de entregarlo, se siente angustiado y acaba cometiendo errores por su perfeccionismo. Además, el perfeccionismo incapacita para trabajar en equipo. El perfeccionista necesita hacerlo él, como él lo ve y como él lo haría, inhibe la iniciativa de los otros miembros del equipo, pone pegas una tras otra, no delega, hace que sea más lento el proceso de trabajo, genera conflictos… El perfeccionista resulta insoportable y es un obstáculo en el trabajo en equipo.

  • Afirmaciones con “tendría” o “debería”

Cuando el diálogo interno contiene “debería” o “tendría” el pensamiento está trasladando una expectativa muy importante, que no se siente capaz de conseguirla, pero que no se perdona no lograrla. “Debería dejar de fumar” supone que se es consciente de las consecuencias negativas que tiene fumar, pero que no se siente capaz de hacerlo y no lo va a lograr. “Tendría que ser más tranquilo” transmite que se siente incapaz de mantener la calma y controlar el carácter. Cuando el diálogo interno contempla afirmaciones como “voy a”, la voluntad, determinación y decisión para hacerlo es mucho mayor que con la afirmación “debería”. “Voy a” supone dar el paso y hacerlo.

  • Afirmaciones con “¿y si…?

Es bastante común echar la vista atrás y pensar “¿y si…?” Este autodiálogo es habitual tras un accidente o desgracia. “¿Y si le hubiera llamado?”, “¿y si me hubiera dado cuenta?”, “¿y si hubiera aceptado la propuesta?”, “¿y si no hubiera dicho aquello?”. Volver atrás no es posible, lo hecho ya está hecho, no se puede cambiar lo ya ha sucedido. Volver atrás y hacerse preguntas que no obtienen una respuesta es absurdo y genera mucho malestar. Es indemostrable que volver atrás, algo imposible, hubiera resultado de otra manera. Hacer este tipo de afirmaciones es un ejercicio ineficaz y de mucho malestar.
  • Afirmaciones con “…, pero…”

“Estamos bien, afortunadamente, pero no sabemos qué puede pasar”. “Pero” se utiliza mucho para reprimir la satisfacción, poner límites a recrearse y disfrutar. Es una afirmación que reprime alegría, satisfacción, reconocimiento o disfrute, es como disfrutar a medias. Nuestra sociedad sabe bien reprender, corregir, señalar los defectos, le cuesta mucho más alabar, reconocer, identificar lo bueno. En esta cultura de lo negativo, “pero” representa un freno a reconocer lo bueno y recrearse de forma plena en la satisfacción.

  • Afirmaciones con “no es justo…

Algunas personas se erigen en jueces severísimos y en su diálogo interno verbalizan a menudo “no es justo”. Esta afirmación identifica a personas rígidas a nivel cognitivo, poco dispuestas a reconducir su punto de vista y con un sentido poco relativo de las opiniones. No entienden que existen diferentes puntos de vista y que la verdad puede ser relativa según contexto, costumbres, creencias, cultura… Detrás de las decisiones no hay un código de justicia, sino personas que dudan y toman decisiones más o menos lógicas, más o menos arbitrarias. Se puede estar de acuerdo, coincidir o estar en desacuerdo y discrepar. Pero todo comportamiento responde a una lógica que hay que conocer y entender, aunque sea para estar en desacuerdo. No tiene sentido “es o no es justo”. Supone un pensamiento poco tolerante, lleno de frustración, egocéntrico, que suele generar frustración. Es una forma de pensar poco madura, un poco adolescente.

  • Evitar situaciones ansiógenas

Un mecanismo bastante habitual es huir o evitar situaciones que generan ansiedad. Algunas personas viven tratando de escapar de dificultades, problemas, conflictos… Esa huida les hace vulnerables. Los temores se alimentan hasta convertirse en miedos por medio de conductas de escape o evitación. Quienes evitan situaciones de dificultad, conflicto, temor, van reforzando su escasa competencia para gestionarlas y van siendo progresivamente más vulnerables ante ellas.
  • Ponerse a la defensiva, no escuchar

No hay mejor defensa que un buen ataque. Ponerse a la defensiva, no escuchar y pasar al contraataque es una estrategia tan común como desacertada. Genera distancia emocional, bloquea la comunicación y multiplica los conflictos interpersonales. Quienes practican esta estrategia no sufren, pero se van quedando solos. El malestar emocional les llega en el medio y largo plazo, cuando se dan cuenta que les ha abandonado todo el mundo.
  • Imponer el punto de vista o pretender tener razón

Si lógico es equivocarse, lo lógico es aceptar el error y pedir disculpas si procede. Es una táctica muy equivocada empecinarse en el error, discutir y tratar de tener la razón por encima de todo. Cuanto más se empecina uno en disimular o justificar el error más se equivoca, mayor es el error.
  • Falta de empatía, soberbia

Es sorprendente la escasa empatía que manifiestan tener muchas personas. Son esas que no perciben que cansan en sus conversaciones, atropellan en sus opiniones, aburren en sus historias, agreden en sus postulados… Son personas que atropellan a sus interlocutores sin ser conscientes de ello. Como no se dan cuenta, apenas sufren por ello. Pero poco a poco van descubriendo que están solas.
  • Enfado descontrolado, no asertivo

Ese pronto brusco es producto de su carácter. Detrás de esas formas no es nadie, no es mala persona. Es así de bruto”. La coartada del carácter no sirve. Las personas que pierden los papeles son agresivas. Las formas son realmente el fondo, quien se expresa de una determinada manera es porque es su forma de ser. No es que tengan mucho carácter, sino que tienen mal carácter. No hay que tratar de entenderles porque se les está justificando en sus modos irrespetuosos. Son insoportables y han de ser ellas las que quieran cambiar, las que deben sentir la necesidad de cambiar.
  • Celos

El amor posesivo no es amor. El amor posesivo es un amor desconfiado, irracional, castrante, que coarta la libertad. Es una forma de suspicacia o desconfianza. Lo que algunos confunden “mucho amor” con celos es una fuente de problemas para quien es celoso y para quien sufre los celos. Es un mecanismo que genera mucha angustia a la persona celosa y produce hartazgo en quien sufre los celos. Los celos son el camino más corto y directo para romperse la relación de pareja.
  • Envidia, competencia irracional

Hay quien vive más pendiente de la vida de los demás que de su propia vida. Tratan de vivir la vida de los demás. No les basta lo que son y lo que tienen. Necesitan superar a los demás, ser más o tener más que su entorno. Son personas envidiosas y competitivas. Practican una competencia insana, deshonesta y desleal. Suelen criticar y descalificar, no valoran ni se alegran de los éxitos ajenos. Este mecanismo cognitivo también genera mucho malestar y rechazo social. Quienes funcionan así son un sinvivir, tratan de aparentar, compiten permanentemente y son rechazadas socialmente.
  • Egocentrismo, querer tener protagonismo o ser protagonista

Todos conocemos a ese que quiere ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro, quiere ser siempre el protagonista. Habla, interviene, participa, toma la palabra… sin mucho contenido. ¿Porqué lo hace? Pues porque necesita hacerlo. No soporta pasar desapercibido, necesita tener y sentir protagonismo, necesita ser el centro de atención. Siempre intenta “dar la nota”, dar la opinión más congruente y contar el chiste más gracioso. No repara en cómo obtener el protagonismo que necesita para sentir que es alguien. Su drama personal es que su afán de protagonismo es directamente proporcional a la desafección que genera en los demás.
  • Victimismo

Soy un incomprendido” decía Calimero, personaje de una serie de dibujos animados. Algunas personas tienden a relacionarse con el mundo infundiendo pena o lástima. Tienen más problemas, conflictos, accidentes, enfermedades que nadie. Suelen “vomitar” sus problemas a los demás como deporte, sin ninguna pretensión de resolver la situación que manifiestan. Dicen “no tengo suerte”, “nadie me entiende”. Lloran sus penas a cualquiera que le escuche, pero lo hacen no para solicitar ayuda, sino para captar la atención, infundir compasión, sentirse escuchados… Es su manera de relacionarse con el mundo. Cuando se les responde ¿qué vas a hacer?, ¿cómo vas lo vas a afrontar?, dan la callada por respuesta o se justifican para no hacer nada y seguir con su táctica.
  • Evitar los problemas

“De los problemas mejor huir”, es una filosofía de vida. Como los problemas generan desequilibrio, incertidumbre, malestar parece que es mejor evitarlos. Estas personas piensan que “los problemas se resuelven por defecto”, es decir, no haciendo nada. Huir del problema hace que la situación de conflicto quede latente y el problema crezca, tome mayor envergadura y acabe explotando. Quienes huyen de los problemas, no saben que oxidan la competencia emocional llamada resiliencia, al no enfrentarse a los problemas no aprender a gestionarlos y resolverlos. No hay mayor desgracia que tener la suerte de no encontrar problemas, porque se estará cerca de ser un perfecto inútil.
  • Generalización

Es bastante frecuente escuchar afirmaciones con “nunca, jamás, siempre, todo, nada, la gente, el mundo…”. Son afirmaciones rotundas que esconden un mecanismo de generalización, es decir, a partir de un hecho se hace una generalización que siempre será exagerada. Generalizar es un sesgo cognitivo. “La gente no me valora”, “nadie me tiene en cuenta”, “todo el mundo va a la suya”, “nunca lo conseguiré”, “siempre voy a ser así”, son afirmaciones rotundas que solo son ciertas en quien las enuncia, así lo ve, así lo piensa y así lo siente, pero no es así. Este tipo de afirmaciones dejan a uno fulminado, sin capacidad de reacción. Quizás, una de las generalizaciones más negativas es “soy así”, porque supone no aceptar la posibilidad de aprender, cambiar y ser de otra manera.
  • Polarización

Hay personas que clasifican u organizan al resto de personas en dos aceras, “los míos” y “los que están contra mí”. Esta percepción es absurda. Las personas no se distribuyen de esta forma, es una categorización que uno hace en su cabeza y que le lleva a percibir a las personas en una doble categoría. “Buenos y malos”, “ricos y pobres”, “derechas e izquierdas”, son categorizaciones que no responden a la realidad. Suponen una simplificación muy burda. Las personas no son de una manera o de otra, son un poco de ambas, todo es más relativo y matizable. La polarización responde muchas veces a un deseo manipulador, de utilizar a las personas y enfrentarlas entre sí para obtener algún tipo de beneficio.
  • Atender a lo que aún queda

Cuando te evalúes, mira atrás, atiende al camino recorrido, los obstáculos superados, los aprendizajes realizados. Percibirás mucho de lo que sentirte orgulloso y satisfecho. Esta evaluación es positiva por ser realista y porque da energía para continuar avanzando. Muchas personas se niegan a valorar sus avances o progresos por pequeños que sean y miran adelante, solo al largo plazo. Quieren cambiar, lo van consiguiendo de forma muy meritoria, tienen motivos para valorar su esfuerzo y progreso, pero se niegan a hacerlo. Siguen pendientes del camino que les queda por recorrer, de la distancia que aún les queda hasta el objetivo, de que no son como quieren ser. Este tipo de evaluación genera frustración y desanima, invita a abandonar.

  • Pensamientos “irracionales”

Son expectativas que van contra la lógica, contra la razón, cuyas probabilidades de darse son mínimas. Pedir peras al olmo. Los pensamientos irracionales son imposibles a los que uno se apunta. Por tanto, generan frustración, es apuntarse a vivir decepcionado. Los pensamientos irracionales no son creencias absurdas, cosa de “locos”, sino pensamientos ilógicos, expectativas que van contra la lógica de los hechos. Entre los pensamientos irracionales, los más extendidos son los siguientes:

  • Todos me deben apreciar.
  • Es terrible cometer errores.
  • Es terrible que las cosas salgan mal.
  • No puedo controlar mis emociones.
  • Debería estar más atento a las situaciones de conflicto o peligro.
  • Es demasiado difícil lograr autodisciplina.
  • No soporto cómo actúan los demás.
  • No puedo cambiar mi forma de ser.
  • Situaciones que he vivido anteriormente siempre me van a afectar.
  • Existe una solución ideal para cada problema.
  • Debería hacerlo mejor que los demás.
  • Si los demás me critican, es que he cometido un error.
  • No puedo cambiar mis pensamientos o la forma de tomarme las cosas.
  • Debería ayudar siempre en aquello que requiere ayuda.
  • Nunca debo mostrarme débil.
  • Es mejor no esperar nada para no sentirte decepcionado.
  • Los demás no se alteran tanto como yo.
  • Nunca debería herir a nadie.
  • Las personas fuertes no piden ayuda.
  • Debo disimular mi ignorancia cuando desconozco algo.
  • Solo puedo hacer las cosas cuando estoy de ánimo.
  • No es bueno pedir favores.
  • Posible es lo mismo que probable.
  • Soy inferior a los demás.
  • Siempre soy el centro de atención, me siento observado o examinado.
  • No entiendo por qué otras personas actúan o son de esa manera.
  • Renunciar es la mejor estrategia para no sufrir.
  • Debo estar totalmente seguro antes de tomar una decisión.
  • Uno debe tener garantías antes de actuar.
  • Es deseable estar a bien con todo el mundo.
  • El cambio no es algo normal o natural.
  • Es esencial saber el porqué de todo.
  • Siempre hay algo detrás del comportamiento de los demás.
  • Las personas deberían confiar en mí.
  • Debería estar siempre animado o contento.
  • Soy “gafe”, no tengo “suerte”, está escrito en “mi destino”
  • Enfrentarme a los problemas es muy duro y me hace mucho mal.

¿Quieres cambiar tu manera de pensar?  No te resignes a ser como eres si no te gustas.

Cualquier persona debe tener la aspiración de sentirse bien y de ser feliz. En este artículo hemos repasado mecanismos cognitivos o formas de pensar que son fuente de problemas o conflictos y generan malestar. Nadie debe resignarse a ser como es por el carácter que tiene. Las personas pueden cambiar si se lo plantean y trabajan para lograrlo. Nadie nace enseñado a nivel emocional, siempre se puede aprender y evolucionar en la gestión de las emociones propias y ajenas. Hay que hacerlo por uno mismo, por ganar eficacia, por mejorar las relaciones afectivas y personales y por lograr mayor calidad de vida emocional.

¿Cómo cambiar el propio estilo cognitivo? La respuesta es mediante aprendizaje, se trata de aprender y entrenar hasta interiorizar y generar nuevos hábitos cognitivos. No te hagas preguntas para las que no tienes respuestas. No te lo pongas difícil, si solo te resulta difícil cambiar, busca un profesional que te enseñe, te guíe y te acompañe en tu proceso de aprendizaje, cambio o desarrollo personal. El primer paso para aprender, cambiar o evolucionar es el autoconocimiento, conocerse bien, ser consciente de cómo uno funciona, en qué medida uno se lo pone fácil o difícil, se ayuda o tiende a meterse en problemas. El presente artículo supone un primer paso, identificar el propio estilo cognitivo e identificar aquellos mecanismos que uno practica que son fuente de conflictos y malestar. Habrá ocasión de hablar sobre cómo cambiar el estilo cognitivo.

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José Carrascosa

José Carrascosa

Pionero de la psicología del deporte en España, ha trabajado durante más de 25 años con deportistas, entrenadores y equipos profesionales de primer nivel, ha colaborado en logros deportivos de sus clientes (ascensos, títulos nacionales y europeos, marcas europeas y mundiales, medallas olímpicas). Ha ayudado a que haya cambiado la percepción sobre las emociones y el alto rendimiento, desde “echarle güevos” a “competir”, desde el desconocimiento a la toma de conciencia del papel de las emociones sobre el rendimiento y el bienestar. Se considera un “artesano” de la educación y desarrollo emocional